LIMÓN & VINAGRE

Luis Bárcenas, camino al olvido

Luis Bárcenas en Limón & Vinagre.

Luis Bárcenas en Limón & Vinagre. / José Luis Roca.

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Luis Bárcenas fue un personaje de la literatura picaresca española de principios del siglo XXI. Dentro de muy poco será difícil saber si está (o estuvo) basado en un personaje real. Como suele ocurrir el personaje es mucho más interesante que la persona e incluso fue más que suficiente para producir una película, titulada B, en el que el actor Pedro Casablanc realizó un trabajo extraordinario y consiguió el Premio Feroz y una nominación para el premio Goya al mejor intérprete. ¿Qué más queda? Sin duda uno de los wasaps fundacionales de la zombificación de la democracia parlamentaria española: “Sé fuerte, Luis”. Porque Mariano Rajoy, aunque nadie lo recuerde tampoco, ha practicado otros géneros, aparte de la crónica deportiva dadaísta y el discurso político autorreferencial. “Sé fuerte, Luis”. Era sobre todo una forma de darse ánimos a sí mismo, no tanto a Luis, y Bárcenas no tardaría en descubrirlo.

Las señas de identidad públicas de Bárcenas —la biografía del personaje— es más o menos conocida. Aunque algunos han intentado hermosearla para dibujar a un self of man, en realidad es la crónica vital de alguien (un joven llamado Luis) que se encontró con el chollo de su vida: el Partido Popular. Su padre era el director de una sucursal del Banco Central en Badajoz y tenía una relación de mucha confianza —por decirlo suavemente— con un empresario que comenzaba a dar sus primeros pasos en política llamado Ángel Sanchís. 

El padre le pidió una ayuda y Sanchís, ya tesorero del PP, contrató al chico, verano de 1982, como administrativo en la sede central de la calle Génova. Allí encontró Bárcenas su lugar en el mundo, su herramienta para prosperar y su eje de relaciones sociales y empresariales. Todo. Es imaginable un PP sin Bárcenas —de hecho toda la cúpula del PP ha fingido imaginarlo durante lustros— pero en ningún caso un Bárcenas sin el PP. Allí encontró una anónima y guapa telefonista, Rosalía Iglesias, de la que se enamoró y terminó casándose, después de divorciarse de su primera esposa. Allí terminaría nombrando jefe de seguridad a su propio cuñado, Antonio de la Fuente. Y allí comenzó su irresistible ascenso por la jerarquía de la organización, sin prisa pero sin pausa.

Este ascenso tranquilo y taimado se basó en dos circunstancias. Primero, en la eterna necesidad de alguien con mucha sangre fría y muy pocos escrúpulos para hacer el trabajo sucio. Aprendió rapidísimamente a moverse como una elegante pantera por la zona de sombra entre lo legal y lo ilegal, entre lo repugnante y lo crapuloso, entre la obvia mentira y su verdad. Y acumuló una enorme y pringosa información sobre el PP, su funcionamiento financiero y los bocados de sus líderes. Porque en el PP los dirigentes recibían sueldos de los que jamás se informaba a los militantes. Cuando Mariano Rajoy estaba en la oposición, por ejemplo, cobraba como presidente del grupo parlamentario del PP en el Congreso de los Diputados – unos 80.000 euros anuales – pero recibía una cantidad similar del partido. Por supuesto esto, comparado con la trama Gürtel, son minucias.

Pero ilustra una evidencia que suele olvidarse: los primeros estafados en la gestión espúrea del Partido Popular, en la que se regó con muchos millones de euros a la mayoría de los dirigentes nacionales, fueron los militantes. Bárcenas llegó al Olimpo cuando José María Aznar designó a Álvaro Lapuerta como tesorero mientras él seguía ostentando el cargo de gerente. Lapuerta actuaba en realidad como relaciones públicas porque las fianzas las controlaba Bárcenas. Era quien metía los brazos hasta los hombros en el cenagal de las donaciones de empresarios grandes, medianos y pequeños, el que sistematizaba la información y la desdoblaba en caja A y caja B, el que atendía las solicitudes de las organizaciones territoriales y de los equipos de los candidatos.

Mientras tanto le habían dado un escaño en el Senado en el que cobraba como cualquier padre de la patria, aunque su principal fuente de ingresos regulares seguía siendo el partido: se le abonaban alrededor de 200.000 euros al año. Cuando por fin Bárcenas es engalanado como tesorero culmina su carrera. Considera que ya su posición es intocable. Más tarde se sabrá que acumula un patrimonio inmobiliario de cerca de cuatro millones de euros y que tiene en bancos suizos cuentas por valor de más de cuarenta millones.

La corrupción política carcomió al bipartidismo imperfecto para alumbrar un perfecto (y democráticamente mucho más peligroso) bibloquismo”

Todo esta arcadia de buhoneros y sacamantecas, de peticionarios de obras y servicios y aguinaldos electorales, comenzó a desquebrajarse, como es sabido, a raíz de la denuncia de un excargo público, porque estos anillos de corrupción suelen implosionar, es decir, derrumbarse desde dentro. Comenzó entonces un sainete terrorífico en el que el principal protagonista, ese Bárcenas que ahora mismo empieza a evaporarse, negó la corrupción del PP, la insinuó, la documentó, la volvió a negar, amenazó con tirar de la manta, guardó silencio. El PP no fue condenado como partido corrupto, como no lo fue tampoco el PSOE por el caso de los ERE en Andalucía, porque no existe un delito de corrupción así tipificado y que se pueda adjudicar a una organización política tout cort. Se puede hacer lo que hizo el Tribunal Supremo: condenar al Partido Popular como “partícipe a título lucrativo” en la trama Gürtel.

El escándalo sirvió para justificar (en diferido, como diría María Dolores de Cospedal) la moción de censura de Pedro Sánchez contra el Gobierno de Mariano Rajoy. Los enjuagues de Bárcenas condujeron finalmente a un Gobierno de socialistas y comunistas apoyado por ERC, el PNV y Bildu. Pero las putrefacciones andaluces también afectaron al PSOE que es ahora la mayoría parlamentaria más minoritaria que nunca ha gobernado en este país. La corrupción política carcomió al bipartidismo imperfecto para alumbrar un perfecto (y democráticamente mucho más peligroso) bibloquismo.

¿Y Bárcenas? Bárcenas apenas existe ya. Condenado inicialmente a 29 años en 2013 le fue después rebajada la condena a poco más de la mitad. Ahora, a instancias del propio Ministerio de Interior, se le aplica el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario y podrá disfrutar de libertad, salvo que debe volver los fines de semana a dormir a prisión. Al parecer en la cárcel pudo participar en una suerte de curso para corruptos arrepentidos con gran aprovechamiento. Es la especialidad de su vida: aprovechar oportunidades. Pronto no lo perseguirán ya periodistas y olvidaremos su nombre. Su condena. Su blanca melena esculpida con fijador y su pasta gansa.