CONGRESO FEDERAL

Sánchez reivindica la socialdemocracia y el legado del PSOE tras un congreso de unidad

Se proclama heredero de González, Zapatero y Rubalcaba, a los que cita infinidad de veces, y remarca la cohesión y fortaleza tras un cónclave inédito

El partido sale de la cita como una formación que se define como verde y feminista, y con la abolición de la prostitución también como meta

El secretario general arrasa en la votación de los órganos federales: cosecha un abrumador apoyo de casi el 95%

Pedro Sánchez en el Congreso Federal.

Pedro Sánchez en el Congreso Federal. / EFE

Pedro Sánchez siguió, en el fondo, la secuencia lógica. Tras diseñar un 40º Congreso Federal meticulosamente, para que nada quedara al arbitrio ni a la sorpresa, pensado para remarcar una y cientos de veces la palabra "unidad", el discurso de cierre del secretario general no podía emprender una excursión hacia otros derroteros. El presidente no quiso construir un titular fulgurante, lanzar un anuncio de impacto en la clausura, ante unos 9.500 militantes y simpatizantes —según la organización— entregados al líder y a la celebración de la cohesión interna. En el guion estaba que reivindicara la historia del PSOE, su legado, su pasado, pero también su presente y la fortaleza de la socialdemocracia en el mundo y especialmente en Europa, donde ha ido ganando lentamente terreno a la derecha.

"Somos un partido unido y fuerte, un partido siempre al servicio de España", "la socialdemocracia goza de una salud de hierro", clamó. La receta socialista, la que a su juicio se demostró sobradamente eficaz durante la pandemia, es resiliente, está "vivo el proyecto de progreso y justicia" al que hace años, cuando él llegó al liderazgo del PSOE, recordó, pronosticaban la muerte, a izquierda y a derecha.

El presidente se reivindicó a sí mismo pero reivindicó, muchísimo, de manera casi obsesiva, a Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, y también a Joaquín Almunia. A sus antecesores. Lo hizo como nunca. Los mentó en cada pasaje de su largo discurso, de casi una hora, falto de pasión y tono mitinero pero no de orgullo socialista. Se proclamó, en definitiva, su heredero. El hijo de aquel legado. Todo concordaba con ese mensaje de unidad que, apenas minutos antes de que comenzara su alocución, certificaron los delegados: casi el 95% de ellos validó su propuesta de nueva ejecutiva federal, de 42 miembros y más renovada, joven y con mayor presencia femenina.

Nada más arrancar su discurso, Sánchez solemnizó los compromisos que emanan de la resolución política que los delegados respaldaron este sábado, tras transaccionar y debatir numerosas enmiendas. Con la percha del eslogan de este 40º Congreso, 'Avanzamos_', el presidente subrayó que Gobierno avanzará "poniendo punto final a la ley mordaza y a la reforma laboral del PP, impuestas sin acuerdo, que precarizaron contratos y devaluaron salarios". También ayudará a "fortalecer Europa" y llevará "a término" la abolición de la prostitución, "que esclaviza a las mujeres en nuestro país". Esta fue una de las demandas más contundentes del cónclave, un camino en el que han empujado con ahínco Zapatero y la federación valenciana, pero no fácil de cumplir por cuando Unidas Podemos no tiene una respuesta única y homogénea a la lacra de la prostitución.

Pero justo a continuación el presidente del Gobierno se lanzó a ese objetivo de reivindicarse a sí mismo y la gestión socialdemócrata, el cordón umbilical que le une a González y Rubalcaba. Se detuvo en la pandemia, en los primeros momentos "oscuros" en los que no había "manual de instrucciones" y en los que recibió el aliento de sus compañeros. Mostró su "gratitud eterna" a los ministros actuales y a los que salieron del Gabinete, a los barones, alcaldes, concejales. "Supe que os tenía a mi lado, que no estaba solo. Gracias, gracias y gracias". Se hartó de cumplimentar al partido, otro gesto que casa con los nuevos tiempos marcados por este cónclave.

La pandemia, sostuvo, ha hecho aún más "reconocible" a un PSOE que ha sido "leal a sus valores y principios" y a un Ejecutivo que ha "cumplido sus palabra", desplegando una exitosa campaña de vacunación —el 90% de la población mayor de 12 años tendrá pauta completa a finales de año, prometió—, y llevando adelante la agenda de la coalición, como la aprobación del ingreso mínimo vital, la protección de los ERTE, la ley de eutanasia o la subida del salario mínimo. "Hemos gobernado con serenidad, y no nos lo han puesto fácil, con un sentido profundo de la justicia social [...]. El PSOE suma la experiencia de los mayores a la esperanza de nuestros jóvenes".

Mensajes de Scholz, Lula o Letta

Sánchez se preocupó mucho en engarzar tu PSOE de hoy con el del ayer, y con trazar esa conexión con la socialdemocracia, el "ideal político más noble y más avanzado de la historia de la humanidad", que está remontando el vuelo en Europa y en otras partes del mundo. Su discurso, de hecho, estuvo precedido de los saludos de referentes mundiales de su familia política. Desde los primeros ministros de los países nórdicos o de Portugal hasta la neozelandesa Jacinda Ardern, el brasileño Lula da Silva, el italiano Enrico Letta o quien se convertirá en el próximo canciller alemán, Olaf Scholz. "Y 142 años después estamos donde siempre estuvimos, con el mismo nombre y con los mismos ideales. Porque es aquí, desde la socialdemocracia, desde donde se cambia la vida de la gente, el mundo, con más persuasión que con gritos".

