CAMBIOS EN EL PSOE

Recelos, chismes y objetivos cumplidos: el paisaje del grupo socialista que verá Patxi López

A pesar de haber logrado que todas las leyes sean aprobadas en el Congreso, rencillas silenciosas entre el sector más afín a Adriana Lastra y la nueva dirección parlamentaria han pervivido

Con el nombramiento de Patxi López como nuevo portavoz, Sánchez se enfrenta a la tarea de diluir estas susceptibilidades sin que se vea debilitada la capacidad de interlocución del grupo con la oposición

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaudido por su Gobierno y la bancada socialista.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaudido por su Gobierno y la bancada socialista. / David Castro

Ángel Alonso Giménez

La tarde en la que la Comisión de Igualdad del Congreso debatió y votó el dictamen de la ley del “sólo sí es sí” sucedió algo tremendamente curioso. Con el aliento y ánimo de la exvicesecretaria del PSOE Adriana Lastra, las diputadas Laura Berja y Andrea Fernández defendieron hasta el penúltimo momento la inclusión en el proyecto de una serie de enmiendas destinadas a abolir la prostitución. Según fuentes del entorno de ambas, había altas posibilidades de que el PP las apoyara sin poner en riesgo la norma. 

Sin embargo, la dirección del grupo popular había transmitido a un interlocutor del PSOE que no iban a respaldar ni las enmiendas ni el texto, lo que comprometía seriamente el futuro de una de las normas emblema de la coalición. Los aliados parlamentarios del Gobierno habían comunicado, en privado, que con esas enmiendas dentro del texto votarían en contra. Los números daban la espalda. Mientras los teléfonos de altos cargos socialistas ardían entre mensajes y llamadas, las representantes de los socios parlamentarios, desde EH Bildu a ERC, hacían públicas sus advertencias en la Comisión de Igualdad. Se estaba formando una buena tormenta en el Congreso.

Al final, el PSOE retiró las enmiendas, el dictamen de la ley salió adelante y la amenaza de diluvio se quedó en eso, en amenaza. Lastra, no obstante, se guardó un último recurso para despejar los ecos de la derrota. En una rueda de prensa convocada con escasísima antelación, anunció que el grupo socialista llevaría al pleno una proposición de ley con un contenido calcado al de las enmiendas que acababa de apartar. Días más tarde, el grupo parlamentario alteró el orden de su cupo de defensa de propuestas ante el pleno y coló ésta, que corrió feliz suerte, pues fue admitida a trámite gracias, qué cosas, al PP. 

La vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra.

La vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra. / EFE/Rodrigo Jiménez

La secuencia de aquella tarde demostró dos cosas. Una se hizo más o menos notoria: Lastra tenía mucho poder. La otra se instaló en el subsuelo: las rencillas y recelos que había entre la dirección parlamentaria y la dirección orgánica del PSOE.

Los ánimos en las esferas de poder del Gobierno y del PSOE llevaban enturbiados tiempo atrás. El varapalo sufrido en las elecciones andaluzas iluminó con tanta intensidad los resquemores que el presidente y secretario general lanzó un “basta ya” en una reunión de la Ejecutiva, a puerta cerrada. 

Su enfado lo olvidaron pronto. Los entornos se enzarzaron en una sorda batalla de chismes y acusaciones sobre la impericia para comunicar los aciertos políticos y los hitos legislativos. Resulta que un Ejecutivo marcadamente reformista y progresista no estaba sacando partido ni de las reformas ni de su progresismo. Es que en Ferraz no lo cuentan bien; es que en el grupo parlamentario no lo cuentan bien, decían unos y otros. 

