LIMÓN & VINAGRE

Jorge Fernández Díaz, bendita corrupción

La corrupción de derechas se distingue porque puede ser perdonada en acto de contrición, una red y redención a las que en ningún caso puede aspirar un corrupto ateo de izquierdas

Jorge Fernández Díaz, en 'Limón & Vinagre'.

Jorge Fernández Díaz, en 'Limón & Vinagre'. / REUTERS / EPE

Matías Vallés

Matías Vallés

"No es palabra de Dios", así reza la letanía más frecuente de Jorge Fernández Díaz, catalán de Valladolid. Sermoneó con esa apelación divina a su número dos en Interior y coimputado en la Kitchen, en el careo ante la Audiencia Nacional donde imitaron a Esteso y Pajares con ribetes de santidad. Y el ministro de Interior favorito de Rajoy también bendijo con un "no es palabra de Dios" a un diputado inquisitorial de la comisión de investigación del Congreso, para relativizar un auto judicial herético. ¿Cabe hablar de corrupción ministerial, con tan inapelable patrocinio?

La reconversión religiosa de Fernández Díaz tuvo lugar tras un viaje a Las Vegas, la Sodoma contemporánea. Hoy es más glorificado como el ministro de la Kitchen, que debió ser Chapel por respeto a las creencias del principal involucrado, por fin un caso de pecados políticos que se entiende a la primera. Bendita corrupción, siempre presunta y supuesta en todo lo que sigue, del titular de Interior que apadrinó la policía religiosa patriótica. En resumen, se habrían desviado fondos y trabajadores públicos para eliminar pruebas comprometedoras en manos de Luis Bárcenas, el mismísimo diablo en cuanto decidió tirar de la túnica sagrada que cubría al PP.

Quince años de petición fiscal de penitencia carcelaria son un infierno en esta tierra, pero los feligreses se escandalizaron al escuchar las grabaciones de San Jorge enredado con el dragón de la corrupción. La confesión se difundió por gentileza de Villarejo, que es el Enríquez Negreira de la policía o viceversa. El comisario herético le tira de la lengua al ministro, debaten las lealtades de la Audiencia Nacional como si fuera un cónclave papal, mientras el sinuoso funcionario armado graba para la eternidad. De ahí que deba refrenar la tentación de una carcajada, cuando Fernández Díaz sentencia cardenalicio o farisaico:

- El ministro de esto no sabe nada, ¿eh? Esta conversación no ha existido, ¿está claro?

El político camino del calvario tras estaciones en UCD, CDS y PP, no esquiva el tormento a la hora de desmarcarse de la plática sigilosa que protagoniza:

- Negaré bajo tortura que esta reunión existió.

Siempre con la vocación de martirio por delante, una apelación a la entereza espiritual que como mínimo debería servir de eximente. Y Fernández Díaz cumplió con su negativa bíblica en el potro, porque en el templo del Congreso manifestó, con el mismo voluntarismo de su predecesor Acebes despistando la autoría del 11M:

- Jamás he despachado nada con Villarejo en mis cinco años de ministro.

Y ya investido del papel de san Pedro negando con reiteración a su Maestro, también se desmarcó ante el juez García Castellón, "no he tenido ni una sola relación con Villarejo". Sin olvidar la tercera traición, de nuevo ante la comisión parlamentaria y desde una interrogación escolástica que hubiera maravillado a Santo Tomás:

- ¿Por qué yo me atrevo a decir que no oirán ustedes ninguna grabación mía con el señor Villarejo? Porque no la hay.

No es palabra de Dios. Dado que Fernández Díaz ha manifestado que cree en los milagros, y aunque confiar en la lotería no siempre garantiza el premio, cabe reseñar aquí un prodigio. En cuanto miente que solo ha estrechado superficial y ocasionalmente la mano del comisario fraternal, le aparecen en el rostro los visajes y tics de Jordi Pujol, el santo patrón de cualquier circunstancia ligada a la política catalana.

La corrupción de derechas se distingue porque puede ser perdonada en acto de contrición, una red y redención a las que en ningún caso puede aspirar un corrupto ateo de izquierdas. Además, el caso Mediador demuestra que los negocios sucios progresistas se rematan en burdeles. Las almas iscarióticas acusarán también a Fernández Díaz de haber prostituido hipotéticamente la sacrosanta función policial. En el peor de los casos, habría compensado de sobras alguna desviación venial, porque también canonizó a la institución al conceder la Medalla del Mérito Policial a Nuestra Señora María Santísima del Amor. Y sus aleluyas alcanzan a la Santísima Virgen de los Dolores de Archidona, que recibió la Cruz de Plata de la Guardia Civil "por orden" del ministro del Interior.

La Audiencia Nacional de la Kitchen se ha quedado paralizada, como la esposa de Lot transformada en estatua de sal, ante el ministerio del Interior. No ha indagado más allá. Los vaticanólogos del PP insisten en que Fernández Díaz jamás apuntará hacia su patriarca Rajoy. Claro que también decían que Urdangarin no inquietaría a la Familia Real, y ya ven. La pregunta correcta a Feijóo es si el cristianísimo exministro de su partido engrosa la "gente de bien".