CARA A CARA EN EL SENADO

Sánchez y Feijóo tratan de ridiculizarse en un debate en el que blindan la negociación del CGPJ

El presidente del Gobierno y el líder del PP libran en el Senado un duelo marcado por la ironía y por los intentos mutuos de desacreditación, menos en lo que respecta a la renovación del Consejo General del Poder Judicial

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i)durante el pleno del Senado.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i)durante el pleno del Senado. / EFE/ Fernando Alvarado

Ángel Alonso Giménez y Miguel Ángel Rodríguez

A ver si como el amor se van a romper los duelos Sánchez-Feijóo de tanto usarlos. Rocío Jurado lo predijo. El presidente del Gobierno y el líder del PP están avisados. De momento, han protagonizado dos, uno el 6 de septiembre y otro, este martes. Aquel fue duro, rocoso, el líder del PSOE fue “a por todas”, que es un mantra que usa mucho ahora. Este último no ha sido tan áspero, ha prevalecido la ironía, algo de humor y guasa, sobre todo en el jefe del Ejecutivo, pero ello no ha evitado un intento mutuo de ridiculización. Al menos han salvado la negociación sobre el nuevo Consejo General del Poder Judicial, que es el acuerdo que se avecina. Por fin.

No está muy claro que este tipo de debates calen en la gente. No parece que creen una atención desmesurada, curiosidad por saber qué modelo de país ha de imperar en un contexto tan adverso, con la inflación altísima aunque moderándose un poco, casi en el 9%; y amenazas de recesión en Alemania y de otoño conflictivo en Francia. Pero Sánchez decidió a finales del verano que había que desmontar al líder del PP como sea después del desastre de las elecciones andaluzas, y para ello se propuso buscar duelos cara a cara. Ya van dos. Vendrán más. “Nos devoramos vivos como fieras”, dice Rocío Jurado en otro pasaje de la canción.

Traca en la segunda toma

El presidente del Gobierno hizo una primera intervención de una hora basada en la defensa de la gestión, y no sólo la de la crisis derivada de la guerra de Ucrania, sino también la que provino de la pandemia.

Recurrió a expresiones grandilocuentes para describirla. “Compromiso social” y “máxima determinación” fueron dos de ellas. Quiso así transmitir que mientras esté en la Moncloa no parará de movilizar recursos públicos para proteger a las clases medias y a las clases trabajadoras. No parará de ayudar a la mayoría social, en resumen, y por este motivo, medidas como el impuesto a las grandes rentas y los gravámenes a las energéticas y a los bancos. “Tienen el deber moral de devolver a la sociedad la solidaridad recibida durante la pandemia”, dijo.

Apenas criticó a Feijóo, quien aguardaba sus 15 minutos de réplica en el escaño, con su gurú económico, Juan Bravo, detrás, musitando un montón de datos. Pero sí deslizó que la manera de hacer oposición del líder del PP se caracteriza por “la ambigüedad calculada” a pesar de que “siempre será partidario de podar el Estado de Bienestar”.

Por aquí estaba la clave de bóveda de su estrategia para sacar de quicio al líder del PP. El repertorio era más amplio, y lo desplegó en la segunda intervención. De hecho, la empezó así: “Gracias por todas las propuestas que ha compartido con esta Cámara en su exposición; claramente no piensa en las próximas elecciones, sino en las próximas generaciones, y yo se lo agradezco”.

Es ironía. El presidente, de hecho, ha tirado de la mordacidad en varios momentos de su segunda y tercera intervenciones. Vean:

“Reconocerá usted que es una persona experta que algo habrá hecho el Gobierno de España en la compra de vacunas…”.

“Usted no se define, es su estrategia de oposición, no nos dice a las claras algunas cosas, utiliza bulos, como Pablo Casado en el pasado, y carece de propuestas”.

“No tiene ninguna respuesta ni alternativa a la realidad que viven los españoles, salvo las descalificaciones. No sé por qué me critica (...) Viene con lecciones de gran gestor público”.

