PACTO EN CASTILLA Y LEÓN

"La estrategia con Vox falló": así se plegó el PP para evitar repetir elecciones

El primer gobierno de coalición supone un punto de inflexión en el panorama político

Los ultras hacen valer su peso en una negociación que no termina bien para Mañueco, que se resiste a entregarles consejerías de peso

La 'era Feijóo' arranca con un acuerdo que no gusta en el PP europeo

Alfonso Fernández  Mañueco y Juan García-Gallardo.

Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo. / CLAUDIA ALBA.

Paloma Esteban

Paloma Esteban

El primer gobierno de coalición entre PP y Vox es un hecho en Castilla y León. La imagen del abrazo entre Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo, de presidente a vicepresidente, abre un nuevo escenario en la derecha española y supone un punto de inflexión en el panorama político inmediato. El partido de Santiago Abascal tendrá otras tres consejerías de un total de diez y dos puestos en la Mesa de las Cortes, incluida la presidencia. Vox hizo valer su peso en una negociación que no termina bien para el PP, pero que aleja la única línea roja que de verdad tenía Mañueco: repetir las elecciones. Las carteras deben concretarse, pero los populares aseguran que Vox no controlará áreas de peso. Apuntan a que Agricultura podría ser una y niegan que vayan a controlar Educación.

Las negociaciones se alargaron hasta el último momento. Ya en la mañana del jueves Vox puso encima de la mesa su oferta definitiva: el acuerdo debía ser un paquete completo de programa de Gobierno, reparto de consejerías y el Parlamento autonómico. La “resistencia” que ponía el PP, aseguran fuentes de la cúpula del partido ultra, a concretar su papel en el futuro gobierno obligó a un ultimátum que los populares rechazaron la noche previa y que acabaron aceptando

El cruce de mensajes y llamadas fue continuo en los días previos. Vox no veía con buenos ojos la negociación paralela que el PP abrió con Soria Ya! para cerrar la Mesa de las Cortes. Y se lo hizo saber al equipo más cercano de Mañueco. En la noche del miércoles, a escasas horas del pleno de constitución de las Cortes, las conversaciones encallaron. Por eso, el partido de Abascal hizo pública su propuesta programática (que luego se vio ampliamente reflejada en el acuerdo definitivo de gobierno). El PP se comprometía a un acuerdo de legislatura sin aclarar, de nuevo, los sillones en el gobierno de Vox. Dirigentes nacionales próximos a Abascal advirtieron de que todo podía saltar por los aires.

Fue ya en la mañana del jueves cuando los flecos se cerraron. La mirada de satisfacción que exhibió el líder de Vox en el Congreso de los Diputados daba buena cuenta de los resultados de la negociación para los suyos. La presidencia de las Cortes y una secretaría, y cuatro asientos en el Ejecutivo regional: la vicepresidencia y otras tres carteras que ahora los socios deben distribuir en las próximas semanas. Lo importante era amarrar su presencia en el Gobierno y la presidencia del Parlamento. Solo cerrando ese ‘pack’ aseguraban la investidura del presidente de la Junta.

PP y VOX alcanzan un acuerdo de gobierno

/ Agencia ATLAS / Foto: EFE

“La estrategia con Vox falló”

Y Mañueco cedió porque no tenía alternativa. La noche previa su equipo más cercano aseguraba que “rechazaban el ultimátum de Vox” y que no cederían con todo. En el PP castellanoleonés tenían asumido el gobierno de coalición desde la noche electoral. A pesar de las intentonas por trasladar que buscarían un gobierno en solitario y la insistencia de la dirección de Casado y García Egea por evitar atarse a Vox, los más fieles a Mañueco reconocían que con la aritmética del 13 de febrero no había otro camino posible.

Por eso, algunos dirigentes reprochan la estrategia seguida por la dirección nacional. Entienden que si estaban “condenados” a entenderse no debieron llevar las conversaciones hasta el final. Sobre todo, insisten, porque Vox tenía la carta definitiva en su mano: forzar una repetición electoral a la que estaban dispuestos a ir bajo la premisa de que el PP no aceptaba su peso electoral y rechaza gobernar con ellos.

Un relato del que Mañueco carecía y que, insisten fuentes castellanoleonesas, debió “manejar de otra manera”. Esas voces apelan a que el acuerdo pudo cerrarse antes, sin dejar tanto tiempo de preparación a Vox y evitando llegar ‘in extremis’ a un escenario de total debilidad para el PP. La brutal crisis interna con la caída de Casado y el enfrentamiento civil tampoco ayudó en nada. En los peores días el equipo de Mañueco ya aceptaba que había perdido capacidad negociadora con la exhibición de ruptura dentro del propio partido y las encuestas en caída libre.

El arranque de la 'era Feijóo'

El salto cualitativo del primer gobierno de PP y Vox tendrá consecuencias aún por analizar. Los populares sí estaban convencidos de que el acuerdo tendría que cerrarse antes de que Alberto Núñez Feijóo llegara a la presidencia nacional para evitar que sobre él recayera la responsabilidad del primer pacto con la extrema derecha. Pero, a pesar de que aún es un candidato al que deben votar los militantes, el partido asume que no es la mejor carta de presentación. El PSOE salió en tromba y la línea del Gobierno será exactamente esa: que la moderación es un disfraz para el presidente de la Xunta.

Tampoco en Europa fue visto con buenos ojos el acuerdo. El presidente del PPE, Donald Tusk, reunido con el resto de líderes (incluido Pablo Casado a modo de despedida) en París no dudó en rechazar ese pacto, dando por hecho que se trataría de algo puntual. “Para mí ha sido una triste sorpresa. Casado era una garantía personal de mantener al PP en el centro derecha evitando este tipo de coqueteos con los radicales, con movimientos de extrema derecha como Vox”, llegó a decir el ex primer ministro de Polonia exhibiendo su amistad con el ya líder saliente de los populares.

Un varapalo también para Esteban González Pons, referente del PP en Bruselas y hoy al frente del Comité Organizador del Congreso que debe aupar a Feijóo al liderazgo conservador. González Pons, uno de los dirigentes más beligerantes con Vox, llegó a tildar hace solo una semana a los de Abascal de “extrema derecha” para unos días después rectificar evitando directamente hablar sobre ese partido. La molestia en Castilla y León con sus palabras (y también en Feijóo) fue notable según confirman distintas fuentes en el PP. Como publicó este diario, los pactos con Vox están llamados a ser el primer gran quebradero de cabeza para el nuevo líder del PP.

Feijóo asegura en todas sus intervenciones que su cometido es recuperar a todos los votantes que se marcharon a las siglas ultras y devolver a la política y al propio PP un sentido de la centralidad. Pero no aclara, una vez tome los mandos de la formación, si avalará o no los acuerdos de gobierno con Vox. El primero ya se ha producido, aunque no sea bajo su mandato en sentido estricto. También preocupa mucho en algunos sectores del PP las políticas compartidas. 

Mañueco consiguió cerrar un programa de gobierno con ejes generales en casi todas las temáticas. Pero Vox sí coló la puesta en marcha de una ley de violencia intrafamiliar que “actualice la normativa vigente”, y que castigará por igual todo tipo de maltrato en el seno de la familia. El PP aseguró en campaña que no permitiría un solo paso atrás en violencia de género, pero el partido ultra, que niega que exista una violencia específica contra las mujeres, ya arrancó ese importante compromiso en el pacto de legislatura.