PRIMER ANIVERSARIO EPE

Llama un periodista

Sabiduría y sentimientos salpican las cincuenta entrevistas con escritores y artistas que, con la firma de Juan Cruz, ha publicado a lo largo de su primer año de andadura ‘El Periódico de España'

Los escritores Juan Tallón (imagen central), Rosa Montero (arriba a la izquierda), Álvaro Pombo (abajo a la derecha), Irene Vallejo (arriba a la derecha) y Julia Navarro (abajo a la derecha).

Los escritores Juan Tallón (imagen central), Rosa Montero (arriba a la izquierda), Álvaro Pombo (abajo a la derecha), Irene Vallejo (arriba a la derecha) y Julia Navarro (abajo a la derecha). / EPE

Juan Cruz

Juan Cruz

Hay un punto y aparte muy triste en este (casi) un año de entrevistas que he cumplido en Prensa Ibérica, arrancando de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Entrevisté a casi medio centenar de personas, escritores, artistas, sobre todo, en ese periodo de tiempo hice otras entrevistas, de otro carácter, e incluso hice algunas para contar mi periodo en la historia de la editorial Alfaguara. Una de estas entrevistas para contar ese tiempo fue la que le hice a Javier Marías en febrero. Se convirtió, cuando se acabó agosto, en la herida más grande de mis tiempos recientes como entrevistador. Le hice aquellas preguntas para un libro, y fue enseguida póstuma, una lágrima periodística, un adiós de papel que ya no tenía otro testigo que quien había hecho las preguntas. 

Álex Sàlmon, el director de Abril, acordó con nuestro redactor jefe, Jacobo de Arce, que esa entrevista que ahora quemaba en mi memoria bien podía ser portada de nuestro suplemento literario. Ni siquiera me atreví con el editing, me ayudó nuestra colaboradora Carmela García Prieto, de modo que, entre todas las numerosas entrevistas que hice en este periodo de tiempo, iba a estar aquel trallazo de realidad literaria que serían las últimas palabras dichas en largo a un periodista por Javier Marías. La tristeza que me supuso aquella muerte no se borrará, es tinta de mi vida, sangre de mi lamento. Y es tinta, también, pero no contiene lágrimas, la que le hice más recientemente, por mail, al Nobel Coetzee, que ha escrito una novela de amor, El polaco. De nuevo Álex y Jacobo consideraron que valía para abrir un suplemento que nos llena de orgullo a los que estamos en esta aventura. Si aquí dejara escrito lo que de una forma u otra he ido publicando en esta nueva aventura de mi vida como entrevistador se entenderá muy bien por qué debo gratitud a quienes me han permitido seguir despierto para preguntar. 

En fin. Entrevistar es uno de los lujos del oficio, y EL PERIÓDICO DE ESPAÑA me regaló ese privilegio nada más aterrizar en este diario recién nacido, viniendo de El País, el periódico en el que estuve 46 años haciendo lo mismo y otras cosas, aprendiendo a preguntar. Ahora hago lo mismo, aprendo a preguntar preguntando.

Nada más llegar me dijeron que hiciera precisamente eso, hacer lo que ya hacía, y enseguida propuse entrevistar a Juan Tallón, larguirucho inteligente, quizá la revelación más sólida en la literatura de ficción de los tiempos recientes. Gallego de voz y de acento, había publicado en Anagrama su novela Obra maestra. No es una exageración si se dice que ese libro, dedicado a desvelar el misterio de lo que pasó con una escultura de miles de kilos desaparecida de las salas del Museo Reina Sofía, es asimismo una obra maestra. 

La obra maestra de Serra ha sido igualada por Obra maestra, la novela de Tallón, y en su busca me lancé nada más entrar por esta puerta que ustedes abren cada día y que se llama, en abreviatura, EPE. Es un entrevistado dispuesto; no dice una palabra que sobre, tan solo tienes que mirarle directamente a los ojos para que él se concentre y responda. Hay entrevistados de mirada huidiza, que da igual como los mires que ellos van a su bola, buscando en las musarañas la inspiración, pero en el caso de Tallón lo que hay que hacer es mirarlo de frente, no dejar que esa mirada se escape, porque por otra parte él busca el centro de tus ojos para dirigirse a ti como si en la mirada tuvieras el magnetófono, que en los tiempos actuales es el teléfono móvil. 

