CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

El que apoye el último, gana: así serán las negociaciones de las últimas cuentas de Sánchez

Hasta finales de noviembre el Congreso vivirá y sufrirá la negociación de los Presupuestos Generales del Estado previstos para el año que viene

Es un proceso que goza de preferencia parlamentaria, lo que deja en segundo plano el resto de la actividad con el fin de que las cuentas entren en vigor el 1 de enero

La compresión temporal genera conversaciones muy tensas y tortuosas que los grupos clave, ERC, PNV, EH Bildu y PDeCAT, van a llevar a cabo con una máxima: apurar hasta el último minuto para conseguir sus objetivos

Archivo - El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en una sesión de control, en el Congreso

Archivo - El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en una sesión de control, en el Congreso / José Luis Roca

Ángel Alonso Giménez

Ay aquellos tiempos de mayorías absolutas o casi absolutas en los que, cuando llegaba el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado, el Congreso apenas se inquietaba. Ahora no, ahora el Congreso se estremece.

Ahora pasa que el Gobierno tiene que afrontar una tortuosa, compleja y tensa negociación con uno, dos, tres, cuatro, cinco y hasta ocho formaciones políticas para lograr que las cuentas se aprueben. Lo que está en juego es la primacía política del Ejecutivo, que forman dos partidos que van consensuando las cosas, y a la vez, dándose golpes sin parar, y ni más ni menos que su futuro. Queda un año de legislatura, las encuestas sobre intención de voto son un torrente de aire en la cara de Pedro Sánchez y mejor que las leyes vayan saliendo y entrando en vigor.

El proyecto presupuestario llegó al Congreso el pasado jueves. Poco después del acto protocolario que lo simboliza (la entrega del documento de la ministra de Hacienda a la presidenta de la Cámara), la Mesa se reunió para estudiar el calendario de tramitación. Si todo va como se ha previsto, el proyecto será aprobado entre el 21 y el 24 de noviembre, tras lo que irá al Senado para que en diciembre lo despache. El 1 de enero deben estar en el BOE. Hasta entonces, los diputados y diputadas habrán de superar una serie de fechas cruciales.

La primera, el 21 de octubre, porque ese día acabará el plazo de presentación de enmiendas a la totalidad. Son los escritos de los grupos para pedir que no se tramite el proyecto y se le devuelva al Gobierno. Se dan por hechas las solicitudes del PP, de Vox y previsiblemente de Cs. Esto anticipa una cosa: hay 149 diputados, como mínimo, que no van a apoyar las cuentas que ha planificado la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Se antoja conveniente, pensando en los intereses de Sánchez, que no haya más enmiendas a la totalidad, es decir, que ERC, PNV y EH Bildu, esencialmente estos tres, se apresten a negociar.

Si el Gobierno de coalición sortea las peticiones de devolución en los debates ante el pleno que se celebrarán los días 26 y 27 de este mes, otras fechas clave, comenzará el periodo de negociación de las enmiendas al contenido del proyecto, que suelen ser cientos y afectan a partidas presupuestarias concretas (como curiosidad, este tipo de enmiendas, si plantean aumentos, deben precisar de qué otra partida detraen la cantidad correspondiente, siempre y cuando formen parte del mismo capítulo).

Estos son los días en los que los nervios y el agotamiento afloran, sobre todo entre quiénes lleven las riendas del Gobierno, pues serán ellos y ellas los que hablen con todos los partidos. Convivir con las exigencias de Teruel Existe sobre un tramo de la autovía A-23, por ejemplo, con las de Más País sobre el control de los algoritmos, pues la verdad es que no debe resultar sencillo.

Durante los 20 primeros días de noviembre, una comisión parlamentaria específica, la de Presupuestos, que sólo se reúne en otoño precisamente para tramitar las cuentas, discutirá el proyecto, primero a través de una ponencia (grupo de diputados/as de todos los grupos que van cambiado el texto aquí y allá) y del dictamen que cocinen, y luego por medio de la propia comisión, que tras un arduo debate aprobará dicho dictamen, dejará vivas un sinfín de enmiendas que no han podido incorporarse y delegará en el pleno la decisión final. Esto sucederá, como se ha dicho, entre el 21 y el 24 de noviembre.

