CATÁSTROFE NATURAL
El milagro de Carlos, el estanquero de Letur: "30 segundos más y me hubiera llevado la riada"
El propietario del establecimiento cerró a las 13:30 y salvó la vida in extremis
"Dos de los desaparecidos vinieron a comprar tabaco esa misma mañana", recuerda
Carlos Martínez Cabeza, un letureño de 29 años, había consultado las previsiones meteorológicas en la víspera del desastre. "La noche del 28 miré la app de Aemet y vi que había alerta amarilla. Nada fuera de lo normal, pensé, puesto que no llovía nada", le explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.
Carlos es el propietario del único estanco de Letur, que está ubicado en la zona más baja de la localidad, el Casco antiguo. O estaba, porque la riada se llevó el inmueble por delante, como otras muchas construcciones de a zona. Recuerda el joven que "el día iba tranquilo, como siempre. Precisamente esa misma mañana habían venido a comprar tabaco dos de las personas que siguen desaparecidas. En el pueblo somos pocos y nos conocemos todos".
A medida que fue avanzando la mañana, el cielo se fue encapotando cada vez más. Y a las 13:30 en punto decidió cerrar la tienda y marcharse a comer a su casa, que se encuentra en uno de los barrios de la entrada del pueblo, en la zona superior. Hay veces que estira un poco con el negocio abierto, por si algún vecino rezagado necesita comprar. Pero esa mañana, tal vez siguiendo un pálpito, decidió bajar la persiana a la hora exacta del cierre. Él todavía no lo sabía, pero eso fue lo que le salvó la vida.
Cuestión de segundos
"Fue cuestión de un minuto. Quizás menos, igual 30 segundos más y no estaría aquí hablando contigo", reconoce ahora. Fue el tiempo justo para poder subir unos metros la denominada 'cuesta de Letur', la gran pendiente que vertebra todo el municipio, en dirección a su casa. Ese breve paseo sirvió para que, cuando llegó el tsunami, se encontrase "en alto, en una zona segura. No me tuve que refugiar porque yo ya estaba en un lugar en el que estaba a salvo", indica.
Fue a las 13:31 de la tarde del 29 de octubre cuando el arroyo se desbordó. "Al subir la cuesta pude ver cómo una ola gigante rompía al final del arroyo y se aproximaba hacia el pueblo", recuerda, destacando "la rabia e impotencia de no poder hacer nada". Recuerda que la riada lo engulló todo casi de inmediato.
"A los 30 segundos de reloj [después del cierre del estanco], el agua iba fuera de control y el caudal iba subiendo. Los nervios y la desesperación, también". Carlos, temeroso de las consecuencias de la riada y preocupándose por lo que podía estar pasando, decidió ponerse a contactar con sus conocidos en la corporación municipal.
Pueblo engullido
"Recuerdo que llamé a mi amigo Sergio, el alcalde, y a otra chica que también es mi amiga y trabaja en el Ayuntamiento". Pero en ese momento nadie le contestó: "Ninguno daba señales. La desesperación incrementaba. Pensé por momentos que la pedazo de ola gigante había engullido al pueblo entero. La angustia de no saber qué pasaba y de pensar que el agua se podía haber tragado el pueblo... para mí se quedan".
A pesar de la incertidumbre y del riesgo del momento, Carlos sabía que algo grave acababa de suceder. No se lo pensó y decidió prepararse para salir y colaborar en lo que hiciese falta. Consiguió llegar a su domicilio y lo primero que hizo es ataviarse adecuadamente para ayudar en lo que fuese: "Subí a mi casa, me puse ropa vieja y bajé de nuevo pensando que podía ayudar en algo".
Letur es un pueblo pequeño, tanto en extensión como en habitantes. No son ni mil personas, por lo que, tal y como recuerda Carlos, se conocen todos. De inmediato empezaron a llegar rumores y noticias: "El agua seguía bajando y ya empezaron las primeras especulaciones. Tanto por el teléfono como por testimonios de los propios vecinos. Que si este estaba en casa, que si el otro faltaba. Y la angustia crecía por momento, por qué son todos conocidos y amigos".
Estanco destruido
Carlos, al igual que el resto de vecinos de Letur, poco pudieron hacer por ayudar a los afectados. La única certeza es que se salvó gracias a haber cerrado puntualmente ese día. Porque, del mismo modo que sucedió con las casas de Jonathan y Mónica o de Antonia (la última vecina hallada sin vida en el río Segura), el violento torrente de agua que bajaba de la montaña acabo destrozando también el histórico estanco.
El joven no pudo volver a su tienda hasta el día siguiente. O, mejor dicho, a lo que quedaba de ella. El inmueble estaba ubicado en una esquina en la que ya no hay más que escombros: "El estanco está totalmente destrozado. Bajé al día siguiente y pude recuperar lo poco que quedaba en un cajón. Pero el edificio entero estaba ya abajo. La ruina pura y dura", se lamenta.
El chico sigue afectado. Y aunque el daño materia que ha sufrido ha sido enorme, en el fondo es lo que menos le preocupa: "Soy de Letur de toda la vida. Aquí nos conocemos todos. Sé que si no hubiera salido a tiempo, yo hubiera estado en ese grupo de desaparecidos que todavía buscamos". Una búsqueda lenta y difícil, pero que acaba de dar sus primeros frutos: durante la mañana del domingo 3 de noviembre, los efectivos de la Guardia Civil consiguieron recuperar el cadáver de Antonia, la mujer de 71 años de Molina de Segura que constaba como desaparecida desde la tarde del 29 de octubre.
Siguen buscando
En Letur todavía siguen buscando a Jonathan y Mónica, el matrimonio de 37 y 38 años con dos hijos menores, y a Juan y Manolo, los dos operarios municipales cuyo vehículo fue engullido por el torrente y apareció posteriormente... sin los cuerpos de los trabajadores dentro. Ahora se han unido a los equipos de ayuda varios geólogos, que también evaluarán el estado de las construcciones del Casco antiguo que siguen en pie. La Delegación de Gobierno de Castilla-La Mancha reconoció que al menos tres viviendas más deberán ser demolidas por seguridad.
Ahora Carlos, como el resto de vecinos, se encuentra totalmente implicado en las tareas de rescate, reconstrucción y ayuda, en las que se han volcado todos los vecinos de Letur y as inmediaciones. Un proceso lento, que tardará días. En un primer momento se conservaban las esperanzas de que los desaparecidos no hubieran llegado al cauce del río Segura y se hubieran quedado en los 5 kilómetros de rambla que separan al pueblo del río. Pero los equipos de rescate han hallado el cuerpo a 12 kilómetros del pueblo, después de que el agua lo arrastrase 7 kilómetros río abajo. Y Carlos cree que ha vuelto a nacer, porque es consciente de que salvó su vida por cuestión de segundos.
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