Allí estaba, por otra parte, José Luis Roca, el fotógrafo, que lo captó exactamente así, mirando, en el sótano literario del hotel de Las Letras. Meses después, cuando ya aquel éxito estaba en sazón y era recuerdo de un año de triunfos de Juan Tallón, lo entrevisté de nuevo (en este caso las fotos fueron de David Castro) para una sección que aquí me dejaron hacer, Ahora que no nos oye nadie. Pedí permiso para hacer esta nueva entrevista en la sala de comidas del presidente del grupo, y Javier Moll nos abrió las puertas de ese luminoso cenáculo en el que, de nuevo, Tallón desplegó sus brazos como si quisiera abarcar, por ejemplo, la contextura de la famosa escultura robada. Es un hombre de veranos, y se le veía feliz, como aliviado de que aquello que le ocurrió no fuera un sueño avalado por la lista de más vendidos. 

Tallón, ante algunos de los libros que ha publicado.

Tallón, ante algunos de los libros que ha publicado. / David Castro

Para esa sección veraniega, que duró hasta el otoño, busqué en primer lugar a una escritora igualmente triunfante, Julia Navarro, que como casi todos los (buenos) escritores de hoy viene del periodismo. Tímida, vestida con una camisa de verano, sentada como para el dentista, se sometió a mis preguntas con la generosidad de una colega. Se me ocurrió preguntarle lo que durante años pregunté a otros, a partir de unos versos del poeta alemán Michael Krüger: "A veces la infancia me envía una tarjeta postal/ ¿Te acuerdas?". Y ella me dijo, mirando al suelo de la mesa, como si hubiera ahí una bola de cristal: "Yo me acuerdo mucho de las tardes en que mi abuela me enseñaba a leer: ‘Repite, empieza otra vez, entona…’". Era fácil imaginar que, con esa receta, afrontaría luego los dos papeles, el de periodista y el de novelista, que serían no sólo su oficio sino las marcas de su triunfo como narradora. "Repite, empieza otra vez, entona…".

Llamar a la gente, pedir entrevistas. Este es mi oficio. ¿Cómo se hace? Llamando. "Disculpe, le llama un periodista". ¿Qué hacer antes de la entrevista? Si es un escritor, leer su libro, sabértelo. Entrevisté en este periodo a muchos escritores, me lo pedía el cuerpo y, muchas veces, me lo pidió Jacobo de Arce, mi redactor jefe. 

Hace un siglo, más o menos, conocí a Álvaro Pombo en Londres; él iba con tenis que agrandaban sus pies zancudos, y era entonces telefonista en un banco que había sido de su familia cántabra. Luego, cuando yo ya estaba en Madrid haciendo entrevistas para El País y él ya vivía en la capital de España, le hice entrevistas anuales, hasta que se hizo famoso. Esta vez, por el mes de marzo de 2022, se estaba recuperando del estrés de la vida en una residencia para mayores, y allí fui a preguntarle por su último libro, nada menos que un diálogo con Dios, Un asalto a la idea de Dios. Lo llamé, "claro, vente". Sentado en su silla de ruedas me dio mil titulares, y este eligió Jacobo para subrayar la entrevista: "Dios ha sido embarrado por la Iglesia". La foto lo situaba como es: la boca cerrada y hacia adentro, los ojos azules escrutándote, las gafas de aro como de monje, las manos enmarcando su frente despejada, y en la escritura que envuelve su figura palabras llenas de sentido, y de sentimiento. 

En ese mismo ciclo de llamadas telefoneé a Luis Landero ("te llama un periodista"), la paz de persona, el autor de Lluvia fina, que acababa de publicar Una historia ridícula, una maravilla. Su casa es la metáfora vivida de esa paz que transmite este hombre que esconde el nervio detrás de una sonrisa bondadosa. Esta entradilla la puso Jacobo, me imagino, y retrata la novela como si la mirara a los ojos: "Luis Landero vuelve con una novela filosófica sobre un hombre que esconde su ruindad bajo una buena oratoria". Y sobre la filosofía que enmarca el libro mismo él me dijo: "Hay quien se reafirma en los errores solo por no conceder al oponente una disculpa". Nunca me había ocurrido antes esa sensación que producen, por ejemplo, la casa y el espíritu de Landero: me dieron ganas de pedirle que me adoptara. 

