DEBATE DEL ESTADO DE LA NACIÓN

Sánchez maneja ya las fechas del último (y más exigente) examen del curso: 11-15 de julio

En el Gobierno y en el PSOE cuentan ya con este horizonte temporal, que obligará a afinar al máximo la capacidad de pactos con los grupos parlamentarios

En un debate así, que acumula siete años sin celebrarse, las formaciones registran propuestas de resolución y luego las votan; perder varias o alguna significativa infringiría una derrota política al Ejecutivo

Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. FOTO JOSÉ LUIS ROCA

Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. FOTO JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Ángel Alonso Giménez

La sensación generalizada en el Congreso es de agotamiento; el curso ha sido duro. No sólo han cansado los debates, que en numerosas ocasiones han obligado a una intensidad emocional impropia e inapropiada, sino, sobre todo, las negociaciones. Las tramitaciones se han resuelto al final en la mayoría de los casos. Hablamos de proyectos de ley y de propuestas legislativas, sí, pero también de proposiciones no de ley, que son pronunciamientos meramente políticos. A veces, la angustia ha acompañado todo el tiempo. El decreto de la reforma laboral, en enero, o el destinado a contener los efectos de la guerra de Ucrania, en abril, han resultado extenuantes, dramáticos incluso mientras los grupos trabajaron para garantizar sus respectivas convalidaciones.

La muletilla “pensando en las vacaciones” se ha hecho frecuente estos días. Aunque la semana en curso está despejada de actividad por las elecciones andaluzas y sirve de relativo descanso, no permite una recuperación total. Dudan algunos de que sea posible; acaso en agosto si no surge ninguna crisis. 

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. / epe

Porque en julio, a pesar de ser mes inhábil y reducirse la agenda a las convocatoria de la Diputación Permanente, no se prevé mucha relajación. El Gobierno y el PSOE han transmitido en público y en privado que se celebrará uno de los eventos políticos más importantes de la tradición democrática: el debate sobre el estado de la Nación.

Habrá una convocatoria extraordinaria, por tanto, y será casi con toda seguridad entre los días 11 y 15 de julio. Las fuentes consultadas conocen los planes del presidente, Pedro Sánchez, aunque destacan, como puntualización, que no están cerrados. Una fuente bien situada en la relación con el Gobierno da por hecho que serán esas las fechas.

Cuántos días... Y qué días

El debate sobre el estado de la Nación no es un evento sencillo ni en el desarrollo ni en el objetivo. El debate en sí suele durar dos días, pero no acaba aquí. Una tercera jornada ha de dedicarse a la discusión y votación de las propuestas de resolución, que son iniciativas sólo de alcance político que registran los grupos a raíz de las intervenciones del debate. Puede que haya un día en medio en modo pausa, o puede que no. La secuencia está por determinar. 

Según la versión de las fuentes, la opción más probable es que el presidente comience el martes 12 de julio, que la sesión continúe el miércoles 13 y que las propuestas de resolución se finiquiten el jueves 14. Una fuente sugiere no descartar el 15, pero sería descabellado en plena época estival y en mitad de la segunda parte de la operación salida vacacional. 

Hasta aquí las consideraciones sobre el desarrollo, que tendrá que revisar la Mesa del Congreso cuando llegue la propuesta del Gobierno. En cuanto al objetivo político, un debate sobre el estado de la nación no es cualquier cosa, ya que se requieren pactos. La situación en la Cámara Baja, con una veintena de formaciones estructuradas en diez grupos parlamentarios, no es que requiera pactos tan solo; requiere una labor de orfebrería tanto en la negociación como en la votación de las resoluciones que efectivamente puede resultar extenuante.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. / epe

El Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez no se puede permitir derrotas políticas, ya que ha dado muestras de debilidad. Debilidad que, cabe aclarar, se ha producido fuera del Congreso. En la Cámara logra que su agenda legislativa avance. Ha debido renunciar a algunas normas, como la que derogaría la ley mordaza o la de memoria democrática, pero un repaso por las últimas sesiones enseña un balance favorable: la ley audiovisual, la de telecomunicaciones, la del “sólo sí es sí”, la de igualdad de trato y no discriminación, el decreto anticrisis, la nueva regulación de los planes de pensiones…

En unas ha sido fundamental la posición del PP; en otras la de EH Bildu. Dos partidos completamente antagónicos han permitido el impulso de la agenda del Gobierno. Los intereses de cada uno son muy diferentes, pero ilustran el laberinto en que se ha convertido el hemiciclo

Fuera del Congreso, el PSOE y Unidas Podemos han sufrido severos reveses. No les fue bien en las elecciones madrileñas de mayo de 2021; tampoco en las de Castilla y León de febrero de este año. Las previsiones de los comicios andaluces son de color gris tirando a negro. Sumar fiascos políticos en el ámbito parlamentario transmitiría una imagen de fragilidad que podría hacer muy largo el tramo final de la legislatura. Largo para Sánchez.

Siete años sin debate

El debate sobre el estado de la Nación, que no se celebraba desde 2015, se producirá en este contexto. Los riesgos son evidentes, reconocen las fuentes socialistas consultadas, pero también se atisban oportunidades. Si de los días de discusión sale el presidente reforzado, ya que el paisaje económico-social no ha empeorado y sus propuestas y anuncios capitalizan las repercusiones mediáticas, el éxito será la primera palabra que salga de las bocas de los dirigentes socialistas. Si además cuajan las propuestas de resoluciones propias y las acordadas están acompasadas con la agenda del Ejecutivo, balance perfecto.

Ayudará a los intereses socialistas la imposibilidad de que comparezca el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, pues no es diputado. Se especuló hace meses, nada más desbancar a Pablo Casado, que los populares instarían a un acuerdo de la Mesa para conseguirlo. Las fuentes del órgano de gobierno del Congreso lo ven sencillamente inviable. Como senador, puede ubicarse en la bancada, pero resultaría extraño que la máxima autoridad del partido se colocase en lugar tan visible para tener un papel invisible. Porque, al no poder tomar la palabra, será Cuca Gamarra la que replique al presidente, y tras ella el resto de portavoces parlamentarios.

Otra lectura quizá necesaria es antes una reflexión que una conclusión. La han hecho ya los grupos parlamentarios. Ciudadanos defendió hace meses la idoneidad de blindar en el reglamento de la Cámara este formato, de manera que fuera obligatoria su celebración periódica, sin estar al albur de la conveniencia política del Gobierno.

Debido a la ausencia de una regulación específica, los debates sobre el estado de la Nación han tenido lugar por pura tradición política. Desde los 80 se fueron haciendo hasta el parón posterior a 2015. Siete años, por tanto, sin que la política española analizara el estado del país. Una anomalía que, para grupos como Cs, no debería repetirse.