RECONFIGURACIÓN DE LA IZQUIERDA

El modelo político de Yolanda Díaz, llave para una futura alianza con Teresa Rodríguez

El acercamiento para una alianza en la izquierda andaluza llega en la antesala del proceso de escucha de Yolanda Díaz para la conformación de su proyecto de país

Teresa Rodríguez, en una foto de archi en julio de 2020.

Teresa Rodríguez, en una foto de archi en julio de 2020. / EFE/Julio Muñoz

Podemos y Teresa Rodríguez dan los primeros signos de acercamiento hacia un pacto andaluz que se presenta como el preludio de una alianza mucho mayor, con el horizonte en 2023. Yolanda Díaz comenzará en enero el proceso de escucha previo a la construcción de su candidatura, y la líder anticapitalista ha condicionado un acuerdo estatal a que Andalucía cuente con ‘voz propia’ en Madrid.

Este escollo se vería fácilmente salvado por el modelo parlamentario que se aspira a conformar, llegado el momento. Un sistema en que Díaz podrá desplegar su propuesta de mistura -mezcla, en gallego- para aunar distintas sensibilidades, y que tendrá más que ver con la dinámica del grupo confederal de Unidas Podemos en 2015, que con el actual funcionamiento del espacio. 

La dirigente de Adelante Andalucía ha lanzado en las últimas horas un guiño a la vicepresidenta de Gobierno, señalando su apuesta de horizonte amplio y plural como un modelo a seguir. Pero Rodríguez también ha dejado clara su condición para abrirse a un acuerdo, no sólo a nivel andaluz, sino estatal, y esto pasa por contar con autonomía dentro del espacio en que se integre. “Estamos decididas a poner nuestra tierra por encima de las siglas. Estamos decididas a hablar pero con nuestra propia voz (...) en todas partes, en Sevilla, en Madrid, en Bruselas y en el mundo entero”.

Esta afirmación ha sido interpretada como una forma de vincular, de alguna manera, una alianza en Andalucía con un pacto a nivel nacional. En el ámbito andaluz, lo que plantea Teresa Rodríguez sobre la pluralidad y respeto a las diferencias ya tiene precedentes: Adelante Andalucía, la coalición con la que IU y Podemos fueron juntas a las elecciones de 2018, era un espacio que renunció a sus siglas y donde convivían distintas sensibilidades, no sólo entre partidos distintos sino entre varias familias de la formación morada. Esta marca supuso un salto cualitativo en el marco de alianzas de la izquierda, puesto que varias formaciones estatales conformaban un sujeto político propio y autónomo de sus respectivas organizaciones. 

Aquel instrumento saltó por los aires a primeros de 2020, después de una ruptura entre la dirigente andaluza y Pablo Iglesias, que terminó con la expulsión de Rodríguez y sus afines del grupo parlamentario andaluz. Estas heridas, señalan algunas fuentes, son más difíciles de restañar que las posibles divergencias políticas en torno a un proyecto. Más aún cuando ese proyecto ya tuvo su experiencia piloto en 2018. Por esta razón, al menos sobre el papel, algunas fuentes creen que el acuerdo de la izquierda andaluza no debería presentar demasiados problemas y que esa exigencia Rodríguez es fácilmente salvable. 

DÍAZ, ATENTA AL PROCESO

El proceso de acercamiento entre las fuerzas andaluzas es seguido de cerca por Yolanda Díaz. La dirigente permanece atenta estas semanas a los acontecimientos, consciente de la vital importancia de Andalucía en el escenario nacional tanto por su peso político, al iniciarse allí el ciclo electoral del resto del país, como por ser la comunidad más habitada de España. La dirigente no prevé intervenir en el proceso de alianzas, al considerar que un pacto de esta naturaleza debe nacer en el propio territorio, aunque sí bendecirá, en caso de que se produzca, ese acuerdo entre las tres fuerzas de la izquierda.

Más allá de la eventual coalición andaluza, la trascendencia de este pacto iría más allá de las fronteras de Andalucía. Este hito sentaría el primer precedente de unión entre Teresa Rodríguez y Podemos en la antesala del escenario que se abre a partir de enero, donde se buscará sumar a distintas fuerzas a nivel nacional. La dirigente anticapitalista mira a Díaz como una posible aliada, aunque sitúa una serie de exigencias mínimas para posible un acercamiento. 

“Unidas Podemos es un grupo confederal. Sin embargo vemos que en realidad es un grupo de España que tiene relaciones de confederalidad con Cataluña. Y nosotros decíamos ‘por qué Cataluña sí y Andalucía no’. Esa es nuestra línea roja, rojísima”, aseguraba Teresa Rodríguez en una entrevista concedida a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Una línea roja que, sin embargo, se vería fácilmente allanada por el diseño político de la vicepresidenta segunda del Gobierno, más similar a la experiencia de unión de 2015 que al cierre 'defensivo' que ha experimentado el espacio.

Podemos nació en 2015 como un instrumento capaz de aunar a distintas corrientes y sensibilidades, y con ese espíritu se conformó el primer grupo parlamentario morado, bautizado como ‘Unidas Podemos-En Comú Podem-En Marea’, donde los catalanes y los gallegos tenían portavocías propias que correspondían, respectivamente, a Xavi Domènech y a Yolanda Díaz, entonces diputada ‘rasa’ por Galicia. No era un papel baladí: existía el reparto de tiempo y de visibilidad, y permitió a los distintos portavoces acudir a la mismísima Zarzuela en la ronda de consultas convocada por el Rey para los distintos intentos de investidura. 

En los últimos años, sin embargo, el papel de estas confluencias se vio diminuido por el repliegue de Podemos, que primó las lealtades a la diversidad en una etapa defensiva que contrasta con la apertura que aspira a vivir el espacio en su nueva configuración. Así, algunas voces señalan que el modelo a seguir de Yolanda Díaz tendrá más que ver con aquella estructura, más centrada en construir e iniciar una ofensiva política, que con la estrategia de cierre que se ha venido imponiendo en tiempos más recientes. 

Desde el nombramiento de Yolanda Díaz como líder del espacio, la dirigente ya ha dado algunos pasos en este sentido, y ha activado la Mesa Confederal, un órgano que hasta ahora tenía un papel secundario en el grupo parlamentario y que la vicepresidenta ha devuelto a primera plana a nivel interno. El objetivo es doble: por una parte, busca dotar de capacidad de decisión a este espacio, en el que conviven las distintas confluencias en pie de igualdad, sobre la estrategia política a seguir y, al mismo tiempo, quiere evitar que sea la ejecutiva de Podemos la única que marque la agenda de todo el grupo confederal.   

Hay quien considera que la principal petición de Rodríguez, la de tener “voz propia” en el Congreso, no supondría un problema para un eventual acuerdo en la futura candidatura de Díaz, ya que el grupo andaluz podría equipararse al catalán. Desde los inicios, los comunes firmaron un pacto de coalición con Podemos en el que contaban con un apoderado propio, y donde existían unos estatutos de dicha coalición con el consiguiente reparto de recursos y de visibilidad. Unas condiciones que podrían reeditarse en el caso de existir una referencia andaluza.

Caso distinto será si, llegado el momento, Rodríguez eleva su exigencia hacia un grupo parlamentario propio, en caso de contar con al menos cinco representantes andaluces. Una opción que distaría de las fórmulas hasta ahora exploradas, pero que deberá someterse a debate durante las conversaciones con los partidos que mantenga Díaz para la construcción de su proyecto en 2022.