EXTERIORES

España espera que Mohamed VI impulse ya el desbloqueo total de las relaciones con Marruecos

El Gobierno está pendiente de que una reunión entre Albares y Burita dé paso a la convocatoria de la Reunión de Alto Nivel (RAN)

Rabat es consciente de que con el 'caso Ghali' abierto en los juzgados puede mantener aún su presión

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el rey de Marruecos, Mohamed VI.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el rey de Marruecos, Mohamed VI. / El Periódico de España

La entrega a Marruecos de la cabeza política de Arancha González Laya y su sustitución como ministra de Exteriores por José Manuel Albares, más conocedor de los gestos que requiere el reino alauí, logró que el Gobierno recuperara la comunicación con Rabat. Sólo después de que en la súper reestructuración de julio se produjera la salida de Laya del Ejecutivo, el rey Mohamed VI hizo su primer gesto y bendijo públicamente la apertura de una "nueva etapa inédita" en las relaciones con España. Él mismo, aseguró en su discurso en agosto a la nación, había seguido "personalmente y de manera directa" el diálogo con Madrid.

Ahora el Gobierno está a la espera de que una nueva orden interna del monarca permita recuperar plenamente los lazos políticos. Moncloa lleva prácticamente desde septiembre pendiente de que se ponga fecha a una nueva convocatoria de la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre los dos países. La cita del 17 de diciembre de 2020 fue suspendida unilateralmente por Rabat, enojado porque España no hizo gestos a favor del reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental, realizado una semana antes por Donald Trump.

La lógica de las relaciones diplomáticas establece que primero debería celebrarse un encuentro entre Albares y su homólogo marroquí, Nasser Bourita, que aún no ha podido concretarse, y después impulsar la RAN. Pero, aunque la interlocución está totalmente reestablecida, e incluso España se está planteando cómo ayudar a Marruecos tras la negativa de Argelia a venderle gas, Rabat continúa sin poner fecha a esta entrevista.

Hasta ahora la demora podría explicarse por la celebración de elecciones legislativas en el reino alauí en septiembre pasado y la formación del Ejecutivo. No obstante desde el 8 de octubre hay nuevo Gobierno, presidido por Aziz Ajanuch, un dirigente muy cercano al Rey, y todavía no hay novedades. España sigue trabajando para que haya encuentro de los dos ministros y una cita de los dos gabinetes en Rabat lo antes posible. Pero no puede olvidarse que la relación con Marruecos no es igual a la que puede mantenerse con cualquier otro país del entorno. Porque no es una democracia -quien toma realmente las decisiones es la Corona- y porque de su disposición a colaborar con nuestro país depende la persecución del yihadismo y del narcotráfico y el control de los flujos migratorios a España y, por extensión a Europa.

Y en segundo lugar porque Marruecos no es el mismo país de hace una década. Se siente "fuerte e influyente", ha reforzado su sintonía con EEUU tras reestablecer las relaciones diplomáticas con Israel (el compromiso exigido por Trump a cambio de reconocer el Sáhara como parte del reino alauí) y es una potencia armamentística. Todas estas circunstancias, sumadas a que constantemente exige gestos de cortesía, hacen que España deba estar muchas veces a expensas de sus decisiones. En palabras de un analista del Ejecutivo no deja de ser un "vecino incómodo".

Tan incómodo que en mayo pasado dejó de controlar durante horas la frontera con Ceuta, incluso lo advirtió discretamente a su población, y permitió la llegada de miles de marroquíes, muchos de ellos menores (para que fuera más difícil devolverlos) a sus costas. Lo hizo como castigo a la atención hospitalaria en España al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. Una acción que provocó el choque diplomático con España y acabó con la defenestración de Laya, a pesar de que el enfado de Rabat con Madrid era muy anterior y estaba vinculado a su negativa a cambiar públicamente de postura sobre el Sáhara.

A España ahora no le queda más remedio que esperar a que Mohamed VI autorice la RAN. E igual no es para el Rey el momento más idóneo. La acogida a Ghali ha tenido una derivada judicial bajo la premisa de que no se hizo público para ocultarlo a la Audiencia Nacional, donde tenía causas abiertas, a pesar de que la anterior cúpula de Exteriores ha explicado que su interés era que no lo supiera Marruecos, a quién previamente no se había avisado. Según fuentes diplomáticas, con esta investigación abierta en un juzgado de Zaragoza, Rabat tiene menos incentivos porque ejerce así una "presión" sobre España. Distintas fuentes gubernamentales consultadas por EL PERIÓDICO DE ESPAÑA sostienen que tras las dos acusaciones están los servicios secretos del reino alauí.

Sin embargo, fuentes muy conocedoras de la política marroquí vinculan esta demora a la ausencia de más gestos por parte española. Y ponen como ejemplo que no hubo una felicitación tras las elecciones del 8 de septiembre. Sí se cursó con la formación del Gobierno pero no por la cita electoral. El matiz es relevante porque el Rey en su propio discurso a la nación aludía a ella como la confirmación "del arraigo de ejercicio democrático y la madurez del edificio político marroquí".

El Ejecutivo español quiere que la RAN abre una nueva fase de vecindad con Marruecos, más sincera y menos agresiva, que suponga en la práctica el blindaje de Ceuta y Melilla. Se asume que Rabat continuará atribuyéndose estas ciudades como suyas y que fomentará el discurso de la integridad territorial -España también, por supuesto- pero con la garantía de que eso no se traducirá en una agresión, como sucedió en mayo. La contrapartida es que Madrid ayudará a Marruecos en su reclamación del Sáhara, aunque siempre de manera muy discreta, dejando que sea EEUU y Francia lideren esta posición. De hecho España ya defiende los intereses marroquíes frente a los saharauis en el seno de la UE.