LIMÓN & VINAGRE

Francisco Álvarez-Cascos: bulldog y bulldozer

Vicepresidente y ministro de Aznar, vuelve a escena

Francisco Álvarez-Cascos: buldog y bulldozer

Francisco Álvarez-Cascos: buldog y bulldozer

Matías Vallés

Matías Vallés

Un político contemporáneo se incendiaría si lo apodaran bulldog y bulldozer, pero Álvarez Cascos no aceptaría sustantivos de menor enjundia para sintetizar su concepto de la política como un deporte de colisión frontal. Dicho sea en el sentido en que al cardenal Ratzinger se le llamaba "el bulldog de Dios", en cuanto inflexible guardián de la ortodoxia. Y desde el recordatorio de que tampoco Aznar renegaría de una equiparación divina, cuando contrató de vicepresidente primero a un asturiano nacido en Madrid como todo el mundo. Su lugarteniente era fiero y aplanador con la eficacia de un bulldozer, animal totémico de un ingeniero de Caminos.

Cascos sonríe del revés, por lo que da más miedo cuando esboza esa mueca de felicidad, habitualmente por error. Ahora protagoniza un revival a la edad de Donald Trump, equivalente a la vuelta a los escenarios de una banda de rock duro. Sus coqueteos en Asturias con el PP que fundó, pastoreó como secretario general y abandonó de un portazo, consuelan del páramo informativo del ferragosto, a falta de precisar la renovada ambición del político aplastante. Núñez Feijóo se ha enamorado de la táctica de Brad Pitt en Bullet Train, y adquiere un bulldozer para que neutralice a Díaz Ayuso sin mancharse las manos.

Cascos es un glotón de la política, devora cargos a dos carrillos, su currículum agotaría la capacidad de memoria de LinkedIn y su biografía se abrevia enumerando las dignidades que todavía no ha desempeñado, como seleccionador nacional de fútbol. Pilotar el tránsito de AP a PP no fue su única conexión fraguista, también protagonizó una década atrás la presidencia episódica del Principado de Asturias, fugaz emulación del jubileo nacionalista de Fraga en el trono de Santiago.

Vehemente y categórico, Cascos es un político rupturista, y no solo por sus tres divorcios. Rompe con el PP de Rajoy, su sucesor como valido aznarista, funda un partido con sus iniciales FAC y también lo rompe. Desde el Foro (Francisco) Asturias (Álvarez-Cascos), alancean al patriarca con epítetos que le ahorraría la misma izquierda, y que no omiten sus signos externos de riqueza.

Cascos es el balonmanista más famoso de la política española después de Iñaki Urdangarin, y también sufrió un vuelco por amor en su trayectoria política. El vicepresidente primero de Aznar en 1996 se emparejó ese mismo año con una Gema Ruiz casi tres décadas más joven, sacrificando así su primer matrimonio con Elisa Fernández-Escandón. El vuelco con segunda boda incluida le supuso al presidente del Gobierno una crisis familiar más erosiva que la política. Los relatos del primer encuentro de Ana Botella con la nueva pareja cordobesa de Cascos en La Moncloa describen una incompatibilidad radical, que tendría repercusiones. La actualidad burocrática se trasladaba del Boletín Oficial del Estado al ¡Hola!

Aznar no eliminó a Cascos tras su proscripción del palacio familiar, lo jibarizó a la cartera de Fomento por mucho que Zapatero necesitara a dos ministras para repartirse sus competencias. En el despacho ministerial, el político asturiano exhibía una foto del primer Gobierno del PP, tras los pactos con Jordi Pujol en 1996. Es superfluo añadir que la nostalgia solo era una excusa para destacar la autenticidad del primer gabinete frente a la impostura del segundo. La destitución parcial demuestra que la historia de los vicepresidentes de Gobierno españoles sería más apasionante que el retrato de los moradores de La Moncloa.

Cascos explicado a los niños que no vivieron el cambio de milenio es la versión especular en bruto de José Luis Ábalos, ambos despachados con brusquedad después de que los presidentes del Gobierno respectivos exprimieran su energía sin refinar. Las similitudes de carácter y de cartera ministerial no deben olvidar que las vacas gordas de antaño han enflaquecido notablemente. En los tiempos en que la Alta Velocidad era una divisa tan familiar como hoy un patinete eléctrico, Cascos llegó a proponer a los políticos mallorquines si no había en su isla un trayecto lo suficientemente largo para plantar un AVE.

En la odisea que desea prolongar, Cascos ha tenido tiempo de pelearse y reencontrarse con sus sucesivas lealtades inquebrantables. Abandonó el PP al que ahora revuelve porque se sentía insultado, y "mi deber me obliga a dar este paso para hacer las paces con mi propia dignidad personal". En un conflicto paternofilial, su antiguo FAC señala hoy que a cada oportunidad de un asalto al poder por parte de la derecha asturiana, "aparece Cascos para garantizar que no ocurra".