LIMÓN & VINAGRE

Ortega Smith: Vox le ha montado un procés

En sintonía con la ideología del partido, Vox ha ensayado con Olona y Ortega Smith el método franquista de prescindir simultáneamente de los dos bandos enfrentados en el Consejo de Ministros

Ortega Smith, Vox le ha montado un procés

Ortega Smith, Vox le ha montado un procés

Matías Vallés

Matías Vallés

España es tan centralista que incluso las depuraciones llevadas a cabo en Madrid tienen a Madrid como destino final. El megalómano Javier Ortega Smith ha sido degradado de número dos a número cero de Vox, con la excusa de enviarlo a pelear contra «Carmeida», la fusión de Carmena y Almeida que el abogado hispanoargentino aplica en público al alcalde de la capital. Es curioso descubrir que se puede ser demasiado de ultraderecha.

En Ortega Smith, el tamaño importa. Siempre comparece por encima de los periodistas, ominoso como la madre de Woody Allen agigantada sobre los rascacielos en Historias de Nueva York. En ningún caso debe entenderse que la ultraderecha practique una discriminación métrica, cuando la triunfal Giorgia Meloni mide 1.62 y Abascal se deja barba para alzarse unos centímetros. Simplemente, Ortega Smith cae desde mayor altura al perder la condición de general secretario de la ultraderecha moderada.

Aunque ahora con la cresta recortada, la estatura de Ortega Smith era significativa en cuanto premonitoria de su poder de intimidación. Horas antes de su destitución a medias, ironizó con puñalada incluida que Macarena Olona se había recuperado «milagrosamente» de su enfermedad. Confesó asimismo que no se habían intercambiado ni un WhatsApp tras el exilio de la desastrosa candidata ultraespañola a Andalucía.

En sintonía con la ideología del partido, Vox ha ensayado con Olona y Ortega Smith el método franquista de prescindir simultáneamente de los dos bandos enfrentados en el Consejo de Ministros. La escabechina escora la formación hacia los ultracatólicos, se envía al número dos reprimido a recorrer el Camino de Santiago del revés, es interesante el regreso de la disciplina física a la penitencia política.

Vox confirma a Javier Ortega Smith como candidato a la alcaldía de Madrid tras apartarle de la Secretaría General del partido.

Vox confirma a Javier Ortega Smith como candidato a la alcaldía de Madrid tras apartarle de la Secretaría General del partido. / EFE / Chema Moya

Ortega Smith se felicitó de su aparcamiento, en la línea de las personalidades demasiado egregias para admitir una derrota. En vísperas de su relevo, no contemplaba la posibilidad ante un rendido Federico Jiménez Losantos. En el programa seguía obsesionado con liberar al país de «los mafiosos que nos gobiernan». La ultraderecha cultiva las reglas de etiqueta mediáticas, así que la asignación siciliana estaba ausente de una entrevista también reciente en RTVE. En el Ente, el todavía número dos se limitó a quedar en ridículo al negar que Vox pretendiera someter la energía nuclear a referéndum como publicaban los «panfletos» de la prensa, para leer en pantalla el artículo de la Constitución donde para su sorpresa aparece la palabra «referéndum». La ultraderecha se desmiente en directo sin erosionar sus apoyos. Como dijo su patriarca Trump, «podría disparar a alguien en la Quinta Avenida y no perdería ni un voto».

Cada vez que se vincula el derrumbe de Olona y su máximo enemigo con el fracaso de Andalucía, hay que insistir en que la demolición de Ortega Smith coincide con el juicio en el Supremo. El teórico momento de esplendor se estrelló contra la mecánica procesal y el vedettismo de Marchena, decidido a que solo habría un candidato al Oscar al mejor actor judicial. El jactancioso número dos no llegó ni a figurante, quedó amortizado, la irrelevancia de sus interrogatorios solo queda oscurecida por la desolación al contemplar que los independentistas superan a la ultraderecha acusatoria en la capacidad de autodestrucción.

En contra de la versión más difundida de la caída de Ortega Smith, no fue Macarena sino Marchena. Con el retraso de las venganzas bien cocinadas, Vox le ha montado un procés a su número dos, tres, cuatro y así sucesivamente, dada la cantidad ingente de dignidades que amontonaba. Secretario general del partido, controlador absoluto de los restantes altos cargos, concejal por Madrid, portavoz de su partido en el ayuntamiento, diputado en el Congreso y abogado del partido contra Cataluña en el Supremo. Ese momento en que el ejecutivo ubicuo obliga al patrón relegado a preguntarse quién manda aquí.

Siempre en vanguardia, Ortega Smith fue pionero en difundir su contagio con el coronavirus. Se fotografiaba combatiendo la infección desde la bicicleta estática, aunque Vox solo debería permitir máquinas que rodaran hacia atrás. El antiDühring que ha sufrido este antiDarín revela la perplejidad de su marca ante el cliente insatisfecho. España no contiene la rabia suficiente para abastecer a Vox, y se conforma con el gerente Feijóo. En tal encrucijada, expulsar al número dos cuando se debería prescindir del número uno es una constante incluso en partidos democráticos. El problema neofranquista no es orteguiano, es Abascal. El sustituto Ignacio Garriga fue más eficaz en la presentación de la torpe moción de censura ultramontana que su tembloroso líder defendiéndola. Vox retrocede por su mala cabeza.