DIPUTADOS SINGULARES (I)

Txema Guijarro: el diputado que sueña con el golpe maestro de un superboxeador mexicano

El diputado de Unidas Podemos, 47 años, es un apasionado del boxeo, actividad que gracias a un saco, una cuerda y a un "punching" practica en la terraza de su casa cuando el intenso ajetreo parlamentario se lo permite

Txema Guijarro, diputado de Unidas Podemos

Txema Guijarro, diputado de Unidas Podemos / Alba Vigaray

El viaje Madrid-Tegucigalpa que Txema Guijarro hizo el pasado mes de febrero para asistir a la toma de posesión de la presidenta hondureña, Xiomara Castro, tuvo una escala de tres horas en Ciudad de México. En vez de quedarse en el aeropuerto, se fue en taxi a la tienda de Cleto Reyes, la mítica marca de equipamiento para boxeo. Juan Carlos Monedero, que le acompañaba, le espetó: “Estás loco”.

El diputado de Unidas Podemos, secretario general del grupo en el Congreso, necesitaba conocer el local que representa a “la mejor escuela del mundo”, cuyo material ha vestido a “los más grandes boxeadores mexicanos”. Palpó varios pares de guantes, jugueteó con un “punching” (una pera) que luego se compró y por unos instantes se sintió muy cerca de Ricardo “El finito” López, uno de sus ídolos. Volvió al aeropuerto a tiempo.

Txema Guijarro

Txema Guijarro / Alba Vigaray

Los guantes que usted puede ver en las fotos son Cleto Reyes. Para posar con ellos, pidió ayuda. Le era imposible anudar los dos cordones y luego hacer doble lazo con un guante ya enfundado. Puestos ambos, Guijarro empezó a moverse como un boxeador que espera el momento del combate. Está rapado, está en forma y tiene los brazos tatuados; es fácil imaginarlo en el mítico gimnasio Kronk, en Detroit, a las órdenes de Emmanuel Steward

La vida de Txema Guijarro es una historia increíble. Trabajó en Telefónica, pero su fuerte conciencia política le empujó a la excedencia, y de ahí, a viajar a varias capitales iberoamericanas para colaborar con nuevos gobiernos de izquierdas. Se le da bien interpretar datos y tendencias. Es, de hecho, uno de los cerebros estratégicos más clarividentes de la confluencia, pero muy pocos lo saben. La editorial Libros del KO publicó en septiembre de 2020 “El analista”, libro escrito por Héctor Juanatey, en donde se cuenta qué une a este diputado con Julian Assange.

En verdad, se sabe poco de Guijarro, y eso que se trata de uno de los protagonistas de la legislatura. No solamente es la pieza clave que engrasa las negociaciones y las votaciones en la que se embarca Unidas Podemos, sino que además es uno de los enlaces con el PSOE más sólidos. Habla a diario con el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, y a veces llega a manejar más información que el dirigente socialista.

Sus jornadas de trabajo son infernales. La política es un contrincante durísimo. Para defenderse de sus ataques incesantes, Guijarro usa el boxeo. No es una afición; es como una forma de vida. No le da dinero, pero sí resistencia e inteligencia.

Cuando puede, Txema acude a la terraza de su piso, en donde ha instalado un saco y una pera. Empieza generalmente saltando a la cuerda; luego juega a combatir. Los movimientos suelen estar determinados por la última pelea que haya visto en televisión. Estos minutos en los que no existen ni proyectos de ley ni negociaciones farragosas ni discursos en el hemiciclo del Congreso son un tesoro. Guijarro únicamente piensa en el siguiente golpe. 

“El finito” López fue un campeón mexicano de peso ligero que nunca perdió un combate. Era demasiado bueno, recuerda el diputado. Tenía un golpe maestro, un “jab” (puño hacia adelante) impresionante. Guijarro, en la terraza de casa, intentó imitarlo, pero comprobó que no era nada sencillo por culpa del equilibrio. “Sacaba el brazo desde muy lejos: se agachaba un poco, se impulsaba con la pierna de atrás y soltaba; podía hacer mucho daño”, explica. Pero, claro, “El finito” López no perdía el equilibrio y “la ciencia del boxeo es no perder nunca el equilibrio”.

El boxeo y el estrés

Guijarro se crio en los 80 en un barrio humilde de Madrid. “Harto” de que le atracaran, fue a un gimnasio con sus amigos para aprender a defenderse. Le gustó lo que vio. Comenzó con el “kickboxing”, pero enseguida encontró el boxeo. No se han separado desde entonces. Al principio, combatió como amateur, 11 peleas con casco y con un árbitro que evita que los púgiles se hagan daño. Eso no es boxear, dice Guijarro. Boxear en serio es lo que hacen los profesionales.

“El boxeo te somete a una situación de máximo estrés porque te quieren pegar; eso genera un estrés natural que dificulta pensar. Los grandes boxeadores se han destacado por ser gente que en esas condiciones de máximo estrés están pensando en el siguiente golpe que van a dar y en cómo esquivar al adversario. Esa facultad de estar sufriendo y tener la cabeza fría para pensar en el siguiente movimiento es como el ajedrez, pero a lo bestia”, relata a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Txema Guijarro

Txema Guijarro / Alba Vigaray

Resulta inevitable que por su cabeza, cuando está en el escaño y escucha los debates, fluyan imágenes de combates inolvidables. La política y el boxeo, sí, se parecen, pero no por el símil fácil de la discusión y la pelea, de la oratoria y el ataque-defensa. Se parecen porque en ambas disciplinas reinan tres figuras, según el diputado: los técnicos (oradores y boxeadores talentosos); los pegadores (políticos y luchadores que anteponen la pegada en el discurso y en la pelea); y los fajadores (capacidad de sufrimiento y resistencia).

Si le preguntas qué político sería buen boxeador, responde que Fernando Grande-Marlaska, pues es de los que se crece en la adversidad y se desenvuelve mejor cuanto más fuerte le pegan. También cita a Rafael Mayoral, compañero de bancada, porque “acojona” desde antes del combate.

La correlación boxeo-política se traduce en claves estratégicas en la cabeza de Guijarro. En dilucidar el movimiento que aún no se ha producido. En templanza. En saber esperar. Le irá bien su pasión por el boxeo ante lo que queda de legislatura, que va a ser un duro intercambio de golpes (políticos). 

Pero Guijarro parte con ventaja. Volverá a la terraza de su casa para descifrar el “jab” del campeón “El finito” López, tan misterioso como letal. Si logra copiarlo, habrá encontrado el equilibrio.