Tribunales

Entabló relación con una anciana en encuentros de oración y vació sus cuentas durante cinco años

El Tribunal Supremo confirma la condena de tres años y medio de cárcel para el presidente de la Fraternidad Apostólica de la Divina Misericordia, por un delito continuado de apropiación indebida con "abuso de relaciones personales".

Archivo - Imagen de archivo de una sucursal del Banco Santander.

Archivo - Imagen de archivo de una sucursal del Banco Santander. / EUROPA PRESS - Archivo

Cristina Gallardo

El Tribunal Supremo ve "abuso de relaciones personales" en la amistad que mantuvieron una mujer de avanzada edad, físicamente impedida y sin familiares y un hombre algo más joven que ella al que conoció en "encuentros de oración" en un pueblo de Navarra y a la que ofreció ayuda para buscar una nueva residencia, pequeñas compras y finalmente para la gestión de su dinero, y a la que acabó vaciando sus cuentas bancarias a lo largo de cinco años. La Sala de lo Penal ha confirmado su condena por apropiación indebida a 3 años y medio de cárcel.

La resolución del alto tribunal, de la que ha sido ponente la magistrada Ana Ferrer, rechaza todos los motivos del recurso de casación del recurrente y confirma la condena que le fue impuesta por la Audiencia de Navarra en julio de 2019.

Álvaro G. era presidente de la Fraternidad Apostólica de la Divina Misericordia , y según el Supremo fue precisamente "la afinidad religiosa y todo el entorno inherente a la misma" lo que aprovechó para hacerse paulatinamente con la confianza de la anciana, dirigir su vida y acceder al control de sus fondos, que superaban los 270.000 euros en diferentes cuentas bancarias. 

El acercamiento se produjo en 2010 según los hechos probados a pesar de que se conocían desde hacía más de 30 por coincidir en encuentros de oración. Fue ese año cuando la mujer, sin familiares cercanos, le dijo que no se encontraba bien en la residencia en la que residía, y Álvaro le ofreció cambiar con su ayuda, dado que conocía al director de otro centro. Así fueron estrechando la relación de amistad que tenían anteriormente, y Álvaro siempre señalando que lo hacía de modo voluntario fue prestándose a realizar pequeñas gestiones como "compras de agua, chocolate, galletas, bolígrafos, pilas, productos de higiene etc.".

Más tarde la mujer le autorizó a efectuar movimientos en sus cuentas bancarias ordenándole efectuar diferentes donaciones anónimas que a lo largo de cuatro años sumarían unos 96.000 euros. Un año después, el condenado asumió la gestión de 274.506,70 euros que ella había depositado en dos cuentas del BBVA, y posteriormente abrió otras nuevas a nombre de la anciana en las que aparecía también como autorizado y a partir de ahí ordenó movimientos bancarios y reintegros no conocidos, ni autorizados por la titular.

Cambió tras el testamento

La mujer fue cambiando en varias ocasiones de residencia ayudada por Álvaro, que gestionaba su patrimonio sin rendirle cuentas ni explicaciones, y en 2012 la mujer hizo testamento nombrándole "único y universal heredero". Tras la firma de este documento la relación entre ambos cambio, "perdiendo intensidad" según la sentencia, por lo que la mujer solicitó ayuda de una conocida suya, esposa de un Guardia Civil, que le ayudó a averiguar la situación de su patrimonio.

 Tres años más tarde Álvaro le entregó 54.300 euros y al día siguiente una relación de gastos sin soporte documental, y descubrió que en sus cuentas solo quedaban cantidades que no llegaban a los 30.000 euros. El hombre ha sido condenado en firme a tres años y medio de cárcel y a indemnizar a la mujer con 170.245,81 euros.

Deber de confianza

Según razona la sentencia, el acusado "no solo defraudó el deber de confianza que se deposita en aquel a quien se encomienda la gestión de un patrimonio, sino algo más", ya que se adentró en la continuidad de su víctima "llegando a dirigir no solo su actividad financiera, sino otros aspectos vitales esenciales, hasta la residencia en la que debía alojarse". 

Todo ello, añade la resolución "con base en ese creciente acercamiento que apelaba a las raíces más hondas, las que enlazan con el sentimiento religioso". La confianza, insiste el Supremo, se vio defraudada"no solo como administrador del dinero que volatizó, sino también en un plano más íntimo respecto de quien le profesaba un profundo agradecimiento en la inteligencia de que se ocupaba de ella de manera altruista".