ELECCIONES AUTONÓMICAS

Castilla y León evidencia la fragilidad del Gobierno y la dependencia de Casado de Vox

El cambio de ciclo incontestable que el PP vio en la victoria de Ayuso en Madrid se difumina, Mañueco queda muy lejos de una mayoría y dependerá de Vox

El Gobierno acusa desgaste y el PSOE pierde 7 procuradores; Unidas Podemos, pasa de dos a uno, pese al creciente tirón de Yolanda Díaz

Ciudadanos se despeña aunque Igea conserva el acta por Valladolid y emergen los partidos de la España vacia

Alfonso Fernández Mañueco

Alfonso Fernández Mañueco / EFE

La trayectoria ascendente que conducía a Pablo Casado en volandas a La Moncloa sufrió este domingo un importante tropiezo. El PP podrá retener el Gobierno de Castilla y Léon aunque queda absolutamente en manos de Vox. Lo conservará sólo si aceptan las condiciones de la formación de ultraderecha. La suma de ambos partidos alcanza la mayoría absoluta. Un desahogo para Génova, que en los últimos días había incluso temido perder la Junta. Los populares han obtenido 31 escaños y los de Santiago Abascal, 13, con casi el 100% escrutado.

El balance final de estos comicios autonómicos queda muy lejos de lo esperado y demuestra el error del adelanto, que sólo ha servido para sustituir a Ciudadanos, un socio más moderado, por Vox, mucho más radical. El PP ha dado así fuelle a su mayor competidor electoral, que además la misma noche electoral ha dejado claro que pedirá su entrada en el Gobierno autonómico. "Qué cara de vicepresidente se le está poniendo a Juan García Gallardo (el candidato de Vox)", aseguró Abascal. "Vox tiene el deber y el derecho de formar Gobierno en Castilla y León", añadió.

Abascal avisa al PP: "Vox tiene el derecho y el deber de formar Gobierno en Castilla y Léon"

La línea que conectaba a Casado con su futuro cargo de jefe del Ejecutivo no es tan directa como Génova mantiene. Pero el presidente aguanta en el liderato del partido. Sus enemigos, dentro y fuera del PP, estaban esperando una debacle para exigir su cabeza. Por ahora, seguirá sobre sus hombros. Le ayuda sobre todo, la evidencia de una fuerte mayoría de derechas, lógica en una autonomía muy conservadora, aunque suficiente para poner en alerta al PSOE.

DESGASTE DE LA COALICIÓN

Pedro Sánchez no puede darse por satisfecho y menos aún confiarse con este resultado. El PSOE ha bajado más de cuatro puntos en porcentaje de voto y ha perdido 7 escaños. Pasa de 35 a 28. Ciudadanos se ha despeñado y sólo resiste por el acta de su líder, Francisco Igea, por Valladolid. De 12 en 2019, a uno. Unidas Podemos pierde un representante, a pesar de que en esta ocasión se presentaba conjuntamente con Izquierda Unida. La tendencia descendente de la formación morada continúa y parece que la futura candidatura de Yolanda Díaz, pese a su creciente fama, puede aspirar únicamente a frenarla. Y emergen con fuerza los partidos de reivindicación territorial como Teruel Existe. Por Ávila, una escisión del PP, mantiene su procurador. Crece la Unión del Pueblo Leonés, de uno a tres. Y entra Soria Ya de manera arrolladora, tres parlamentarios de la nada. Este crecimiento merece una reflexión de los socialistas que, al frente del Gobierno central, no son capaces de ofrecer soluciones a esa sensación de agravio, que obliga a los ciudadanos a organizarse y concurrir a los comicios para defender sus intereses. También para los populares, que han gobernado históricamente la Junta y han estado al frente del Ejecutivo español.

