POLÍTICA

El Gobierno confía en que Yolanda Díaz arme su proyecto para que la izquierda sume

En el PSOE creen que sólo ella puede reflotar el espacio de Podemos para volver a gobernar

La izquierda se enfrenta a un gigantesco problema de movilización frente a una derecha muy movilizada

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. / EUROPA PRESS

A principios de julio, recién llegado de una gira internacional en las repúblicas bálticas, Pedro Sánchez acometió una amplísima renovación en el ala socialista del Gobierno, que se ha completado con los cambios en la dirección del partido este fin de semana. En ese momento se especulaba aún si la remodelación se ejecutaría antes o después del verano, para acercarla al máximo al cónclave del PSOE. Al final lo decidieron los números. Las encuestas que Moncloa manejó aquellos días apuntaban a una estruendosa caída del voto socialista, propulsada por la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Sánchez vio los datos y supo que no podía esperar.

La entrada de nuevos ministros en el Ejecutivo ha servido al PSOE para coger oxígeno. Pero la ventaja sobre el PP es mínima. El votante del espacio de la derecha está muy movilizado y el de la izquierda, todo lo contrario. Demasiados traspiés, demasiado ruido. El Gobierno de coalición no ha acabado de convencer ni a los suyos. Consciente de ello el presidente ha iniciado una nueva metamorfosis para corregir sus flaquezas y volver a ilusionar a su electorado. Pero necesita que Unidas Podemos haga lo mismo.

Distintas fuentes del PSOE consultadas en la última semana coinciden en que para volver a gobernar es fundamental que Yolanda Díaz arme su propio proyecto a la izquierda del PSOE. Una plataforma, superadora de la etapa de Pablo Iglesias, que conecte con el primer Podemos de la suma de confluencias territoriales, pero con una mayor presencia de activistas sociales. "La necesitamos", admite un ministro socialista. En el Gobierno están a la espera de que ella dé el paso como futura candidata de ese espacio. "O lo hace o no sumaremos", indica otro dirigente.

Su idoneidad para ser la referencia de este ámbito es algo que reconoce el propio Sánchez, que ve en su vicepresidenta segunda un liderazgo más "transversal", alejado del rechazo que provocaba Pablo Iglesias. Con él Unidas Podemos se había quedado "arrinconado" en una esquina del tablero. Su salida del Gobierno, aseguran los socialistas, ha servido incluso para que el propio Ejecutivo de coalición sea mejor percibido por los ciudadanos. Además la marcha de Iglesias ha facilitado la convivencia entre los dos socios y ha relajado la tensión interna. Pocos ministros defienden tanto el Gobierno común como lo hace Yolanda Díaz.

Esto, explican, ha tenido efectos en el presidente que ya no vive tan "obsesionado" por Iglesias y cuya relación con la ministra de Trabajo es mucho más fluida. No hay ningún peligro de sorpaso por mucho que su valoración sea de las más altas dentro del Ejecutivo. Sólo hace falta recordar los casos de políticos como Julio Anguita o Rosa Díez, muy bien evaluados por los españoles aunque con apoyos electorales discretos. Ya lo dijeron Anguita y el ex presidente Adolfo Suárez en su día: "Queredme menos pero votarme más".

Sánchez y Díaz, cada uno su camino

En el Gobierno y en el partido defienden que Díaz tiene que hacer su camino y Sánchez el suyo para no ser superados por la suma de PP y Vox. La operación de transformación de la imagen del presidente ha comenzado y ya es muy perceptible la irrupción de Óscar López como jefe de gabinete y de Francesc Vallés como secretario de Estado de Comunicación. A la reconexión con el partido, la superación de las fracturas internas en el PSOE, la reivindicación de la herencia de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero y la defensa de la socialdemocracia como estructura ósea del partido, se suma la dulcificación del discurso del presidente, su regreso y el de los ministros a la calle. Pretenden que Sánchez parezca más cercano, menos soberbio (así le perciben muchos ciudadanos) y se aparte de una perenne estrategia de confrontación. Esto último, hacer oposición a la oposición, ha sido una de las obsesiones de Iván Redondo.

Los socialistas están ahora determinados a hablar de los problemas del día a día y no de los 2050 y creen que disponen de tiempo y margen suficiente para impulsar a Sánchez con un liderazgo renovado. Pero, aunque logren mantener el apoyo de 2021, si Unidas Podemos no lo conserva no valdrá de nada. El próximo Gobierno será la suma del PSOE y la plataforma de Díaz o la de PP y Vox. Por eso es primordial la consolidación de Díaz como referente de ese espacio. Que logre ser percibida -éste es su gran objetivo- como una candidata ajena a Podemos.

Hay votantes, indican, que nunca apoyarían a los socialistas y si la respaldarán a ella. Es una dirigente, subrayan, movilizadora, en un momento de fuerte desmovilización de la izquierda, sobre todo entre los menores de 50 años. Éste es el gran agujero negro del PSOE. Prácticamente todas las medidas del presidente están dirigidas a activar este voto. En todo este ámbito progresista es donde Sánchez puede entrar en competición con Díaz. Pero, según fuentes conocedoras, los socialistas deben correr este riesgo, asumir que su vicepresidenta segunda puede llevarse un puñado del alrededor de 800.000 electores que ellos tienen ahora en la abstención.

Su supremacía, resaltan, no está en riesgo por mucho que el 'fenómeno Díaz' esté en boga. El PSOE cuenta con una enorme fortaleza, que es el voto de los mayores de 50. Esta es la base para crecer de nuevo y volver a gobernar. Sánchez en su flanco, Díaz en el suyo. El presidente, ayer, fue muy claro en La Ser. "Creo que sería importante que se diera ese proceso de unión en ese espacio a la izquierda del PSOE porque al final el sistema electoral en nuestro país penaliza la división", señaló sobre la plataforma que pretende impulsar su vicepresidenta. Su declaración es también un mensaje a Íñigo Errejón, reticente a integrarse pese a que los sondeos no le dan más de 3 o 4 diputados a nivel nacional.