ANÁLISIS EPE

Cinco retos para un Gobierno que quiere agotar la legislatura

La pandemia y la guerra tienden a monopolizar la política, pero hay que armonizar otros asuntos complejos

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. / EFE

Antonio Papell

Antonio Papell

El gobierno de coalición ha salido reforzado del debate sobre el estado de la nación, en el que la mayoría política se ha mostrado cohesionada y con ideas, dispuesta a afrontar la mala coyuntura de modo que no se agrave la situación del grupo de los menos favorecidos, ya en alarmante riesgo de pobreza. Mientras tanto, la derecha circulaba por los cerros de Úbeda, sacando a colación un terrorismo que felizmente desapareció hace más de una década. En estas circunstancias, es lógico que el gobierno quiera agotar la legislatura y que intente hacer méritos para ganar de nuevo las elecciones. Sin ánimo de exhaustividad, he aquí cinco retos que debería afrontar y superar para conseguirlo.

1.-Minimizar los efectos de la estanflación. La crisis provocada por la pandemia global fue de oferta (no de demanda), y se ha visto agravada por la guerra de Ucrania, con la consecuencia ineludible de un proceso inflacionista. Tales crisis no admiten como es sabido medidas ortodoxas de política monetaria, ya que la subida rigurosa de tipos de interés podría conducirnos a una recesión inapelable. Así las cosas, el BCE deberá gestionar la crisis con cautela, debiendo los países de la eurozona —y España en particular— mantener cierta disciplina para evitar incrementar el déficit público y aplicar los recursos necesarios a minimizar los efectos negativos de la inflación sobre las capas menos favorecidas.

2.-Reorganizar la izquierda y abonar ciertos consensos con la derecha. Es muy probable que la continuidad del gobierno actual en el poder dependa del crédito que consiga mantener el PSOE en los intensos meses que quedan aún de legislatura, y del éxito de la operación “Sumar” que está organizado Yolanda Díaz, que trata de aglutinar al resto de la izquierda. Aunque el sistema parlamentario parece encaminarse de nuevo al bipartidismo imperfecto (la presión de la ley d’Hondt es inexorable), será difícil que regresen tan pronto los gobiernos estatales monocolores, por lo que es lógico que la izquierda aspire a repetir la coalición actual. En otro orden de ideas, sería deseable que el PSOE convenciera al PP de la urgencia de completar los órganos constitucionales, sin más ruido y con personas de prestigio. Si el gobierno logra ambos designios, se fortalecerá de cara a las elecciones.

3.-Planificar unos mejores servicios públicos. La moderna socialdemocracia ha relativizado en parte la redistribución fiscal, que es poco eficiente, y la ha sustituido por la promoción de unos potentes servicios públicos universales, gratuitos y de alta calidad, que son el auténtico ascensor social y el motor de la igualdad de oportunidades. Por ello, aunque es pertinente una reforma fiscal que racionalice la financiación del sector público, es si cabe más necesario aún potenciar la sanidad y la educación. Aquella ha dado muestras de sus debilidades con la pandemia, y la educación manifiesta sus déficit por el desacople manifiesto entre el sistema productivo y la enseñanza. Aunque tales competencias estén transferidas, el Gobierno tiene en su mano las pautas y los presupuestos.

4.-Equilibrar el sistema de relaciones con el Sur. Nuestra política exterior sigue mostrando lagunas. Siendo ya la política europea parte de la política interna e imbricada la Alianza Atlántica en el ámbito comunitario, se echa en falta una coordinación inteligente de nuestras relaciones con la zona de influencia de la UE, especialmente por el Sur. De momento, la descripción no es alentadora: hemos conseguido salvar a medias nuestra relación con Marruecos a costa de romperla con Argelia. No es imposible —lo logran otros países— mantener relaciones regionales en las que se incluyan países enemistados entre sí. Y España, por tamaño, potencia y tradición histórica, debería mantener una proyección en el Mediterráneo superior a la actual. Su mayor influencia nos haría más respetables en las relaciones bilaterales.

5.-Implementar una política de Defensa basada en las demandas presupuestarias de la OTAN. Es bien comprensible que un sector de la población y las formaciones de izquierda más rigurosa rechacen aplicar los recursos públicos, siempre escasos y allegados con el sudor de la frente de los contribuyentes, al gasto militar, pero la Defensa es una servidumbre democrática que debemos prestar para defender las libertades, y no ha de ser imposible que la coalición de gobierno —la actual o cualquier otra que se genere en el futuro— abrace criterios que vuelvan compatible la búsqueda persuasiva de la paz y la protección de la comunidad internacional ante el nuevo imperialismo de los dictadores populistas. Cuando naciones de honda tradición neutralista como Suecia o Finlandia se alinean con Occidente para protegerse de la vecina satrapía rusa, sería absurdo que España no se sumara en cuerpo y alma a la causa de la democracia.

Los problemas acuciantes de gran envergadura, como la pandemia y la guerra, tienden a atraer toda la atención, a monopolizar la política. Pero la madurez consiste en armonizar las dificultades y gestionar bien la complejidad.