DIPUTADAS SINGULARES (II)

Carmen Martínez: la diputada que enseña a Arrimadas a beberse la vida y a vivir el vino

María del Carmen Martínez Granados (Jerez de la Frontera, 1979) es sumiller y hace años montó una empresa llamada "Miss Catas". Su pasión por el vino hace que a menudo organice sesiones con sus compañeros/as de Ciudadanos

DIPUTADAS SINGULARES (II). Carmen Martínez, de Ciudadanos

DIPUTADAS SINGULARES (II). Carmen Martínez, de Ciudadanos / Alba Vigaray

Ángel Alonso Giménez

Los nueve diputados y diputadas que Ciudadanos tiene en el Congreso se han conjurado para resistir a todo y a todos. Sería fácil suponer que abundan los resquemores, los despechos y las armas secretas en una meteorología política tan adversa, tan proclive a pruebas de supervivencia. Pero los/las que trabajan en la Cámara saben que no es así, o que no es algo generalizado o que si pasa (que pasa), es en otro lugar, en la sede de la calle Alcalá por ejemplo, por donde los ánimos bajan turbulentos. 

No, en el grupo parlamentario no, al menos de momento. La causa está en la amistad que han tejido diputados con diputados, diputados con asistentes, asistentes con el equipo de comunicación, los de prensa con los diputados… La protagonista de este perfil es alguien clave en este buen rollo que avanza por los días ajeno al otro mal rollo.

Carmen Martínez Granados nació en Jerez de la Frontera hace 42 años; proviene de un mundo que no es el habitual entre sus señorías, cuyas trayectorias hablan principalmente de bufetes de abogados, teorías económicas, empresas, sociología o de las extrañas jerarquías de los partidos políticos, lugares repletos de despachos con nombres raros. Ella viene del vino. Es sumiller y fundadora de “Miss Catas”.

Pero el comienzo no sabe a uva ni huele a madera. Cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA que sus inicios profesionales huelen a sala cerrada, la de la entidad bancaria en la que dio los primeros pasos en su Jerez natal. No encajaba nada allí. Su cultura no era la de la contabilidad, los flexos y los largos ratos de silencio. Hija de restauradores, Joaquín y Carmen, quería estar en contacto con la gente, enseñar, intentar instantes felices. En su abuelo, que trabajó en bodegas, encontró la inspiración. Al fin y al cabo, desde pequeña “bebió” el gusto por el vino. 

Carmen Martínez

Carmen Martínez, diputada de Ciudadanos, apasionada del vino / Alba Vigaray

Había hecho empresariales; sólo faltaba atar cabos. Por si fuera poco, acababa de nacer su hijo. No quería que viera a una madre triste y aburrida tras monótonas jornadas laborales. “Miss Catas” fue su salvación, el proyecto que montó para transmitir que “el mejor vino es el que se toma en la mejor compañía”. “Quería que la gente conociera este mundo sin corsés porque la verdad es que es un poco estiradillo”, añade.

Carmen se movió por donde pudo; en poco tiempo notó que la idea cuajaba. Que una empresa quería hacer negocios con otra, qué mejor que regar el ambiente con vinos españoles, su especialidad. Que un amigo quería invitar a otra amiga a un rato de ocio distinto, qué mejor que llamar a “Miss Catas”. Ella fue a todos lados, se dejó la piel y la voz. No se trataba de enseñar los zumos, enseñar a beberlos, sino de vivirlos.  Su lema está en la camiseta que llevó a la sesión de fotos concertada con este medio. Lema de empresa y lema vital: “Bebe la vida; vive el vino”.

Carmen lo logró, estaba orgullosa, contenta. Incluso de aquel error tras el que se le desparramó el espumoso por la cara sacó (saca todavía) un rayo de luz. Cuando las catas eran con amigos suyos se notaba que todo iba bien. Ella llevaba las botellas, claro; los demás, la comida. 

La llamada de un nuevo proyecto

Entró en su vida Albert Rivera y ocurrió como en las películas: la trama muta por la irrupción de un personaje arrollador. Al principio, fue para bien. Como ya tenía experiencia en virajes vitales, probó fortuna. Aparcó temporalmente el mundo del vino (spoiler: volverá a él) y se adentró (temporalmente, pero menos) en la jungla política. El Parlamento de Andalucía sirvió de estreno, febrero de 2019, aunque duró poco, ya que las elecciones nacionales de abril de ese mismo año la empujaron al Congreso. Aquellos tiempos dorados de Ciudadanos se derrumbaron en un abrir y cerrar de ojos, exactamente seis meses, pero Carmen sobrevivió y ahora es una de las piezas claves de su grupo, una “numancia” cercada sin descanso por numerosos enemigos.

Es portavoz en cinco comisiones variopintas (de Exteriores a Hacienda), está adscrita a otras muchas y es ponente de un sinfín de leyes. Tener nueve escaños en el Congreso es agotador, pero ya se sabe que con vino, las cosas se llevan mejor. Dice que en ocasiones se va a comer con Miguel Gutiérrez, Edmundo Bal y Guillermo Díaz y se dan un homenaje. Escasean estos ratos gastronómicos y de enología rápida porque la carga de trabajo resulta enorme. En Ciudadanos, sin embargo, se pusieron a pensar un día qué hacer para que no les devorara la extenuante rutina parlamentaria.

En Carmen estaba parte de la solución, o la solución directamente. Después del confinamiento provocado por la pandemia, superada la peor etapa, había regalado al equipo una cata. No había que pensar mucho más.

Carmen Martínez

Carmen Martínez con una de las copas que usa en sus catas / Alba Vigaray

Antes de que acabara el pasado curso parlamentario, en junio, Inés Arrimadas propuso a Carmen que organizara una. Llevó un espumoso de Málaga, un tinto de León, un cava… Lo disfrutaron como se disfrutan los momentos que uno teme que no vuelvan.

Dentro de poco más de un año, se disolverán las Cortes y acabará la legislatura. Hasta que llegue ese instante, la sumiller de Ciudadanos seguirá buscando huecos para enseñar su pasión tanto a los compañeros de partido como a los que no lo son. Idoia Sagastizábal, del PNV, e Isa Franco, de Unidas Podemos, están esperando a catar cuánto hay de acierto en el lema “Bebe la vida; vive el vino” y a comprobar que más allá de la rivalidad de las siglas políticas existe la amistad.