Entre susceptibilidades y mosqueos varios circuló el PSOE por el mes de junio y por la primera quincena de julio. Fue un camino exitoso, pese a todo, porque no sólo salieron de la Cámara Baja todas las leyes programadas, sino que además se manifestaron señales claras de euforia en el debate sobre el estado de la Nación. Sánchez manejó a su antojo la rentabilidad mediática de las medidas y el grupo parlamentario impulsó todas las resoluciones fijadas de antemano. La rumorología acerca de cambios puntuales o remodelaciones de calado en la estructura del partido se apagó. De hacerse, se harán después del verano, informaron varios medios. 

La dimisión de Lastra el lunes; la convocatoria, el martes, de un Comité Federal que tendrá lugar el sábado; y la publicación del orden del día del cónclave, en el que se habla de cambios en la estructura de la formación y en la de los grupos parlamentarios, han trazado una secuencia angustiosa para la mayoría de los 120 diputados socialistas, en especial los que forman su dirección. El portavoz, Héctor Gómez, nombrado hace menos de un año, aparece señalado. 

Puede que las más de 150 entrevistas dadas por el diputado canario desde que fue nombrado y las 60 ruedas de prensa que ha ofrecido, de acuerdo con los datos facilitados a este medio por su equipo, no hayan resultado del todo eficaces. Diputados de grupos alineados con el Gobierno llevan meses alertando de que la distancia entre la aplicación de las medidas y su percepción social es cada vez más ancha. Se ha hablado de cambio de ciclo y de que Sánchez está acabado. Sin embargo, el grupo socialista no ha perdido una sola votación importante en el pasado periodo de sesiones (febrero-junio) y la técnica de negociación ha deparado extraordinarios resultados.

Lastra y la influencia

La diputada asturiana ejerció una portavocía muy centrada en la gestión política y completamente alejada de la explicación mediática. Supo manejarse bien así porque mientras estuvo en el puesto, fue los ojos y los oídos del presidente, con el que hablaba casi a diario. Esa conexión la notaron los homólogos de los grupos aliados, que se percataron enseguida de que lo que hablaran con ella, aterrizaba al segundo en el despacho de Sánchez.

Con Simancas formó un tándem perfecto. A ambos se debe la construcción de los apoyos a la investidura de la mayoría de las formaciones parlamentarias. La asturiana fue pieza clave en la negociación con ERC, por ejemplo, que giró alrededor de una mesa de diálogo previa a la gran mesa sobre la autodeterminación. Su sintonía con Gabriel Rufián salvó al Gobierno de algún que otro susto. En la concatenación de las prórrogas de los estados de alarma, en aquella época de confinamiento domiciliario, se convirtió en activo a pesar de polémicas y malentendidos, como aquella resolución sobre la derogación de la reforma laboral pactada con EH Bildu que apuró tanto a Yolanda Díaz.

El portavoz del PSOE, Héctor Gómez, este martes en una rueda de prensa en el Congreso. 

El portavoz del PSOE, Héctor Gómez, este martes en una rueda de prensa en el Congreso.  / Javier Lizón /EFE

Convivió en la tarea con Carmen Calvo. Hubo tiranteces. Mientras la exvicepresidenta tendía a pactos más moderados, con la mirada en Cs y en PNV, Lastra apostó por la alianza de las izquierdas, con los dos ojos puestos en ERC y en EH Bildu, de los que constató su predisposición a acuerdos sociales. También hubo tensiones con Unidas Podemos, en particular en el territorio del feminismo, en donde la diputada por Asturias se negó siempre a ceder terreno.

La suerte de Lastra comenzó a cambiar a partir de aquella remodelación amplia acometida por Sánchez en julio de 2021. El presidente le pidió que pusiera a punto el partido y ella contestó que eso no era compatible con el quehacer parlamentario, y más en un Congreso tan fragmentado y poliédrico. El presidente buscó un reemplazo para la portavocía del grupo y encontró en Héctor Gómez el perfil deseado. Quería a alguien con presencia y capacidad comunicativa, de lo que había dado muestras en la Comisión de Asuntos Exteriores. El reemplazo de Calvo por Félix Bolaños en el Ministerio de Presidencia y Relaciones con las Cortes resulta esencial en esta historia, así como el ascenso de Simancas a secretario de Estado.

