LIMÓN & VINAGRE

Juan Espadas: aprendiendo andaluz

Juan Espadas

Juan Espadas / EPE

José María de Loma

José María de Loma

Juan Espadas Cejas tiene la misión de recuperar para el socialismo el gobierno de Andalucía. Pero antes de ese reto mayúsculo y con el pronóstico de las encuestas en contra, el candidato del PSOE a presidir la Junta tiene otro más inmediato: que lo conozcan.

El jueves pasado almorzó con el dirigente local Daniel Pérez menú del día a nueve euros en la terraza de un bar de barrio malagueño, Estrella Galicia en botellín, porra antequerana y boquerones. No precisamente ahuyentando a las masas, si bien sus constantes visitas a esa provincia le empiezan a granjear réditos. Ahora solo tiene que trabajarse la inmensidad de la Andalucía más oriental.

Ha sido alcalde de Sevilla durante siete años. Renunció. Anda que yo iba a renunciar a semejante y atractivo cometido para nadar en lo incierto, en una Andalucía que vira sociológicamente y que se predispone a otorgar un no despreciable número de apoyos a Vox y al Partido Popular. 

Hombre tranquilo nacido en el 66, abogado, casado y con dos hijos. Imposible averiguar cómo le quedan energías después de haber eliminado el susanismo. Ganó las primarias a la actual tertuliana de Risto Mejide que se resistió todo lo que pudo y que espera paciente, ella y sus fieles, un resbalón, hostia o derrota. Decir que un proyecto es de futuro es notificar el fracaso del presente.

Espadas es educadito y correcto con briznas de campechanía y viene contagiando su campaña de la del favorito, Juanma Moreno, que esconde las siglas de su partido, se presenta como transversal, moderado, calmado y afable. Hay una cierta competición entre hipotensos en esta precampaña sureña, con perfiles tan bajos que cualquier día hay que recoger del subsuelo. Incluso Macarena Olona, andaluza fake, ha adoptado un tono afilado en el fondo pero suavecito, jesuítico, tranquilón, melifluo, soniquete calmado más que timbre de voz. De Vox. 

Juan Espadas se afilió al PSOE en el 97 y enganchó cargos en la Junta durante 21 años antes de acceder al bastón de mando de Sevilla, donde le ha sucedido Antonio Muñoz. Éste abandera el discurso reivindicativo de la Junta olvida a Sevilla. Necesitamos ya muchas inversiones y vamos a dejar de pedir perdón por la lluvia de millones de la Expo 92.

Espadas gasta gasolina, ruedas, energías y calorías en transitar municipios, ciudades, cerros, Úbedas, costas tranquilas o tropicales, estaciones de esquí, urbes o páramos por una geografía mayor que la de Austria habitada por más de ocho millones de almas que van metabolizando lo que fue el socialismo, que gobernó casi cuarenta años, y hacia dónde va.

"El espectador observa la otrora eficaz, engrasada, temible y reluciente maquinaria electoral del PSOE-A moviéndose con las cuadernas crujiendo"

Espadas zahiere al PP a cuenta de la sanidad, sabedor de que es asunto sensible y conocedor de cómo el estado de la misma originó gran desafección hacia el PSOE. Susana Díaz dejó a 400.000 andaluces en casa, abstencionistas, desmotivados, ensimismados o cabreados. La liga de Espadas es que Moreno Bonilla no sume más que toda la izquierda. Y él obtener más escaños que Susana Díaz. Pero el espectador observa la otrora eficaz, engrasada, temible y reluciente maquinaria electoral del Partido Socialista andaluz moviéndose con las cuadernas crujiendo y algunos pilares oxidados. Quién a los mandos y sin saber si Sánchez beneficia o perjudica. Pero Espadas viaja y viaja levantando la moral, no la voz, pidiendo el menú del día, memorizando nombres de alcaldes y concejales; adaptándose, requiriendo debates, minutos en las televisiones y “una oportunidad. Como Platanito en Las Ventas”, que diría el inolvidable dirigente comunista Antonio Romero. 

Si hoy es lunes, esto es Almería. El exalcalde de Sevilla ha anudado el PSOE de Andalucía pactando con diversos sectores y colmando, abrochando o cercenando egos. El resultado es un partido tradicionalmente levantisco en sus orgánicos adentros transmutado en mar de chicha calma. 

Lo mejor está siempre por llegar pero a Juan Espadas le espera una campaña electoral. A veces la vida rima con tus intenciones. O no rima. O viceversa. Hay también épica, sin embargo, y esperanza, en eso de no salir como favorito. No hay ambiente de sorpresa pero sí un voluntarismo que ahuyenta la depresión en sus filas. Espadas es Javier Arenas en los noventa. Pronuncia menos la palabra “campeón” pero se está hartando de palmear espaldas, estrechar manos, dar mítines y calibrar gazpachos. Un máster.