Opinión | POLÍTICA

La revolución de las urnas

No me hagan volver a votar, bájenme los precios del supermercado, me corre más prisa

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elecciones / EFE

Que no nos devuelvan el balón que está en sus manos y en tiempo de juego, que diría el expresidente Rajoy en sus análisis del mundial. La revolución en este país, por suerte bajo el formato de reforma, ya nos llegó en 1977 con las primeras elecciones libres desde la Segunda República, y no hemos parado de votar desde entonces. La idea general de la democracia es que, con ese resultado y unas instituciones con procedimientos asentados, los elegidos hagan con el mandato encomendado lo que se espera de ellos, legislen, gobiernen y controlen.

Este es el juego que nos pareció entre todos, la voluntad general la llaman, el más adecuado. Hay veces que nos enzarzamos en las instrucciones de uso, como en las sobremesas navideñas cuando alguien saca el Pictionary y los que van perdiendo refunfuñan sobre el reparto de las tarjetas, el tiempo o la actitud obstruccionista del pintor y piden comenzar de nuevo. Es un clásico de estos días más que la repetición de ¡Qué bello es vivir!

Las tarjetas se repartieron por última vez en noviembre de 2019, y habíamos ido a votar en elecciones generales dos veces entre diciembre de 2015 y junio de 2016, y otras dos en el mismo año 2019. Parecía que estaban esperando que votáramos otra cosa, que no acertábamos con lo que se esperaba de nosotros, que en una final del ¿Quién es quién? a cara de perro con tu cuñado tienes menos oportunidades.

Esta última vez, la partida nos aguanta tres años, con sus presupuestos, sus estrategias de coaliciones variables, sus legítimos intentos de censura, sus no tanto bloqueamientos institucionales, y el tiempo previsto es que continué casi doce meses más. A los que se les está haciendo insoportablemente largo han vuelto de manera circular a la ilegitimidad del juego y a la creatividad procedimental para salir del infierno en el que nos encontramos.

El secesionismo catalán también llamó a la revolución de las urnas para salir de una crisis social y política de la que ellos eran corresponsables, y ahora sectores de la derecha nacional española están alentado de nuevo en la ciudadanía sus ganas de cambio. Que me entran ganas de decirles como la madre a la hija en la gloriosa Cinco lobitos, todas esas vidas que no vives pueden ser perfectas, ideales, pero en algún momento hay que vivir la vida que te ha tocado.

Al gobierno le tocó gobernar según la voluntad común en 2019, y a la derecha le tocó la oposición sin capacidad de generar una mayoría parlamentaria. Sería ideal para ellos haber ganado, pero no fue, y aceptar las decisiones de los demás es el comienzo de la madurez. No me hagan volver a votar, bájenme los precios del supermercado, me corre más prisa.