SU ACENTO EN POLÍTICA

La impronta de Teresa Rodríguez: de los privilegios al acoso sexual a las políticas

El paso atrás de la política gaditana, que pasó de ser Anticapitalista a andalucista, deja la estela de nuevos debates y polémicas que hasta ahora habían estado silenciados en la Cámara andaluza

Teresa Rodriguez

Teresa Rodriguez / Gregorio Marrero

Isabel Morillo

Isabel Morillo

Teresa Rodríguez (Rota, 1981) ha pasado buena parte de los últimos siete años en un tren o en un autobús. Viajando a Sevilla desde su Cádiz natal desde que sacó su escaño en el Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento andaluz. Renunció al coche oficial. Ha hecho cientos de kilómetros sin que las peleas internas le hayan dejado nunca descansar de ruido y tensiones y con sus dos niñas, Aurora y Candela, siempre pegadas a ella. Primero la mayor, que se parece a la madre, después la chica, que es idéntica a su padre, José María González ‘Kichi’, alcalde de Cádiz.

Con ella empezó a ser normal ver a una política amamantar a su bebé en el escaño andaluz o ver a la líder de un partido político haciendo declaraciones de peso mientras entretenía a su niña. Sus detractores le recriminan que su capacidad de influencia real ha sido nula, en gran parte por su rechazo a pactar con el PSOE. Dicen que, a su paso, nada ha cambiado. Sin embargo, con su voz y su acento se colocaron en la agenda de la política asuntos que antes no se abordaban, desde los privilegios de los políticos hasta el acoso a las mujeres en la política. De su mano se han vivido de cerca las peleas más descarnadas en una izquierda de larga tradición cainita. Por su discurso, pero también por sus formas y su manera de ejercer la actividad pública, llegó un aire distinto a la Cámara. Es su impronta en la política andaluza.

Se va, sin fecha

Fue hace una semana cuando, en una entrevista en 7TV, Rodríguez anunció que, como había comunicado su pareja al decidir no volver a ser candidato en las municipales, ella también abandonaría el escaño “pronto”. Su equipo sabía que esas eran sus intenciones pero no tenían previsto hacerlo público hasta dentro de unos meses. Ahora no contesta ni cuándo ni si será una retirada definitiva de los cargos públicos.

Ella asegura con rotundidad que no irá en las listas de las generales por Adelante Adalucía y que volverá al instituto a dar clases. “Quedan algunas reuniones importantes para decidir los tiempos de Teresa”, señalan en su partido. Como ocurre con el alcalde de Cádiz, la marca política es ella más que su partido y eso es siempre un problema. Ya Podemos lamentó su “hiperliderazgo”. En la última campaña de las andaluzas la pregunta que más le incomodaba era esa que le recordaba que ella había prometido concurrir solo en dos mandatos. Ya lo hizo en 2014 al Parlamento europeo, en 2015 y 2018 al Parlamento andaluz y esta, de junio, era su tercera vez. Ella siempre respondía que su compromiso pasaba por estar ocho años y que aún le quedaba. Se cumplen al empezar 2023.

La portavoz del Grupo Mixto-AdelanteAndalucía, Teresa Rodríguez. EP

La portavoz del Grupo Mixto-AdelanteAndalucía, Teresa Rodríguez. EP / EP

La incógnita de las generales

En su equipo aseguran que “en principio” no irá en más listas pero dejan claro que para eso “aún queda una eternidad”. Su marca electoral es muy reconocible y en sus filas no cabe duda de que le pedirán que vuelva a ser cabeza de lista en las elecciones al Congreso. Es el siguiente gran paso para una fuerza que presume de ser la única con soberanía andaluza y sin tutelas de Madrid: hacerse con escaños en las Cortes. Es la meta.

Su impronta en la política andaluza está más en su forma de ser y de ejercer que en los logros, en forma de iniciativas o leyes, que haya dejado en el Parlamento andaluz. Abrió un debate que mantiene aún vivo, sin éxito, el de los privilegios en la clase política, con iniciativas periódicas sobre las dietas que cobran los diputados, incluso estando de baja por maternidad. Intentó devolver el dinero de sus asignaciones. El Parlamento se ofendió y todos los grupos la llamaron “demagoga”. Denunciaron que su discurso contra los privilegios es un peligro, además de populista. Ella nunca ha cejado en su intento de llevar más transparencia a la Cámara y recortar las pagas extras de sus señorías. Propone dietas conforme a los gastos. Su sueldo sigue siendo el de profesora. Se enfrentó a Pablo Iglesias por comprarse su chalet y siempre ha presumido de que ella vive en el mismo barrio, en un piso un poco más grande pero igual de humilde.

El beso humillante

Fue la primera política andaluza en denunciar a un empresario por acoso sexual. Ganó la demanda. Lo pasó mal. Recién llegada, en una copa de Navidad, en 2016, tuvo que aguantar que un empresario, Manuel Muñoz, la arrinconara, le tapara la boca y la besara. Fue condenado a 2.500 euros de multa. Rodríguez dijo que lo hizo por ella pero también por todas las mujeres que en condiciones de mucha más debilidad deben aguantar este tipo de situaciones.

