SESIÓN DE CONTROL EN EL CONGRESO

Sánchez practica la serenidad contra el PP pero Bolaños y Alegría no pueden seguirle

El presidente huye del tono áspero para confrontar con el PP en la sesión de control del Congreso; su actitud ha sido deliberadamente sosegada

Los populares no han evitado, sin embargo, la dureza, hasta el punto de cabrear a dos ministros tranquilos como Pilar Alegría y Félix Bolaños

En la primera sesión tras las elecciones de Castilla y León, los micrófonos de algunos escaños han sufrido más de lo recomendable

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

Ángel Alonso Giménez

Pedro Sánchez cumple años un día que va y viene, cosas del calendario y del desfase temporal de los bisiestos: el 29 de febrero. Ese día, en 2022, no existe. Llegará el momento en que algún exégeta de la política interpretará esto como un condicionante decisivo de la personalidad del presidente del Gobierno.

Mientras llega ese momento, que esperemos que no llegue, Sánchez le ha dicho a Gabriel Rufián en el Congreso, este mismo miércoles, que dentro de poco va a cumplir 50 años y que a esta edad "nadie" le va a repartir "carnés de izquierda". "Y menos ustedes", ha apostillado a continuación en alusión al progresismo soberanista, el de Rufián, sí, pero también el de EH Bildu. Los 13 diputados de Esquerra y los 5 de la formación vasca son fundamentales esta legislatura, pero ello no ha evitado que el líder del PSOE deslizara semejante muestra de enojo.

La pregunta de Rufián era: "¿Piensa que el Gobierno está cumpliendo con los objetivos sociales del pacto de Legislatura?". El presidente ha respondido: "Yo creo que sí".

A Sánchez se le ha escapado esta licencia anímica en el día en que ha verbalizado que no quiere echar más leña al fuego enorme y crepitante de la política española actual, que la verdad es que no está muy calmada. Las elecciones de Castilla y León del domingo pasado no han sido precisamente un ansiolítico, pues Vox está llamando ya a las puertas de un gobierno autonómico. El PP tiene la llave. "Le ha llegado la hora de la verdad", ha espetado el presidente a Pablo Casado. Como para calmarse.

Al igual que el martes en el Senado, entraba en los planes de Sánchez acechar a los populares con el auge de Vox en los comicios del 13 de febrero. Pero en el Congreso ha expresado otra intención. Sabedor de que las sesiones de control de la Cámara Baja atraen más atención mediática (la de los ciudadanos no parece), se ha vestido el traje de presidente sereno y con un puntito de desabrimiento que gusta tanto en la UE.

"No contribuir a degradar las instituciones significa también responder con educación y buenas formas a sus improperios y a sus insultos". Así ha iniciado la primera de sus dos intervenciones de réplica a Casado y primera de las cinco intervenciones que ha protagonizado este miércoles en la sesión de control del Congreso al Gobierno, a la que por cierto llevaba sin acudir desde mediados de diciembre. "Feliz año nuevo", le ha saludado el líder del PP nada más agarrar el micrófono, apenas pasadas las 9.00 de la mañana y tras un minuto de silencio por la tragedia de la tripulación del pesquero gallego "Villa de Pitanxo".

Calviño y su "tiene usted razón"

Lo que han debatido Sánchez y Casado cabe en una línea: ETA, Tezanos, CGPJ, cordón sanitario a Vox sí o no. Y ya.

El cruce de discursos con Santiago Abascal tampoco ha dado para mucho. El líder de Vox ha protestado por las políticas económicas y energéticas del Gobierno. "Su transición energética es un timo", ha proclamado después de pronunciar seis palabras que explican, en gran medida, por qué su formación está yendo tan bien en determinadas zonas de España en las que el PSOE y Unidas Podemos no están yendo bien: "La desindustrialización de la España interior". El partido que ha quedado tercero el 13-F y que ha logrado 12 procuradores más de los que tenía en Castilla y León está desarrollando una estrategia para calar en dichas zonas, en donde sabe que puede sacar provecho electoral.