“Usted que resume de taaaanta experiencia y de taaaanto saber hacer las cosas bien no utilice bulos. El beneficio de la duda se lo podía dar a Casado, pero usted, que es taaaan experimentado y ha hecho taaaantos presupuestos, olvida decir que triplicó la deuda pública de Galicia”.

“Yo sé que me puede dar lecciones de muchas cosas porque tiene mucha experiencia”.

Aparte de ridiculizar a Feijóo por una experiencia que no es tal, en opinión del presidente del Gobierno y de su equipo, el secretario general del PSOE ha intentado arrancar del líder del PP una serie de posiciones sobre asuntos que lleva a gala, como la excepción ibérica, los ERTE, la subida del SMI, la revalorización de las pensiones conforme al IPC o el impuesto a las principales entidades energéticas y financieras. 

No ha habido ámbito económico en el que Sánchez no haya intentado confrontar con el ideario de Feijóo. En sólo uno lo ha evitado, el de la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Gobierno y PP, tras la dimisión de Lesmes, andan cerca del pacto. “Parece que podemos llegar a un acuerdo en el Consejo General del Poder Judicial y en el Tribunal Constitucional. En aras de preservar ese espacio es importante que lo dejemos a un lado”. Feijóo ha cogido el guante.

Retire los presupuestos

Ni una sola mención al CGPJ del líder del PP, que dedicó la mayor parte de su discurso a intentar desmontar la gestión de Sánchez. Con una estructura similar a la que utilizó el presidente del Gobierno en el debate de septiembre, Feijóo fue criticando todas las bondades de las que el jefe del Ejecutivo sacó pecho en su discurso inicial. Incluso, le espetó la frase con la que Sánchez le atacó tan duramente en su último choque parlamentario: "¿Será insolvencia o mala fe?". La bancada conservadora estalló en aplausos y hasta se escuchó alguna que otra carcajada. 

"Yo también felicito a todo el Gobierno, empezando por las tres mujeres -en referencia a las tres vicepresidentas-, sobre todo, a la única que usted no puede cesar", arrancó Feijóo ironizando con las congratulaciones que Sánchez dedicó a su Gabinete. Y después llegaron los reproches.

El peor parte fue para los Presupuestos Generales del Estado, a los que cambió el nombre para tildarlos de la "hipotecas generales del Estado para 2023". El dirigente conservador no dio el mínimo crédito al proyecto de cuentas públicas que aprobó el Gobierno de coalición hace unas semanas. "Ficticios", faltos de rigor e "increíbles" fueron solo algunos de los descalificativos que usó. Todo ello para terminar exigiendo al Ejecutivo que retire los Presupuestos. 

Y justo fueron las cuentas públicas lo que Feijóo aprovechó para avisar a Sánchez de que su tiempo en la Moncloa se está acabando. El líder del PP dejó claro que se ve presidiendo España, además de su partido, tras las elecciones generales del próximo año. Aún así, tirando otra vez de ironía, se mostró convencido de que Sánchez no puede estar "preocupado" dados los resultados que arrojó el barómetro de octubre del CIS que sitúa al PSOE en primera posición y con cifra récord. 

Tampoco dejó que Sánchez se enorgulleciera de la gestión sanitaria durante la pandemia ni del trabajo que se está realizando para ampliar las capacidades de energía renovable del país. Son ambas competencias de las comunidades autónomas, le reprochó Feijóo: "Un poco de respeto señoría por la Cámara Territorial y por las comunidades autónomas".

Y acto seguido bromeó con que escuchando al jefe del Ejecutivo y la visión positiva que tenía de la economía española daba la sensación de escuchar a los presidentes de Dinamarca, Francia o Alemania. "Aterrice, señor presidente, vivimos en un momento muy delicado. Nada dice que vaya a mejorar a corto plazo", le insistió.

Fuentes de Moncloa no descartan que haya más duelos. Al presidente el formato le va como anillo al dedo, pues él habla sin límite de tiempo y Feijóo tiene que despacharlo todo en 20 minutos. Así que puede que en noviembre se celebre el tercer cara a cara a pesar de que en política, como en el amor, las estrategias, de tanto usarlas, también se rompen.