CRISIS EN EL GOVERN

ERC-Junts: una ruptura en cinco actos

El doble ultimátum de los posconvergentes pone fin a una coalición de 16 meses encabezada por primera vez por Esquerra

El ’president’ Pere Aragonès, el vicepresidente cesado Jordi Puigneró, y algunos de los ’consellers’ de la Generalitat, durante la Diada de 2022.

El ’president’ Pere Aragonès, el vicepresidente cesado Jordi Puigneró, y algunos de los ’consellers’ de la Generalitat, durante la Diada de 2022.

Júlia Regué

Júlia Regué

Los socios inevitables por mayoría independentista, adversarios en el fondo, tardaron tres meses en negociar un Govern que, por primera vez, estaba encabezado por Esquerra. Los posconvergentes debían adaptarse a su nuevo rol y los republicanos al mando de la Generalitat, todo esto con un giro al pragmatismo por parte de Esquerra y con el tumbo a la confrontación retórica de JxCat. La polarización de dichas posiciones ha terminado con la exaltación de una crisis que termina ahora con la coalición en el Consell Executiu. Esta es la cronología de una ruptura anunciada:

El cambio de dirección en Junts

El adiós de Carles Puigdemont y Jordi Sànchez a la dirección de Junts, abrió la puerta a una cúpula compartida entre Laura Borràs y Jordi Turull. Un partido que se ha convertido en un duelo interno, entre los partidarios de la ruptura (con el Estado y con ERC) y los de la gobernabilidad, con antecedentes en Convergència y el PDECat, con la complicidad de los ‘consellers’. Turull ha ganado a Borràs tres veces consecutivas en las urnas de la formación, incluso tuvo que remediar la falta de apoyos de su círculo dentro de la fuerza política, al quedarse fuera de la ejecutiva el ahora secretario de organización, David Torrents. En el congreso del partido, celebrado en julio, se dejó sobre papel que consultarían a la militancia sobre su continuidad en el Govern, al tener los resultados de una auditoría que nunca se llegó a publicar pero a través de la cual diagnosticaban “incumplimientos” de Esquerra respecto al pacto que alcanzaron para gobernar juntos. 

La suspensión de Laura Borràs

La Mesa del Parlament –con los votos de ERC, CUP y PSC- suspendió de forma inmediata a la presidenta de la Cámara catalana al cumplir con la literalidad del reglamento después de que el juez dictara la apertura de su juicio oral por presuntamente haber amañado contratos cuando estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes para beneficiar a un amigo suyo. Borràs respondió aferrándose al cargo, eso es, abocando al Parlament a la interinidad, porque al no haber sido cesada, sino suspendida, no puede votarse un nuevo jefe del hemiciclo. Elevó entonces el tono contra Esquerra, acusándoles de actuar como “jueces” y en la Universitat Catalana d’Estiu, en Prada de Conflent (Francia), sostuvo que su estrategia, fundamentada en la mesa de diálogo, era “contraproducente” para el independentismo. La conclusión fue que el Govern no estaba avanzando hacia la secesión. Se preparaba el terreno para ganar el relato hacia el divorcio.

El ultimátum fallido

En el congreso de Junts, dejaron por escrito que, una vez realizada la auditoría sobre el cumplimiento del plan de Govern con ERC, abrirían una consulta a la militancia sobre su papel en el Consell Executiu. No hubo fechas ni concreciones. A finales de agosto, una vez recopilada la información y detectados los incumplimientos, el secretario general Jordi Turull anunció en rueda de prensa tres exigencias para mantenerse en Palau: la unidad en Madrid, la creación de una dirección estratégica del 'procés' y que la mesa de diálogo se acote a la amnistía y la autodeterminación. Dio un mes de margen a ERC para remediarlo, el debate de política general. Empezaba así un ultimátum que, a medida que se acercaba la fecha, se iba suavizando ante el temor del partido a que se convirtiera en una amenaza interna para la unidad de Junts. Republicanos y posconvergentes celebraron una cumbre de alto rango y otros varios encuentros, pero Esquerra no cedió a sus pretensiones.

La cuestión de confianza y el cese de Puigneró

Llegó el día en el que finalizaba el ultimátum y, después de que Aragonès tendiera la mano en el hemiciclo a Junts para acordar avances en los tres puntos de fricción, el líder parlamentario Albert Batet le amenazó con una cuestión de confianza. De esta maniobra sólo estaba informado el vicepresidente Jordi Puigneró -el resto de 'consellers' lo desconocían, así como buena parte de la bancada del partido- algo que enervó al 'president', todavía más al enterarse de que el 'número dos' del Govern era conocedor de ello y no se lo comunicó. Esto precipitó su cese fulminante, tras un Consell Executiu en el que los titulares de los departamentos exhibieron sus diferencias y de un encuentro a solas entre Aragonès y Turull que no sirvió para reconducir la situación.

La consulta de Junts

En una larga ejecutiva del partido acordaron otro ultimátum a ERC, de tres días, para negociar 'in extremis' una reconciliación, aunque para contentar a las dos almas de Junts también se fijó fecha para la consulta interna sobre la salida o no del Govern, desligándola del futuro de las conversaciones. Durante el fin de semana del 1 y 2 de octubre, y en medio de la celebración del quinto aniversario del referéndum, hicieron llegar una propuesta a Aragonès que incluía, a parte de los tres puntos, la restitución de Puigneró, algo inasumible para el 'president', y que el Consell per la República albergada la dirección estratégica del 'procés', eso es, Puigdemont. La negativa de Palau a asumir esas condiciones hizo que Turull enviara, vía 'whatsapp', una nueva oferta en la que caían estas dos controvertidas demandas, pero ya era demasiado tarde. La decisión quedaba en manos de la militancia, que ha decidido que su futuro estará fuera del Govern.