Los barones se disputan ya el voto de Cs que Sánchez no logra atraer a nivel nacional

Moncloa no renuncia a parte del apoyo a Inés Arrimadas que ahora se encuentra en la abstención

Las encuestas en Castilla-La Mancha y Comunidad Valenciana sí apuntan a un trasvase al PSOE

Emiliano García Page y Ximo Puig.

Emiliano García Page y Ximo Puig. / EPC

Las encuestas dan a Ciudadanos por amortizado. Albert Rivera pudo haber cambiado la historia de España si tras las elecciones de abril de 2019 hubiera optado por ser el vicepresidente de Pedro Sánchez, como le pidió parte de su partido. No quiso. Tampoco mostró mucho entusiasmo el dirigente socialista. Ambos pensaron que con una repetición electoral mejorarían. Los dos se equivocaron totalmente pero el balance fue mucho peor para Rivera, que pasó de 57 diputados a 10.

Él aún sigue manteniendo que su error fue ofrecer un acuerdo a Sánchez en el último minuto. Su caso es muy parecido al de Pablo Iglesias en 2015, que forzó unas segundas elecciones al negarse a un acuerdo con el PSOE y con Ciudadanos. Rivera en 2019 creyó que con una segunda oportunidad superaría al PP e Iglesias cuatro años antes que se impondría a los socialistas. Uno y otro están retirados de la política, Unidas Podemos sobrevive en un Gobierno de coalición y esperando que una candidatura de Yolanda Díaz lo revitalice, pero Cs se encuentra en proceso de liquidación

Su permanencia en el Congreso en las próximas elecciones es difícil, si acaso muy residual con un par de diputados, mientras que los sondeos pronostican que desaparecerá de los Parlamentos autonómicos, como ya ha sucedido en Madrid. Este proceso abre la pugna por los votantes de un partido que pudo decantar el Gobierno de España en 2019, que lo hizo en 2015 con su respaldo tras la repetición electoral a Mariano Rajoy, y que ha sido llave en una gran mayoría de Ejecutivos autonómicos.

A nivel nacional PP y PSOE ya se lanzaron a por sus electores en las segundas elecciones de noviembre de hace dos años. El 6,2% de quienes en abril apoyaron a Cs, seis meses después se fueron al PSOE; el 14,6% al PP; el 8,8 a Vox y el 9,5 a la abstención, según el estudio postelectoral del CIS. Ahora están en liza el 1,6 millones de votos que obtuvo Rivera en esos comicios, el hundimiento a 10 escaños que lo condujo a la dimisión.

Los datos demuestran que es el PP quien más rédito saca. El PSOE no se ve ya beneficiado y según el barómetro del CIS de octubre, el 19,3% de los electores naranjas migrarán a la candidatura de Pablo Casado y el 4,9% a Vox. Pero sigue existiendo un enorme botín en la abstención. El 22,5% de los votantes de Cs aseguran en estos momentos que no saben a quién apoyará. Esta cifra decanta unas elecciones.

En Moncloa apuntan a una división en tres tercios de este 1,6 millones de votos. Una parte al PP, otra a Vox y una última abstencionista, que en parte podría atraer el PSOE. El nuevo entorno de Sánchez ha iniciado una nueva transformación del presidente para mejorar su figura pública, mostrarlo más cercano y proyectar un Gobierno más moderado, pese la tensión con Unidas Podemos, y centrado en los problemas de los ciudadanos. El primer objetivo es ilusionar a sus propios votantes, muy desmovilizados, el segundo cazar en la bolsa de Cs.

Algunos presidentes autonómicos ya están tratando de obtener este botín. Según los datos del PSOE en Castilla-La Mancha y de la Comunidad Valenciana en las dos autonomías logran atraer al electorado naranja. Los socialistas de Emiliano García-Page sostienen que en esta región PP y PSOE se reparten los votos de Cs y que ellos acaparan "un mayor porcentaje".

En el caso valenciano el sondeo publicado por el diario Levante a principios de este mes reflejaba que si hubiera de nuevo elecciones el 12,5% de los electores de Cs apostarían por el PSPV, el 10% por el PP y el 7,5% por Vox. Pero un 32,5% no tiene aún decidido su voto. Según fuentes socialistas en esta autonomía sus datos internos sobre trasvase de voto coinciden con estas estimaciones.

Esto apunta a que algunos barones cuentan con más posibilidades de atraer ese voto que el PSOE nacional. En Moncloa reconocen que la presencia de Pablo Iglesias en el Gobierno ha provocado rechazo en muchos ciudadanos y que su salida, en mayo pasado, mitiga ese desgaste. Y aunque no lo citan la imagen del Ejecutivo también se ha visto muy erosionada por los acuerdos parlamentarios con EH Bildu y ERC. Ahora se proponen centrarse en la gestión y en la recuperación económica, aunque corren el riesgo de que la crisis energética, los problemas de desabastecimiento, el precio de la luz y la inflación les aparten de esos objetivos. Su propósito continúa siendo culminar la legislatura a finales de 2023, aunque se abre paso como hipótesis la posibilidad de un 'super mayo', con elecciones generales, autonómicas y municipales.