ANÁLISIS

Queipo de Llano, la voz del terror del alzamiento militar

El llamado "virrey de Andalucía" fue responsable de la muerte de 45.000 andaluces, de los cuales más de 12.000 sevillanos

Gonzalo Queipo de Llano, en primer plano en la parte izquierda de la imagen.

Gonzalo Queipo de Llano, en primer plano en la parte izquierda de la imagen.

Andreu Mayayo

Minutos antes de las nueve de la noche del 18 de julio de 1936, el general Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, castellano viejo, nacido en Tordesillas (Valladolid) hacía 61 años, se puso delante del micrófono de Unión Radio Sevilla con intención de trasmitir con toda claridad y firmeza el mensaje inspirado en la instrucción reservada comunicada por el director del golpe de estado, el general Emilio Mola Vidal, en la cual aconsejaba crear una atmósfera de terror eliminando sin escrúpulos a todo el que, por activa o por pasiva, fuera partidario del Frente Popular. En dos palabras: a quien no mostrara su apoyo incondicional al llamado "Alzamiento Nacional".

"¡Sevillanos!: la suerte está echada y decidida por nosotros, y es inútil que la canalla resista y produzca esa algarabía de gritos y tiros que oís por todas partes. Tropas del Tercio y de Regulares se encuentran en camino de Sevilla y, en cuanto llegues, esos alborotadores serán cazados como alimañas. ¡Viva España! ¡Viva la República!".

A pesar de ser considerado un defensor del régimen republicano, por lo cual fue nombrado Capitán General de Madrid tras la proclamación de la República, la enemistad de Queipo de Llano con la Monarquía no tiene nada que ver con sus ideales republicanos, sino con su enfrentamiento con su buen amigo Miguel Primo de Rivera, el cual le había cortado las alas durante la dictadura, calificándolo de "indisciplinado, díscolo y difícil de ser mandado".

"Un sádico nato"

Queipo de Llano era, por definición, un ególatra denostado por sus compañeros de armas y un resentido, primero con la dictadura, después con la Monarquía (por el apoyo del rey Alfonso XIII a Primo de Rivera), más tarde con la República (a partir de la defenestración de Niceto Alcalá Zamora, su consuegro) y, finalmente, del propio franquismo. Tras la guerra civil, Franco se lo sacó de encima en cuanto pudo, eso sí, con el nombramiento de Teniente General y la Gran Cruz Laureada de San Fernando. Para el hispanista Gerald Brenan, simplemente "un sádico nato".

Queipo de Llano jugó un papel fundamental en el éxito de la sublevación militar. El cargo de Inspector General de Carabineros le permitía muñir el golpe por toda España. Convenció a Miguel Cabanellas, el Capitán General de Aragón, antiguo compañero de conspiración contra la Monarquía y masón conocido, de sumarse al golpe, con el cual se neutralizaba en Zaragoza uno de los principales baluartes de la CNT. Y, por último, aceptó sin rechistar que Mola cambiara su ubicación inicial el día del golpe de Valladolid por la de Sevilla, es decir, pasaba de jugar en casa a jugar en campo contrario, en otro baluarte confederal y de izquierdas.

Genocida social

La sensación de encontrarse en tierra hostil explica, en parte, el ejercicio de una represión que, esta sí, se puede definir de genocida social. El llamado "virrey de Andalucía" fue responsable de la muerte de 45.000 andaluces, de los cuales más de 12.000 sevillanos. Barrios populares, como Triana, fueron pasados por las armas y las columnas de legionarios, regulares y falangistas sembraron la muerte por doquier.

Queipo de Llano se convirtió en un ángel exterminador que pregonaba, con un lenguaje cuartelario y soez, sus (viles) hazañas y anunciaba (sin tapujos) las siguientes cada día a través de la radio escuchada en toda la península. Unos con admiración, otros con el miedo pegado al cuerpo. No se trataba solo de matar, sino de violar, humillar y ofender. Sin piedad, ni compasión.

"Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y a la vez, a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar, por mucho que berreen y pataleen".

Para Queipo de Llano, dos palabras debían de desaparecer del diccionario de la lengua castellana: amnistía e indulto. Y la única manera que podían vivir las personas decentes y patrióticas era recluyendo a sus enemigos en campos de concentración. ¿Cómo es posible que una persona que deshonró el uniforme que vestía y la fe que profesaba haya sido venerada durante tantos años en la Macarena? Bendita Ley de Memoria Democrática.