TRADICIÓN

En Vallecas hay de todo, hasta un grupo de 'castellers': "Vienen catalanes y madrileños, pero también estadounidenses o portugueses"

La Colla Castellera de Madrid está formada por unos 50 miembros fijos y otros que rotan. Todos se juntan en una plaza del distrito de 'Puente' y se han convertido en "una familia"

Luna, de ocho años, es la primera en llegar, junto a su madre y su perro, al parque que se ubica en la calle del Teniente Muñoz Díaz, 21, en el distrito madrileño de Puente de Vallecas. Ella lleva ya dos años en el grupo, en la colla, porque aquí "la lengua vehicular es el castellano", apunta Vicent, pero los términos técnicos se mantienen en catalán. Ella antes subía a la parte más alta, pero su desarrollo físico y su flexibilidad para hacer "la ranita" la han colocado justo debajo de la cúspide. Luna forma parte de la Colla Castellera de Madrid.

Siguen llegando integrantes del castell, algunos catalanes, como Martí, de Barcelona, que se apuntó a esta actividad hace tres meses, poco después de recalar en Madrid, y otros de Murcia, como Ian, que vivió un tiempo en la Ciudad Condal, aprendió allí la tradición y, cuando se mudó a la capital, se apuntó a esta colla.

Esta representativa torre humana catalana se ha trasladado a una de las zonas obreras con más fuerza de Madrid, gracias al amparo que le ha proporcionado el Cercle Català de Madrid. Las vecinas vallecanas aún se asombran al ver una piña (pinya) de hombres y mujeres de todas las edades y tallas sosteniendo un tronco (tronc), que permite que se alcen a varios metros del suelo los más bajitos y los niños, en lo que se conoce como el pom de dalt.

Una vecina de Puente de Vallecas observa desde su ventana a los miembros de la Colla Castellera de Madrid.

Una vecina de Puente de Vallecas observa desde su ventana a los miembros de la Colla Castellera de Madrid. / Alba Vigaray

Normalmente, se reúnen en su local, que se localiza en la acera de enfrente, pero ahora mismo "está en obras y se nos podría caer algún ladrillo encima", recuerda inocente Luna. Entre miradas al astro para asegurarse de que las previsiones meteorológicas del móvil no mentían, van llegando el resto de castellers, unos 40 en total de entre cuatro años, y 84 años. Ainet y Arturo son los más pequeños, el primero es de familia catalana y el segundo, de familia madrileña; Josep Maria, el más mayor.

Se juntan los miércoles y los viernes, el día que "viene más gente". Para avisar de que van, se apuntan en "el pinyator", señala Vicent, una pIataforma que les permite saber cuántas personas acudirán al ensayo para "tener construidas las pinyas". Los ensayos son abiertos y casi siempre aparece algún integrante nuevo al que compañeros, como Vicent o Marta, acogen e integran. "Habrán venido unas 100 personas, pero Madrid es una ciudad en la que solo hay una colla y hay mucha rotación de gente de Cataluña que viene aquí a estudiar y a trabajar por un tiempo y luego se van", dice María, la presidenta en funciones de la colla. Es precisamente por esa rotación por la que les "cuesta más reunir a gente", pero de forma estable "tendremos unas 40 o 50 personas", que "somos como una familia".

Vicent, miembro de la Colla Castellera de Madrid, practica formaciones en Vallecas.

Vicent, miembro de la Colla Castellera de Madrid, practica formaciones en Vallecas. / Alba Vigaray

Catalanes, madrileños y extranjeros

Marc, el cap de colla -jefe del grupo-, entró a la formación en cuanto se fundó. Él es de Tarragona y, cuando se mudó a la capital, se unió a un grupo de Facebook de catalanes en Madrid, donde comentaron que podían "hacer algún taller en un parque, algo mucho más informal, y nos informaron de que el Cercle tenía este proyecto". En febrero de 2017, la asociación cultural puso en marcha la actividad.

"El 50% tenemos cierta relación con Cataluña, hay gente de Madrid, Madrid, como Marisol", a la que Vicent, quien habla, está ayudando a ponerse la faixa -faja- que le protegerá las lumbares y que servirá de punto de apoyo para quienes se suban sobre ella. También llegan personas que nacieron en otras provincias y en otros países.

Uno de los gemelos ayuda a Marta a ponerse la faja en el ensayo de la Colla Castellera de Madrid.

Uno de los gemelos ayuda a Marta a ponerse la faja en el ensayo de la Colla Castellera de Madrid. / Alba Vigaray

Hay ciudadanos de Estados Unidos, Venezuela, Italia, Rumanía, dos ingleses y un portugués, enumera Vicent, oriundo de Castellón, para quien hablar catalán se posicionó como uno de los motivos para apuntarse a la colla. Y cada vez llegan más personas interesadas en esta tradición desde el distrito, gracias a una exhibición que hicieron en junio en una feria y a otra que realizaron en julio en las fiestas del Carmen. "Los perritos que están por aquí no son de la colla, pero, cuando aplaudimos, ladran con nosotros", bromea. 

Inician el ensayo separados en dos grupos, uno en cada farola. Ahí, apoyados sobre la estructura, van cogiendo fuerza y seguridad, especialmente los más pequeños, que son los que más alto subirán. Los últimos niños que se han incorporado son gemelos, Ricardo y Lucas, que no imprimen en sus rostros ningún gesto de indecisión ni en sus pies y manos ningún titubeo. "Intentamos que en ese espacio del entrenamiento todo el mundo pueda hacer otras posiciones para que todos sepamos hacer de todo", refleja Marc.

Miembros de la Colla Castellera de Madrid, practican las formaciones en Vallecas.

Miembros de la Colla Castellera de Madrid, practican las formaciones en Vallecas. / Alba Vigaray

"Los niños son vitales"

Cuando terminan esa parte del ensayo, se juntan en el centro de la plaza para "empezar con las pruebas netas", dice María. Marc añade que juntan a los niños para que ensayen "la parte alta del castell", que otra sección del grupo prepare el tronc "sin la pinya de por medio", para ganar estabilidad y luego poder trasladarlos encima del grupo que toca con los pies el suelo.

Marta se encarga de la canalla, del grupo de 12 niños de la colla. Este miércoles están la mitad, pero seguirán desarrollando una labor de suma importancia. "Su papel es vital", señala esta tarraconense que quiso haberse unido a un grupo de castellers en su ciudad, pero que no los hizo "hasta que llegué aquí".

'Veguita' se sube a lo alto de la torre humana de la Colla Castellera de Madrid.

'Veguita' se sube a lo alto de la torre humana de la Colla Castellera de Madrid. / Alba Vigaray

A los más pequeños, "les enseñamos la parte técnica, los pasos que tienen que dar, cómo subir, dónde colocar cada pie en cada momento, las manos... y hay que darles mucha confianza, porque en los castells es fundamental que se crean que son capaces de hacerlo", explica. 

Ella sostiene que ve "una evolución desde el primer día que llegan hasta cuando llevan semanas o meses de la parte física, pero también de cómo socializan con el resto de niños, que son más independientes de sus padres y es una actividad que les favorece en su crecimiento". Ahora, la mitad de los niños son de la zona y hay otros que tienen ascendencia catalana. Todos se juntan en Vallecas.

Familiares de los miembros de la Colla Castellera de Madrid departen mientras el grupo ensaya en Vallecas.

Familiares de los miembros de la Colla Castellera de Madrid departen mientras el grupo ensaya en Vallecas. / Alba Vigaray