Es cierto que el PP buscaba, con una gran victoria este domingo, apuntalar la idea de que España ha estrenado un nuevo ciclo electoral tras el éxito de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Y eso no ha sucedido. Su triunfo es más bien discreto. Sólo dos diputados más y un porcentaje de apoyo muy similar al del hace casi tres años Algo que pone en duda el valor de la gestión de Alfonso Fernández Mañueco y la capacidad del PP de atraer a nuevos votantes. Los que tuvo Ciudadanos migran en masa a Vox, que presentaba un candidato desconocido.

LA INFLUENCIA DE VOX

Pero los problemas del PP no pueden esconder la erosión del Gobierno de Sánchez que existe, aunque no es tan definitiva para dar por hecho un próximo Ejecutivo del PP. Si se produce, lo que ha dejado claro Castilla y León, es que será de la mano de Vox. Las siglas socialistas no han tenido la solvencia de los últimos años. El PSOE, que en 2019 se impuso por primera vez al PP, en un territorio de raíces conservadoras donde los populares llevan gobernando 35 años ininterrumpidamente, retroceden ahora a la segunda posición. Este descenso deja a su secretario general, Luis Tudanca, en una complicada situación.

La precampaña comenzó con unas altas expectativas para el PP, viró en el ecuador a la evidencia de que sería imprescindible el concurso de Vox pero acabó con la sensación de un empate técnico de las dos formaciones del bipartidismo. A diferencia de los errores de apreciación y de enfoque que se produjeron en las elecciones de Ayuso, en La Moncloa tuvieron muy claro desde el principio la altísima probabilidad de la suma de PP y Vox aunque en las últimas horas, incluso en la propia jornada electoral, defendieron que estaban muy igualados.

Sánchez ha aprendido de los fallos cometidos en Madrid: no se implicó de manera tan personal en la campaña, sólo al final ante el tirón de los sondeos, y favoreció que la conversación electoral fuera netamente autonómica. Pero las elecciones de Castilla y Léon, inéditas por muchas razones -la primera vez que se adelantan, que no coinciden con ninguna otra autonomía y con las municipales- han sido sobre todo una cita de dimensión nacional, de las que se extraen muchas conclusiones.

La más evidente que el PP no tiene opciones de gobernar en España sino es con el apoyo de Vox, con quien deberá negociar el reparto de Ministerios. El partido de extrema derecha es la revelación del 13-F, su ascenso es absolutamente espectacular en línea con la mejora de previsiones a nivel nacional que la conceden todas las encuestas. Vox continúa al alza y no se apea de su condición de tercera fuerza en el Congreso.

LA CITA DE ANDALUCÍA

Esto complica la ascensión de Casado, que perseguía un triunfo incontestable para distanciarse lo máximo posible de Abascal. Pero si la situación para el PP es incierta también lo es para el Gobierno de coalición, cuya fragilidad ha quedado de manifiesto. A pesar del impulso a la gestión que se intentó dar con la remodelación de la parte socialista del Ejecutivo, en julio; de la pacificación interna que supuso la salida de Pablo Iglesias; del final de la pandemia; de la estabilidad económica, ni al PSOE ni a Unidas Podemos le ha ido bien el 13-F. Poco o nada parece haber influido la aprobación de la reforma laboral, considerado uno de los grandes éxitos de la legislatura.

Y ahora queda Andalucía. En la última semana el runrún de la alta dependencia que Mañueco tendría de Vox, finalmente confirmada, había extendido la idea de que Juanma Moreno podría no anticipar las elecciones del próximo diciembre a junio y que esperaría a hacerlo cuando tocan. Esta incógnita está aún por despejar. El adelanto no ha sido positivo para Mañueco y el resultado no da más opciones reales que un Gobierno con Vox, aunque Génova trataba anoche de transmitir que sí. Pero los comicios andaluces también preocupan en La Moncloa, conscientes de las limitaciones de Juan Espadas y de que la fragmentación de la izquierda en tres listas hace imposible un Ejecutivo progresista.

La única lectura positiva para el Gobierno de coalición es que la perspectiva de un Ejecutivo compartido entre PP y Vox a nivel nacional consiga movilizar al electorado de centro izquierda que, por ahora no encuentra suficientes incentivos para salir a votar.