El empresario dijo que fue “una broma” después de tomarse “tres copitas”. Ella desveló que se sintió “una cosa” y que fue “humillada” hasta el punto de sentir “miedo”. Se llevó toda la noche dándole vueltas porque en el momento no supo reaccionar y decidió interponer denuncia. Algunos en privado, no se atrevieron en público, la acusaron de querer sacar rédito político. El juez puso las cosas en su sitio: condenó por abuso sexual. Ocurrió en la Cámara de Comercio de Sevilla. A partir de ahí muchos en las copas de Navidad se pensarán dos veces algunos gestos por muchas copas que haya.

La primera polémica política que protagonizó Teresa Rodríguez, cuando llegó al Parlamento andaluz, allá por 2015, tuvo que ver con Podemos y con el PSOE. Sus quince diputados, en plena ola al alza de los morados, condicionaban la formación del primer Gobierno de Susana Díaz. La líder socialista necesitaba un aliado para ser investida. Fue Cs porque a su izquierda se encontró el discurso de oposición más duro que había oído en mucho tiempo.

Por aquel entonces, Rodríguez, líder de Anticapitalistas, iba de la mano de Pablo Iglesias y desoía las presiones del ala más blanda, la de Íñigo Errejón, que apostaban por formar gobiernos con los socialistas y descabalgar el discurso más puro y duro, ese que decía, como dijo Rodríguez, que “con el PSOE ni muerta”. Sin duda, su relación personal es mucho más cordial con Juan Manuel Moreno (PP), en las antípodas ideológicas, de lo que lo fue con su antecesora socialista en la presidencia de la Junta de Andalucía.

El paso del tiempo convenció a Iglesias de que había que pactar con los socialistas pero nunca convencería a Rodríguez. Si ha habido dos enfrentamientos de alto voltaje en la política andaluza los ha protagonizado la diputada por Cádiz con Susana Díaz y con la candidata de Vox, Macarena Olona. Durante la última campaña electoral Rodríguez lo tuvo claro. Se acabó el ignorar a la extrema derecha. Comenzó a combatir el discurso de Olona frente a frente, en cada debate, sin gravedad pero con desparpajo. Si hubo un vídeo electoral que pulverizó al resto en visitas fue el de Rodríguez riéndose de “Macarena la Llorona”, grabado sin medios y editado por sus compañeros, pero que encontró el tono exacto y la broma precisa para desacreditar a la candidata de Vox.

La exlíder de Podemos contaría años después que Pablo Iglesias la llamó al límite del plazo oficial para cerrar la lista electoral de 2015. Viajaba en un tren camino de Cádiz. Le dijo “si quieres negociar vente a Bruselas”. Dio la vuelta. Cambió el sentido de la vía, se subió a un avión y se fue a defender sus nombres. Desde ese momento supo que la cosa iba a ser complicada. El divorcio pacífico llegó en 2020, con un vídeo grabado con tintes de amor y promesas de respeto mutuo pero la declaración de buenas intenciones quedó en eso, en un video. Ya antes había una trayectoria plagada de desencuentros. Rodríguez quería un Podemos Andalucía sin tutelas y Madrid nunca se lo concedió.

Expulsada de su grupo

Exploró la alianza con IU en Adelante Andalucía y esa ruptura, sin duda, fue el trago más amargo de su trayectoria parlamentaria. Desde Madrid cambiaron el Pacto Antitransfuguismo para “arreglar lo del Sur” y lograron expulsarla a ella y todos sus afines, la mayoría del grupo. Le cogió de baja maternal y le dolió en el alma. Ella antes ya había intervenido las cuentas bancarias, siempre recuerdan en IU. Fue un momento difícil, con los suyos arrinconados en un despacho compartido con una exdiputada de Vox que portaba los símbolos de Falange Española y con todos los partidos en su contra, porque en aquel momento ningún grupo frenó la maniobra de Podemos, el PCE, IU y PSOE desde Madrid, para arrinconarla. “Es como si quisieran fumigarnos”, dijo con dolor entonces un diputado de su grupo.

La líder de Adelante Andalucía llegó como Anticapitalista y se va como dirigente de un partido de izquierdas netamente andaluz. En su trayectoria parlamentaria no hay grandes hitos. Recuerda con especial cariño el logro de la bioclimatización de las aulas andaluzas de la mano del movimiento ‘Escuelas de Calor’ o el aplauso cuando se aprobó la ley ‘trans’ en Andalucía, sin votos en contra. Se queda como uno de los momentos más importantes el más reciente, la conquista para Manuel José García Caparrós, con todo el arco parlamentario, excepto Vox, a favor de la iniciativa que ella defendió para que el sindicalista de CCOO asesinado por una bala de la Policía el 4 de diciembre de 1977 sea reconocido como víctima de la memoria democrática y para que se desclasifiquen los archivos de su asesinato. Acudió al acto institucional de San Telmo el pasado domingo 4 de diciembre antes de irse a la manifestación de la izquierda y charlar amigablemente con la secretaria general de Podemos Andalucía, Martina Velarde, ahora enfrentada a quienes fueron sus enemigos en IU. Las vueltas que da la vida política en ocho años.