Sánchez, en respuesta, ha alcanzado el cenit (o cénit con tilde, que la RAE permite ambas) de la serenidad durante los poco más de dos minutos que ha dedicado a desmontar a Abascal. Tras recordar el asesinato de una menor en Alcalá la Real (Jáen) y pedir que no se frivolice con la violencia machista, el presidente ha adoptado una pose que sólo transmite mansedumbre. Con las manos cruzadas delante de la cintura, sin lanzar los brazos a los lados como hace habitualmente, ha acusado a Vox de "negar la realidad, no hacer caso de la ciencia y de negar" también "el futuro". Ni más ni menos.

La portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra y el presidente del PP, Pablo Casado, conversan en una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputado

La portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra y el presidente del PP, Pablo Casado, conversan en una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputado / Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

Era relativamente sencillo deducir, a partir de aquí, que estábamos asistiendo a una una nueva consigna estratégica, pues todo en política ahora es estrategia. Nadia Calviño alimentó la hipótesis al afirmar a Cuca Gamarra: "Es la estrategia que vamos a seguir, la de un Gobierno serio y responsable". Y dio más cuerpo a la idea al comenzar una contestación a Iván Espinosa de los Monteros con un "tiene usted razón"... Diablos. Crispación en retirada. Qué maravilla.

Ha pasado una cosa extraña en la sesión de control de este miércoles. Después de las breves intervenciones de Sánchez, suele mantenerse el clímax televisivo de las sesiones de control gracias a las vicepresidentas primera y segunda y a las apelaciones sin tregua de los diputados del PP. Pero este miércoles no ha sucedido por culpa de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera. Hace dos semanas cumplió de maravilla con el papel de agitación electoral encargado, pero se ha desinflado tras los comicios de Castilla y León. Sus respuestas han resultado pausadas y técnicas, y hasta ha llegado a decir "taxonomía". La tecnocracia es lo que tiene.

Gracias a Íñigo Errejón, Aitor Esteban e Iñaki Ruiz de Pinedo, de EH Bildu, la Cámara Baja, en su "prime time" particular, se ha dedicado a discutir sobre el futuro del parque de Doñana, el impulso de las energías renovables y la energía nuclear. Reinaba un silencio impresionante, una calma fecunda. ¿Mérito de Sánchez y de sus manos cruzadas?

La llegada de García Egea

En la bancada del PP hay tres diputados que animan bien y critican mejor con pocas palabras. Son Macarena Montesinos, Eloy Suárez y Pablo Hispán. Puede que haya más, pero estos tres sobresalen. Sus voces resuenan en apoyo del compañero/a que acaba su alocución. "Muy bien", pronuncian estridentemente. En las exclamaciones contra el Ejecutivo no tienen rival. "Qué barbaridad", "contesta a la pregunta", "qué vergüenza" son algunas de ellas.

Montesinos, Suárez e Hispán han estado sosegados un rato, a sus cosas. Hasta que llegó Teodoro García Egea.

"Le voy a dar un dato real. El domingo los ciudadanos de Castilla y León dejaron a su partido con la mitad de sus diputados. Esto será conocido como el efecto Yolanda Díaz". Con este inicio ha reclamado el secretario general del PP su protagonismo. Cuando el número dos de Pablo Casado toma la palabra, su bancada se agita, se remueve, el ánimo se enerva un poco. Es un "casi jefe" porque manda mucho. "¿Usted siente algo?", le ha preguntado a la ministra de Empleo. "¿De qué lado están ustedes?", ha contraatacado Díaz, quien ha enumerado este miércoles cinco datos sin despeinarse. Qué capacidad de memorización.

García Egea ha sido el punto de inflexión. La sigilosa sesión de control tornó en bulliciosa desde entonces. El secretario general del PP puso la masa del pastel y un diputado llamado Jaime Mateu Istúriz, hijo de asesinados por ETA, la guinda.