Desde septiembre del año pasado, cuando Gómez asumió la portavocía, han cohabitado dos almas en el grupo. La de Lastra y su sector y la de los demás. La distancia entre ambas no ha hecho más que ensancharse, incluso en cuestiones como la concertación de apariciones en medios de comunicación. Pero lo que más molestó fue la pelea por la ocupación de áreas de influencia parlamentaria. Como dice un diputado de la oposición con diálogo diario con el PSOE, “ha habido más interlocutores que interlocución”.

La maraña negociadora que ha funcionado

Las fuentes del Congreso consultadas, tanto del PSOE como de la oposición, describen el esquema negociador del Gobierno y de su ala socialista durante el último año.

Lo primero era clasificar los proyectos legislativos y las proposiciones de ley según el contenido y la predisposición mostrada por los grupos, tanto a la izquierda como a la derecha. Salvo Vox, todas las demás formaciones han integrado la lista de eventuales respaldos. Quienes se encargaban de iniciar los contactos para confirmar la predisposición o el rechazo de los demás eran los ministerios del área y los portavoces de las comisiones sectoriales.

Félix Bolaños.

Félix Bolaños. / epe

Se abría así un periodo de negociaciones, del que se informaba luego a la dirección parlamentaria. Esta, a su vez, informaba al Ministerio de Presidencia y al secretario de Estado de Relaciones con las Cortes. Si el proyecto aunaba apoyos suficientes, se procedía a una tramitación rápida. Si faltaban votos a favor, se abría un segundo periodo de negociaciones, ya con intervenciones de Bolaños, Simancas, Gómez y de ministros/as con sobrada solvencia en procesos políticos, en especial una: la titular de Hacienda, María Jesús Montero.

Operaban en cada momento varios circuitos de comunicación. Por un lado, el interno, en donde han sido fundamentales Rafi Crespín e Isaura Leal, partes sustanciales de la dirección parlamentaria; por otro, el de Unidas Podemos, que a diario han enjuagado Simancas y la propia Crespín con el secretario general de los “morados”, Txema Guijarro, y más ocasionalmente, Gómez y Pablo Echenique. Y un tercero con la oposición, en donde los papeles se repartían. 

El objetivo ha sido siempre el mismo: aprobar las leyes. El objetivo se ha cumplido porque ni una ha caído, más allá del fiasco en la Junta de Portavoces a cuenta de las comparecencia del presidente por la relación con Marruecos. De hecho, ha habido algunas normas cruciales a punto de quebrarse, como el decreto de la reforma laboral o el primero hecho para atajar los efectos de la guerra de Ucrania. La ley audiovisual salió de milagro por la abstención del PP; la de los planes de pensiones, otro tanto, o la de memoria democrática. En un contexto en el que ERC está más fuera que dentro del sector que secunda las leyes, la tarea se ha hecho titánica, pero, sí, ha funcionado.

Es más que probable que si las elecciones andaluzas no hubieran sido tan devastadoras, las rencillas y recelos internos, con las consiguientes disonancias de funcionamiento, no hubieran salido a la luz. Pero el 19-J ha sido letal. Todo se ha precipitado. Cuenta una fuente a este medio que Sánchez está muy enfadado por esa pelea por áreas y cuotas de poder, pues ha comprobado cuánto han arraigado en el partido y en el grupo parlamentario. Y cuánto han enrarecido el ambiente. No le gustan nada al líder los chismorreos y las batallas subterráneas de desgaste, y se dispone el sábado a dar un rotundo golpe de autoridad. Nada garantiza que le salga bien, y no sólo por la tendencia demoscópica, sino por puro equilibrio interno. Al fin y al cabo, el grupo parlamentario ha logrado cumplir todos y cada uno de los objetivos marcados. Lo que se le avecina a Patxi López, único lehendakari socialista hasta la fecha, no es sencillo.