CRÓNICA

Estuve durmiendo en una habitación del único hotel de IKEA del mundo y es la austeridad llevada al extremo

El IKEA Hotell de Älmhult (Suecia), en el que todos los muebles vienen ya ensamblados, destaca por la funcionalidad de sus estancias

No esperes grandes detalles, no hay ni teléfono, ni secador ni un cepillo de dientes de cortesía

Estuve durmiendo en una habitación del único hotel de IKEA del mundo y es la austeridad llevada al extremo

Las estancias de este establecimiento, en Älmhult (Suecia), están marcadas por la funcionalidad. Vídeo: PI STUDIO / PI Studio

Ana Ayuso

Ana Ayuso

"Seguro que el hotel de IKEA tiene mil huequitos en el baño para dejar el maquillaje". "¿Tienes que montarte la cama antes de dormir en ella?". "Los muebles tendrán las etiquetas colgando como en las tiendas". Las apuestas de cómo era el IKEA Hotell, el único alojamiento turístico del gigante sueco en el mundo, apuntaban en todas las direcciones cuando mis amigos supieron que iba a hospedarme allí durante un par de noches. Sin embargo, ninguno de los que se atrevieron a lanzar un pronóstico acertó.

La niebla cubre Älmhult (Suecia) un martes de abril por la noche, pero no hay una pizca de oscuridad en el ambiente. Cientos de farolas orientan al grupo de curiosos periodistas y de trabajadoras de IKEA que acaba de llegar al pueblo en el que nació la compañía para conocer la historia y el funcionamiento de la empresa que se ha colado en casi todos los hogares del mundo.

Los ventanales de las casas están despejados. Lo primero que me llama la atención es que todos los vecinos han colocado lámparas, muchas de ellas de diseño escandinavo, junto al cristal y han abierto las cortinas para que los curiosos puedan ver el interior de sus casas a través del cristal con nitidez. No tienen nada que ocultar. "Es una muestra del aprecio por la transparencia que tienen en este país", ilustrará a la mañana siguiente al comentar esta curiosidad una de las empleadas de IKEA que dirige el viaje.

Primera impresión del hotel

Llegamos por fin al hotel a unos minutos de que el reloj marque las once de la noche. El edificio por fuera no dice nada. Podría ser cualquier establecimiento de un polígono si no colgase de él el icónico logo azul y amarillo. Al entrar, merchandising de IKEA a la izquierda, restaurante y bar a la derecha, mostrador y zona de descanso de frente. La recepcionista, que resuelve el check-in en un momento, indica que el bar está a punto de cerrar. Será el único abierto en este pueblo familiar e industrial del interior de Suecia, en el que las jornadas, en lo que al ocio se refiere, acaban mucho más pronto que en España. Aun así, "yo ya casi prefiero probar la cama IKEA", digo, con más sueño que sorna y sin saber que precisamente eso, la cama, será lo mejor de un hotel cuya noche cuesta de media 103 euros. Todos a dormir.

Fachada del IKEA Hotell, en Älmhult, Suecia. 

Fachada del IKEA Hotell, en Älmhult, Suecia.  / IKEA

"Siento deciros que nos han tocado las habitaciones antiguas", anuncia una de las componentes del grupo. Ya nos habían avisado de que entre los cuartos más recientes y los viejos había una diferencia notable. No llegué a ver los nuevos, pero las fotos de los portales de viajes ya me dieron una idea. La propia web de IKEA aclara que sus 250 estancias "tipo cabina compactas", tanto las dobles como las familiares, "vienen completamente ensambladas".

301, esa es mi habitación. Entro, veo una cama con sábanas blancas, dos almohadones y un edredón individual esperándome. Deshago la maleta y lleno con las escasas prendas que he traído para estos dos días un armario poco más ancho que un escobero y con una única balda, la que separa la ropa de los zapatos. Los dueños del Hotel IKEA se fían de que los turistas no les vayan a robar las perchas y no optan para su hotel por los habituales e incómodos enganches descabezados. Sería casi lo único que el huésped podría llevarse de recuerdo de su estancia en este hotel único. No hay mucho más: ni secador, ni teléfono ni siquiera un cepillo de dientes de cortesía. Representa la austeridad y la funcionalidad llevadas al extremo.