El que ríe el último, ríe mejor

Lo que han hecho los negociadores del Gobierno, según han contado fuentes parlamentarias a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, es ir sondeando predisposición y actitud. Según las versiones de estas fuentes, no se hablado aún de ningún aspecto de los presupuestos, lo que es lógico, ya que el texto con todos los números acaba de salir del horno. Ahora bien, el Gobierno, al menos hasta el miércoles pasado, no ha tanteado a toda la oposición. El PSOE ha llamado a los teléfonos de los interlocutores de ERC, PNV, EH Bildu y PDeCAT. Significativo, sin duda, porque en estos cuatro grupos (28 diputados en total) va a residir el éxito de la operación, el éxito de las últimas cuentas de Sánchez de la legislatura en curso.

Resulta que después de tres años de convivencia intensa, desde 2019, todos se conocen demasiado bien. Aunque el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, ha perdido a Adriana Lastra, con la que tejió una sintonía que fue fundamental para entender la primera mitad de este periodo político, el nivel de conocimiento de los estilos de uno y otro, de los trucos y ardides de aquel ministro o de aquella ministra, es enorme. No valen los engaños ya. El ilusionismo para otro momento.

Yolanda Díaz y María Jesús Montero este martes en el Congreso, tras anunciar el pacto de Presupuestos

Yolanda Díaz y María Jesús Montero este martes en el Congreso, tras anunciar el pacto de Presupuestos / EFE

Además, las cuatro formaciones citadas han acuñado el mismo estilo de negociación, un estilo calcado al que ha convertido al Partido Nacionalista Vasco en unos profesionales de la dinámica parlamentaria. Las características son las siguientes:

  1. Discreción mediática: nada de ir por la prensa contando qué se va a pedir al Gobierno y qué se está negociando.
  2. Sólo exposición mediática si una negociación concreta se estanca o falla: es una excepción de lo anterior, y es de lógica aplastante: si el grupo no logra en privado determinada demanda, conviene aumentar la presión en las teles y en las radios, y claro, sí, en las redes sociales, para generar ciertas impresiones en la opinión pública.
  3. Y sobre todo: aguantar hasta el último suspiro de los plazos reseñados antes.

Este último punto es el más relevante porque supone manejar el tiempo como herramienta negociadora. Al final, cuando dos partidos situados en posiciones de partida completamente alejadas se sientan para intentar el acuerdo, la gestión de las tácticas de presión y de las tácticas de disuasión se tornan esenciales. Aquí el tiempo, el paso del tiempo, adquiere un protagonismo gigante. Esto el PNV lo hace de maravilla, al igual que Ferrán Bel, el líder del PDeCAT en el Congreso, heredero de la tradición negociadora de CiU.

EH Bildu se ha convertido en alumno aventajado, y si no, recuerden la intervención de su portavoz, Mertxe Aizpurua, para salvar uno de los decretos de medidas "anticrisis", a finales de abril de este año. O el voto que dio a la nueva regulación de los planes de pensiones. Y ERC, tras unos años en los que combinaba la advertencia en público con la rotundidad en privado, ha optado por la discreción y por desahogar en la mesa de negociación, sin focos ni altavoces, todas sus exigencias.

La negociación de los presupuestos vigentes, hace un año, fue un claro ejemplo de cómo el estiramiento de los tiempos dio resultados positivos a los negociadores. ERC apuró hasta el final con la ley audiovisual y logró el blindaje del catalán en las plataformas. El PNV y EH Bildu hicieron lo mismo. Y el PDeCAT. Los cuatro grupos votaron a favor de las cuentas. Nada indica que esta vez será distinto. El que apoye el último, gana.