El PP desinfla el triunfalismo en Castilla y León y asume que no se despegará de Vox

El PP cuenta con un recorte en las expectativas y se concentra en sumar más que la izquierda

El objetivo sigue siendo que Vox se quede fuera del futuro gobierno

Pablo Casado y Alfonso Fernández Mañueco.

Pablo Casado y Alfonso Fernández Mañueco. / DAVID MUDARRA.

Paloma Esteban

Paloma Esteban

A una semana y media de las elecciones de Castilla y León el PP sigue confiando en una victoria que le permita poner en marcha un gobierno en solitario. Es la máxima por la que se rige Génova y también el partido regional que lidera Alfonso Fernández Mañueco. Todo ello a pesar de que las expectativas empiezan a sufrir recortes. Si en la precampaña la dirección nacional insistía en que rozaban la mayoría absoluta (confiando en obtener 38 o 39 procuradores), fuentes de la cúpula se limitan ahora a asegurar que podrán sumar más que la izquierda

Lo que Mañueco bautizó en el primer debate electoral con la frase “confío en que los números den de sí” y que en Génova repiten como un mantra: “No contemplamos otro escenario que sumar más que la izquierda”. El objetivo es evitar que Vox entre en el próximo gobierno autonómico, lo que dinamitaría la estrategia de Pablo Casado de llegar a las elecciones generales sin compartir gobiernos con el partido ultra. Por el camino también quedará Andalucía.

En todo caso, algunos sondeos ya apuntan que los populares tendrán difícil quedarse tan cerca de los 41 procuradores que marcan la mayoría absoluta. El PP será primera fuerza. Eso parece estar fuera de toda duda, pero el resultado que finalmente obtenga Vox determinará si entran consejeros de la formación de Santiago Abascal al ejecutivo de Mañueco.

Diputados populares y dirigentes de la comunidad autónoma reconocían hace días a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA que sería difícil “llegar a 35 procuradores”.

La horquilla es en este momento muy amplia. Pero en Génova siguen recalcando que “da igual si son 31, 33 o 38” mientras sus diputados sean más de los que saquen PSOE, Unidas Podemos y otras formaciones de la España Vaciada que enmarcan en la izquierda. Los cálculos de los mismos dirigentes populares sitúan a Vox en un margen de 8 a 11 escaños.

Algunos veteranos reconocen que es probable que el partido obtenga un procurador en cada provincia, lo que implica de facto que Vox llegue a 9 representantes en las Cortes castellanoleonesas. Podrían tenerlo difícil en alguna provincia como Zamora o Soria, pero en el PP también cuentan con que opten a dos procuradores en otras como Burgos o Valladolid.

El propio Santiago Abascal reconoció hace dos días en una entrevista con la televisión autonómica que en función de la representación que finalmente obtengan verán si deben “formar parte del cambio y del gobierno” con consejerías propias. Sí dejó claro que no perderán la oportunidad de influir en las políticas del PP. “Nosotros queremos cambiar el rumbo de la política. No nos importan tanto los cargos o las consejerías, sino las políticas. Aspiramos a presidir la Junta y, si eso no es posible, veremos si formamos parte del gobierno”, aseguró. 

¿Y cuántos procuradores consideran que deben sacar para influir? “Los suficientes para ser necesarios e imprescindibles”, avanzó Abascal. Necesarios, según todas las encuestas, lo serán. Esa es la preocupación que mantienen algunos cargos en el PP, aunque la consigna es insistir en el optimismo y en que Mañueco obtendrá una mayoría holgada. El primer objetivo es un gobierno en solitario, pero el segundo es que la influencia de Vox sea la mínima posible. Algo similar a lo que ha logrado Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Con la diferencia, reconocen algunos dirigentes, que el programa de la dirigente madrileña comparte muchos aspectos con Vox. “Cosa que no ocurre en Castilla y León”, añaden.

Como publicó este diario, más allá de si Vox tienen la suficiente fuerza como para pedir consejerías, lo que el partido ultra tiene claro es que su apoyo al PP no será gratis. Precisamente, el caso madrileño ha obligado a la formación de Abascal a replantearse un estrategia después de percibir que en la Comunidad madrileña su posición pasa casi desapercibida. No consiguieron capitalizar ningún hito de los primeros presupuestos de Ayuso en solitario. “Eso no nos puede volver a pasar”, explicaban a este diario.

Y esa influencia en las políticas de las que habla Abascal tampoco tranquiliza al PP, que necesita acudir a la cita electoral de Andalucía (y a todas las que vengan después hasta las generales) con las manos suficientemente libres. El hecho de que no consigan desprenderse de Vox y que Abascal mantenga un propósito desafiante (el de “no querer ser la muleta del PP” sino “ganar al PP” y liderar los gobiernos) mantiene en alerta a muchos dirigentes. En Génova, por su parte, siguen insistiendo en su plan de reunificar todo el espectro de la derecha en torno a las siglas del PP.

Acabar con Ciudadanos es la primera meta. Y luego, añaden, hacer lo mismo con Vox. El 13 de febrero será un buen laboratorio para testar sus posibilidades. El adelanto electoral de Mañueco pasaba por romper la coalición con el partido naranja y que desapareciera del mapa político en Castilla y León, igual que ocurrió en Madrid. La formación de Arrimadas, sin embargo, confía en sobrevivir aunque sea con uno o dos procuradores. “En todo caso, aunque bajemos mucho, tendremos representación y no estaremos muertos”, explican fuentes de la cúpula a este diario.

El debate de este lunes volvió a meter en el partido a su candidato, Francisco Igea, que a pesar de estar contagiado por coronavirus y de haber intervenido desde casa, copó gran parte del protagonismo. En Ciudadanos confiaban fielmente en los debates para arañar apoyos y entienden que en el primer envite el objetivo se cumplió frente a un Luis Tudanca incapaz de sacar rédito a la pugna de PP y Cs, y un Mañueco con el que Igea confrontó cómodamente.