MINISTERIO DE EXTERIORES

El Reglamento de la Carrera Diplomática sigue en el cajón en la recta final de la legislatura

Una primera versión fue tumbada hace un lustro por el Supremo por falta de negociación colectiva

Fuentes diplomáticas dicen que no hay negociaciones en marcha

Oficialmente, Exteriores asegura estar intentando sacarlo este año 

Regula el acceso competitivo a los puestos en las embajadas

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en la inauguración del Seminario Revista Política Exterior.

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en la inauguración del Seminario Revista Política Exterior. / Gustavo Valiente / Europa Press

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Cuando llega la primavera, los nervios afloran entre los diplomáticos españoles que esperan su siguiente destino. Lo llaman “el bombo”, y es el proceso por el que el Ministerio de Exteriores decide a qué país del mundo irán a vivir y trabajar (Australia, China, Marruecos, Angola…). Unos tres meses después deben incorporarse a su destino. Poco tiempo para organizarse, se quejan estos funcionarios.

Ese escaso margen de reacción era uno de los problemas que solucionaba el Reglamento de la Carrera Diplomática, que estuvo en vigor desde 2014 hasta que lo tumbó el Tribunal Supremo en 2017. Otros eran incluso más sustanciales, como el de definir los requisitos para ser embajador (años de carrera, puestos anteriores, méritos como el idioma…). Entre otras cosas, se reducían las posibilidades de convertir el destino de las jefaturas de misión en el extranjero en un premio político. 

El TS lo anuló por un defecto de forma: no se habían llevado a cabo las consultas necesarias con uno de los sindicatos para su aprobación. Se volvía así a la norma de 1955, parcialmente modificada en 1993. Y hasta hoy. “Han pasado cinco años y aún no tenemos un reglamento que daría cierta seguridad jurídica a los funcionarios del servicio exterior”, dice un diplomático.

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se reunió con asociaciones de diplomáticos a principios de este 2022 y les aseguró que su intención era sacarlo adelante antes de que acabara este año, según ha podido saber este diario. Pero ahora mismo no hay negociaciones en marcha. Y la legislatura se encamina a su recta final.

"Se están llevando a cabo acciones encaminadas a la aprobación del reglamento en el segundo semestre del presente año", dicen a

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA

desde el Ministerio de Exteriores.

En España hay cerca de 1.000 diplomáticos en ejercicio. Muchos trabajan en la sede del Ministerio de Exteriores, de la Agencia de Cooperación o de otros ministerios en Madrid. El resto vive y trabaja, en temporadas de hasta cuatro años, en alguna de las 215 embajadas, consulados o representaciones diplomáticas de España por todo el mundo. 

El 15 de diciembre de 2021, más tarde de lo habitual, José Manuel Albares anunció las 30 embajadas a las que podían optar los diplomáticos este año. Entre ellas figuran varias europeas y Brasil. Pero el titular de Exteriores dejó fuera de esa lista otra veintena de plazas de mayor calado político como Argelia, Marruecos, Alemania, Estados Unidos, Italia o la OTAN, informa Europa Press. 

Transparencia en la adjudicación de destinos


El Reglamento de la Carrera Diplomática que anuló el Supremo trataba de poner orden en el modo en que se asignaban los puestos en el exterior, unos más cotizados que otros. La promoción se basaba, al menos sobre el papel, en el mérito y la capacidad. “Le daba transparencia”, explica un diplomático.

El cambio lo comenzó en 2014 el entonces ministro de Exteriores José Manuel García-Margallo. Consiguió que se aprobara en las Cortes, primero, la ley general que definía la acción exterior del Estado. De esa se derivó el nuevo reglamento para los funcionarios de la carrera diplomática, que se aprobó ese mismo año (y estuvo vigente hasta 2017). 

Se creó un sistema de tres categorías para clasificar los destinos. Se tenía en cuenta, por un lado, el tipo de país. No es lo mismo ser destinado con toda tu familia a, digamos, a la embajada española en Sudán, Haití o Níger (tipo III) que a la de Estados Unidos o Francia (tipo I). Para cada una de esas categorías se establecían unos requisitos. 

Para poder ser jefe de misión en una embajada de tipo I se tenía que haber sido embajador antes y tener, al menos, la categoría de “ministro plenipotenciario de tercera clase” (una de las categorías de los diplomáticos, por encima de secretario y consejero). 

Para las del Grupo II (por ejemplo, Marruecos, Colombia o Turquía) se exigía haber sido número dos de una embajada o cónsul general durante tres años y tener otros tres años de puesto directivo en la Administración. 

Para los destinos del tipo III bastaría con haber sido consejero en una embajada y llevar al menos 20 años en la carrera diplomática, entre otros requisitos. 

“En el fondo, lo que hacía es elevar a condición de requisito lo que en la práctica ya es el recorrido habitual de un diplomático hasta ser jefe de misión”, explica un diplomático.

Había funcionarios que se oponían a algunos de estos criterios, por ejemplo a la exigencia de los 20 años de carrera. Impedía carreras fulgurantes, como la del propio José Manuel Albares. El actual ministro (de cuyo nombramiento tras la salida de Arancha González Laya se ha cumplido un año este martes) llegó a ser embajador en París, un destino del grupo I, sin haber sido antes embajador. Cuando se convirtió en jefe de la misión en el país galo solamente había sido cónsul en Bogotá y consejero en la OCDE y de Cultura en París. 

La forma de nombrar a los representantes de España en el exterior es un tema muy delicado y cargado de importancia política no sólo en España. En Francia, el cuerpo diplomático ha llevado recientemente a cabo una insólita huelga global para protestar por la reforma del cuerpo que pretende Emmanuel Macron. El Elíseo dice que trata, entre otras cosas, de dar flexibilidad al cuerpo diplomático y coger otros perfiles más allá de los educados en las elitistas escuelas superiores francesas. Sus detractores temen, sin embargo, que favorezca los nombramientos a dedo de embajadores y cónsules en base a afinidades políticas o personales. 

"Embabombo", bombo y bombito

El proceso por el que los diplomáticos consiguen un destino en el extranjero es uno de los que más tensión producen dentro de la carrera. Tienen un lenguaje propio para referirse a él. 

El “embabombo” es el proceso por el que se asignan los puestos de jefe de misión: embajador en alguna de las 115 embajadas o representante de una de las 10 misiones permanentes, en Naciones Unidas, OTAN u OCDE. Los ministros suelen reservarse algunos puestos para designar “a dedo” a los embajadores “políticos”.

El “bombo” general, que se convoca ordinariamente a principios de año, es en el que se designan los puestos secundarios en las embajadas o los consulados.

El “bombito” se refiere a pequeños concursos que van saliendo a lo largo del año cuando van quedando vacantes, como consejerías o segundas jefaturas.