Bolaños y Alegría no pueden calmarse

Fernando Grande-Marlaska, ministro de Interior, quizá por costumbre, pues le han vuelto a acusar de negociar con el entorno de la banda terrorista beneficios penitenciarios a sus presos, no ha actuado fuera de sí. Ha apelado a su pasado para intentar hacer entender que contra el terrorismo lucha como el que más. Ha sido juez de la Audiencia Nacional y ha llevado escolta media vida.

No ha tenido éxito, como era de prever, y Mateu, al acabar, se ha puesto en pie para recibir una oleada de aplausos de sus colegas de bancada, como si fuera una escena de la anunciación bíblica. El diputado por Burgos ocupa un escaño en las filas más altas, y entre eso y la iluminación del hemiciclo pues parecía que había llegado el sucesor de Casado. El PSOE ha hecho lo mismo justo después con Marlaska, pero no se ha acercado ni por asomo.

Se estaba poniendo tensa la sesión. Cuando llegó la pregunta de Sandra Moneo, del PP, a Pilar Alegría, ministra de Educación, faltaba muy poco para que se liara.

Y se lio.

La aragonesa no es nueva en las lides del Congreso. Fue diputada muy joven y hasta su nuevo desembarco en Madrid se ha fajado en la política de su comunidad como consejera, candidata a la Alcaldía de Zaragoza y delegada del Gobierno. Hasta la fecha, obediente al mandato dado por el presidente, se ha dedicado a gestionar sin aspavientos y a hablar sin histrionismos. Pero lleva una política socialista dentro de pura cepa y esa personalidad ha salido. Ha recordado al PP los "discos duros" del caso Bárcenas y ha lamentado la insistencia de los populares con una batalla de las lenguas que no comparte. Es probable que por el cansancio se le haya escapado esta expresión: "Todos los santos días".

Pinta de santo tiene Félix Bolaños. A ver: es un tipo discreto y trabajador, muy aplicado. Actualmente es el mandatario más poderoso del Gobierno después de su jefe. No tiene fama de agitador ni de ser "un broncas", pero el PP, este miércoles, le ha cabreado bastante. El veterano José Antonio Bermúdez de Castro le ha sacado los colores por el CIS de José Félix Tezanos. "Que se cargue a la cuenta de gastos de la propaganda del Partido Socialista", ha clamado.

"No se pongan nerviosos", ha pedido el ministro de Presidencia, y acto seguido: "Se han metido ustedes solos en este lío por culpa de una convocatoria infantil". Y ya la batalla.

Crisis de micrófonos

Uno de los medidores más fiables del encono parlamentario son los micrófonos de los escaños. Si el diputado/a lo tumba con fiereza, el cabreo es máximo. Si lo pliega suavemente, el parlamentario denota una calma envidiable. Sánchez, este miércoles, ha retirado su micrófono como si estuviera escuchando "Las variaciones Goldberg" de J.S. Bach.

En cambio, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha tumbado el suyo con tanto enfado que hasta se ha notado en los amplificadores del hemiciclo. Javier Ortega-Smith le había preguntado por la carne y no ha podido disimular que es una polémica que le pone de muy mala uva.

Pero oigan... Mala uva de la José Luis Escrivá. Ana Oramas, de Coalición Canaria, le ha interpelado por el IMV en las islas, que no llega, vaya, y el ministro de Inclusión... Qué temperamento. Pobre micrófono.

Por lo menos, ambos, han podido decir lo que querían decir en el tiempo en el que debían decirlo. Ya le hubiera gustado a Calviño. Estaba crecida con su argumentario de defensa de la política económica del Gobierno cuando Batet le ha cortado la palabra por haber agotado el tiempo. La ministra se ha sentado enfadada, pero ese enfado infantil que te lleva a gesticular y a decir: "¡Jo!".