Opinión | JUEGO DE TRONOS

Albert Sáez

Lo que va a pasar en España y en Cataluña

Si los trabajadores y las empresas lo dejaran todo cada vez que se juegan su futuro, como hacen los políticos, el país estaría en la quiebra

Pedro Sánchez y Ursula Von der Leyen.

Pedro Sánchez y Ursula Von der Leyen. / EFE

España vuelve a pararse durante quince días. Ahora, por las elecciones andaluzas. Si los trabajadores y las empresas lo dejaran todo cada vez que se juegan su futuro, como hacen los políticos, el país estaría en la quiebra. La guerra sigue y la inflación, a pesar de que la vicepresidenta Calviño siga negándolo, persiste. Los analistas empiezan a estar preocupados por la inflación subyacente que provoca lo que denominan el efecto de segunda ronda, o sea, que ya no sube el precio de lo que escasea (la energía) sino de todos los productos que padecen ese incremento hasta penetrar en los salarios. El Gobierno trata de ocultar este efecto con la propaganda de los datos del empleo que esconden una realidad amarga: hemos cambiado la temporalidad por la intermitencia o la parcialidad que siguen sin garantizar sueldos de calidad y cotizaciones suficientes. La inflación será el gran tema del segundo semestre, especialmente a partir del aumento de los tipos de interés que será un segundo estímulo a la reducción del consumo. Y si las familias dejan de gastar y la industria sigue padeciendo los problemas de suministro, los servicios (el turismo) no serán suficiente para garantizar el ritmo de la recuperación que necesita la economía española.

El futuro de Sánchez 

En las últimas semanas, el gobierno de Pedro Sánchez ha hecho gestos que algunos han interpretado cómo de final de legislatura. No es el caso. La idea que ha transmitido a su partido es que va a llegar hasta el final haciendo coincidir las elecciones con la culminación de su presidencia europea. Lo que no está claro es si Pedro Sánchez será de nuevo el candidato del PSOE. Tiene ansia de un puesto en Europa. Pero no tiene recambio. Antes tienen que pasar muchas cosas. Tras el batacazo andaluz, todo el mundo da por hecho un cambio en los segundos niveles del Gobierno, como explicó Juanma Romero. Y muy especialmente en el aparato de comunicación, demasiado “contaminado” por Zapatero, según los barones territoriales que lo consideran omnipresente en el Gobierno, bien en persona o a través de Pepiño Blanco y su consultora Acento en la que trabaja hasta el hijo de González Pons del PP junto a gentes de confianza de Rubalcaba o de Oriol Junqueras. La cuestión es si Sánchez llegará a finales el 2023 con los socios actuales, en el Gobierno y en el Congreso, o prefiere otra carrera de resistencia en solitario.

¿Sin presupuestos para el 2023?

¿Se puede prolongar el presupuesto con una inflación superior al 8%? La mayoría de los economistas coinciden en considerarlo una locura por razones muy diversas pero la principal es que sería un atentado al sentido común al prolongar un gasto expansivo en un ciclo inflacionista. Sería dar definitivamente la puntilla para provocar la temida estanflación, lo peor de lo peor. Pero, vistos los últimos acontecimientos, ¿quién va a querer aprobar las cuentas con un zombi político como puede ser Sánchez en el último trimestre del 2022? No está claro que el Podemos de Yolanda Díaz esté por esa labor, pero tras el fiasco andaluz tampoco están para poner demasiadas condiciones. Aquí la cuestión de fondo es Esquerra y si va mantener su apuesta por el diálogo.

Pendientes de Borràs

Aprovechando que los focos estarán en la campaña andaluza, PSOE y Esquerra se van a tomar la temperatura en los próximos días. Los republicanos no ven todavía a la Moncloa en modo final de legislatura, pero tampoco por la labor de recuperarlos a cualquier precio. Pero sus condiciones por ahora no parecen asumibles: comisión de investigación en el Congreso sobre el espionaje, desclasificación de algunos documentos (que pueden acabar perjudicando más a algunos interlocutores del PSOE) y nuevos presupuestos para el 2023. Si desde Esquerra no se rompe definitivamente es porque no se percibe la mínima estabilidad en sus socios de gobierno en Catalunya. Por ahora. están a la espera de saber si es verdad que Laura Borràs pactó con Jordi Turull que tiene la potestad de nombrar a un sustituto de Jordi Puigneró (al que todos sitúan como candidato de Junts en Sant Cugat) como vicepresidente. Esquerra, cada día más, busca el momento de romper sin parecer el culpable de la llegada de Vox al gobierno. Y tiene menos defensores, uno de los que más les avalaba, Salvador Illa, está cada día más molesto por los líos en los que le meten como el del catalán en la escuela o por movimientos en el ámbito municipal como poner al edil que denunció a Núria Marín como candidato de Esquerra en l’Hospitalet.