Amontono los maquillajes y las cremas en el pequeño cristal reservado para los enseres de aseo y ya veo el punto más débil de la habitación: un baño en el que la ducha y el váter comparten espacio. Ese problema, el de no inundar el suelo al ducharme, ya lo afrontaré mañana, pienso, y me dispongo a dormir siete horas casi del tirón.

Habitaciones funcionales

A la mañana siguiente, llega el momento de probar la ducha: presión y temperatura perfectas. Por suerte, tengo cuidado y no encharco el baño. En las habitaciones nuevas, que recuerdan más a lo que cualquiera pensaría que es una estancia del IKEA Hotell, no como esta, que parece una residencia de estudiantes de universidad buena que se ha quedado algo anticuada, han instalado mamparas. Me maquillo, me visto y bajo a desayunar.

Habitación cuádruple del IKEA Hotell. 

Habitación cuádruple del IKEA Hotell.  / IKEA

El estilo del restaurante sí que refleja el estilo de lo que cualquiera esperaría de un hotel de IKEA: mesas y sillas de la colección LISABO, de estilo nórdico; lámparas de bambú de la colaboración con la diseñadora Ilse Crawford; y las vendidísimas bandejas con estampados de gatos para servir la comida. Al lado del comedor, un visitante asiático pone a prueba las clases que dio -sin duda hace tiempo- en un piano que rememora los primeros pasos de la compañía sueca, cuando en sus tiendas se vendía este instrumento que, finalmente, dejaron de ofrecer por las dificultades que implicaba para el cliente transportarlo hasta su casa.

Las opciones de comida son variadas. Cereales, panes, embutidos y zumos de varios tipos. Al segundo día de estancia y ya después de haber terminado mi último desayuno en el hotel, me enteré, gracias a unos compañeros más avispados que yo, de que podría haber tomado huevos, tortitas "suecas" e, incluso, las icónicas albóndigas de IKEA. Como era de esperar, no vi a nadie desayunando albóndigas a las ocho de la mañana. Intento entrar en el gimnasio y en la sauna para inspeccionarlos, pero parece que la puerta a esos espacios sólo los abre una tarjeta que no me han proporcionado.

El hotel se inauguró en 1964, con la intención de acoger a los visitantes que se desplazaban de otras zonas de Suecia a Älmhult para comprar muebles. Ha experimentado varias remodelaciones y, en una de ellas, perdió una piscina, que fue sustituida por una caseta para reuniones, mucho más útil para un establecimiento al que ahora principalmente recurren trabajadores de IKEA de otros países y otra gente de negocios.

Älmhult, el 'pueblo IKEA'

En este pueblo de alrededor de 9.000 habitantes, IKEA lo es todo. En él se ubica el museo IKEA, en el edificio en el que se abrió la primera tienda de la compañía en 1948, cinco años después de que se crease la empresa. También en Älmhult se encuentra IKEA of Sweden, que alberga las oficinas y el departamento de prototipos, que guarda los secretos mejor guardados del gigante sueco, los proyectos en los que trabajan los 20 diseñadores de IKEA. Para llegar al Test Lab, otro centro de la organización sueca, hay que caminar a una zona más alejada.

Allí, se puede observar cómo culos de plástico ponen a prueba la resistencia de las sillas de IKEA antes de que salgan a la venta. Incluso la población es IKEA: más de 5.000 vecinos de Älmhult trabajan en la compañía. Y así se puede observar en el mayor termómetro de los romances esporádicos en casi todas las latitudes: las apps de citas. Eso sí, para que las plataformas de Bumble y Tinder carguen desde la cama del Hotel IKEA, hay que desconectarse del wifi el alojamiento. Sigo intentando descifrar por qué. Trabajadores de las áreas de Comunicación, Diseño y áreas más técnicas... pero pocos, porque en pocas decenas de swipes, los perfiles se agotan. Otra certeza que confirma lo familiar que es este pueblo.

Para finalizar la ruta por el 'pueblo IKEA', aprovechamos para visitar el lago Möckeln, el mayor atractivo de Älmhult, al que se llega atravesando un cementerio, una iglesia y un bosque. Regresamos al hotel para tomar un vino y probar la cocina de la provincia de Småland que dan en el restaurante. Todos elegimos smash burgers. Una vez terminadas, regreso a la sobria habitación para disfrutar de mi parte favorita. Esta noche, duermo ocho horas del tirón.