Avanzado el año, cuando ya se acercaba el tiempo de susurros cansados que es el principio del verano, vino al Café Gijón, con pantalón corto caqui, desde la sierra de Madrid, cerrada ya su librería, Rafael Reig, que acababa de publicar un libro que luego ha arrasado, como se dice en el argot. Él hablaba bajito, pero en sus novelas se habla fuerte, y en esta entonces tan reciente, El río de cenizas (Tusquets, como los de Landero y como casi todos los suyos) la desgracia de envejecer está descrita con el bisturí y la enorme gracia que tiene Reig para describir y adentrarse precisamente en la desgracia. Eso no lo puede decir un periodista a la cara de aquel al que entrevista, pero ese día hasta mi nombre me parecía extraño, pues estaba en mi crisis de junio, acaso por eso le puse a la entrevista este título: "No te puedes reír del dolor de los demás sin compasión". "Todo", me había dicho el escritor, "puede ser objeto de risa", y así salió Reig en la foto que usamos, sonriendo. Es el hombre más serio que mejor se ríe.

Entrevisté a tantos. Una mañana temprano me dieron hora para encontrarme con Rosa Montero en la Biblioteca Eugenio Trías (qué nombre tan querido) del Retiro. Llegó veloz, como es ella, y yo estaba nervioso como un chiquillo, porque ella siempre me infundió tanto respeto. Estar nervioso no es bueno para entrevistar, porque luego equivocas lo que dice el entrevistado con lo que tú crees haber escuchado. Y ella me dijo después que había titulado mal esta conversación sobre El peligro de estar cuerda, otro éxito de Rosa, otro éxito del año, que acababa de salir, hasta el punto de que la mía era la primera entrevista que daba. Así la titulé: "Encontré el sentido a la vida y he perdido el miedo a la muerte". Juraría que es lo que escuché, lo que grabé, lo que anoté, pero el entrevistado siempre tiene razón. Por otra parte, el libro es poderoso, más allá de lo que pudiera calificarse como tal: hondo y poderoso, un torbellino. Ella lo explicó así: "A medida que iba avanzando [en la escritura] tuve la sensación de ir metiéndome en un torbellino hasta llegar al ojo del huracán".

Huracán Rosa, torbellino Rosa, admirada y tan querida. Entrevisté a tantos en este periodo de mi vida de periodista, que de momento cumple sesenta años de oficio, que me ha parecido que EPE me metió en un torbellino que se parece, es un decir, al huracán del que habla Rosa. ¡Ni un día, casi, sin entrevista! Gracias, EPE, por mantenerme a flote en este huracán de preguntas y respuestas. 

La escritora Irene Vallejo en Madrid. 

La escritora Irene Vallejo en Madrid.  / ALBA VIGARAY

Hubo, por otra parte, entrevistas remanso y entrevistas sobresaltos. Remansos, por ejemplo, Julio Llamazares o Irene Vallejo, que formaron parte del menú del último verano de mi juventud, y a los que con tanto talento retrató Alba Vigaray. Irene se sentó donde Tallón, en el comedor del presidente de Prensa Ibérica. Sosegada, esos ojos de sonrisa perenne, la paz del espíritu siendo consejera de su sabiduría, pero de pronto este suspiro sube al titular: "El acoso escolar me volvió reacia al conflicto"

Me enseñaron que después de un titular así no es preciso hurgar, hay que dejarlo como está, y así lo dejé, fue tan placentero escuchar a esta mujer que tiene en la mirada una obra de arte. ¿Y Llamazares? Hizo este regalo desde el título: "La literatura es como el carbón, se forma cuando los árboles mueren". Era imposible no imaginarlo mirando el paisaje del que viene casi todo lo que le duele y que en él se ha convertido en escritura: ese pueblo suyo, Vegamián, inundado para siempre como quien sufre un golpe de silencio y tormenta. 

Tantas entrevistas. ¿Hice cien entrevistas en este tiempo? Parecieron cien, yo aprendí como si fueran mil, y ahí sigo, ahora que el periódico cumple un año digo lo que digo a quienes me preguntan cómo se hace para pedir que te hablen los escritores y aquellos que no lo son: les llamas por teléfono, y si te dicen que sí tú vas con unas preguntas señaladas en un papel. Y luego llamas, siempre llamas, al redactor jefe, y le dices, en este caso: "Jacobo, ¿cuánto cabe?". Y ya todo es papel (o web) y diseño, periodismo