Frente a las acusaciones que la derecha lanza de electoralismo (con medidas como el bono cultural o el cheque vivienda, incluidas en los Presupuestos de 2022), el presidente recordó las conquistas de los ejecutivos socialistas de González y Zapatero, también muy criticadas en su tiempo: el sistema sanitario, las pensiones, la extensión de la educación obligatoria, la ley de igualdad, la dependencia, el fin de la violencia de ETA, del que ahora se cumplen diez años. Ellos dos lo hicieron "por la misma razón" que el Gobierno actual, el deseo de construir un país "más moderno, más próspero y más justo".

Sánchez remarcó que frente a la socialdemocracia "no hay una idea fuerte". Apenas el "fundamentalismo del mercado" que ha llevado a una mayor pobreza, exclusión social y "precariedad". "Se recurre al insulto, a las descalificaciones, a la violencia verbal". Insultos que recibe el Gobierno, recordó, en referencia a los abucheos del pasado desfile del 12-O, como también los "recibieron Felipe y Zapatero cuando gobernaron". "Nada positivo se ha construido jamás desde el insulto", remachó, evocando esa "revolución del respeto" que anhelaba el socialista Fernando de los Ríos.

Esa misma derecha es la que acusaba al PSOE, antes y ahora —ese juego continuo del ayer y del hoy era continuo—, de querer "romper España", la que decía que Zapatero y González eran "malos patriotas". "Yo les creí, porque si hay un partido que ama España es el PSOE", gritó. Sánchez aprovechó la percha para defender su política de distensión hacia Catalunya, el diálogo "dentro de la ley", el trabajo por una "unión" de todos los españoles que nace del "respeto", el "afecto" y la "concordia".

"Continuar" la labor de los antecesores y abrir camino

El líder reivindicó los avances en derechos y libertades de los gobiernos socialistas, de todos, desde González hasta él mismo, la convicción europeísta del partido y el respeto a las instituciones. Entonces alertó del "riesgo" de la derecha trumpista y de la ultraderecha, que "desprecian" a los políticos, pero ambicionan el poder. "Quieren poder sin democracia", y esas corrientes "están calando". La derecha tradicional (o sea, el PP), está "acomplejada, desorientada", ejerce de "oposición al sistema", que ni siquiera cumple, a su juicio, las reglas del juego. Sánchez pintó una derecha sin escrúpulos, que al utilizar el "dolor" de las víctimas del terrorismo contra el PSOE solo logró "degradarse".

"El PSOE es un partido unido, abierto, plural, democrático, que debate en libertad. Aquí estamos representados varias generaciones de socialistas de España y del exterior, que en estas cinco décadas hemos venido encarnando la continuidad. Cada uno de nosotros ha tenido que hacer ambas tareas. Tanto Felipe, como José Luis como yo: continuar el trabajo realizado y abrir nuevos caminos que avancen en la misma dirección de nuestros padres fundadores: la igualdad y la justicia social".

González señalaba este sábado que la socialdemocracia vive ahora su momentum tras años de dominación de la derecha. Está "fuerte en el mundo", porque frente al "fracaso" del neoliberalismo en la crisis de 2008, la socialdemocracia ofrece una respuesta "más humana, más justa" y en el plano económico, "hasta más eficaz".

Concluía este domingo un congreso socialista "rotundo, de unidad, de avance", dijo, con la presencia de los tres exlíderes juntos. Las "condiciones" que todos ellos se encontraron al asumir las riendas del partido nunca fueron, admitió, ni "sencillas ni cómodas", pero el PSOE es la "centralidad del sistema político español" y sobrevive a la adversidad. Sánchez se reivindicó como el salvador de una formación en horas muy bajas. En 2014, cuando se hizo cargo de ella, se preconizaba desde la derecha a la izquierda su "fin", "la pasokización, la irrelevancia, el sorpaso, la decadencia". Pero él, subrayó, solamente tuvo "un norte", "preservar el papel de la socialdemocracia española", porque entendió que esa es "su responsabilidad y obligación". En ese punto retomó una reflexión de Rubalcaba: el PSOE es un partido "imprescindible" para la historia de España. "En estos seis años, seguro que he cometido errores, seguro", afirmó, como gesto de contrición también poco usual en él, "pero mirando alrededor siento que hemos conseguido entre todos lo esencial, que esté vivo ese proyecto de progreso y justicia social". El plenario aplaudió entusiasmado a su jefe.

Zapatero afirmó, cuando era presidente, que el PSOE es el partido que más se parece a España. Sánchez evocó aquellas palabras. Más aún, el "destino" de los socialistas está "ligado al de España". Sánchez intenta que la derecha no se apropie de la nación: "El mejor patriotismo se expresa en la declaración de la renta que en los insultos que recibe el presidente del Gobierno".

Busto y recuerdo a Rubalcaba

Los socialistas salieron de este 40º Congreso con la moral por las nubes. Todos, incluso los que en el pasado fueron muy críticos con Sánchez, reconocían que jamás habían vivido un cónclave como este, de comunión total, sin tiranteces. El 'president' valenciano, Ximo Puig, presidente del cónclave y que ha ejercido un papel muy protagonista, lo decía: "Hemos ganado todos. Ha ganado el PSOE y ha ganado España. Nunca he acabado un congreso tan extraordinariamente feliz". Y él lleva ya 28 cónclaves vividos en 40 años de militancia. "Pedro, lo has conseguido tú. La síntesis. Has puesto el puzle sin dejar fuera ninguna pieza. Has conseguido el congreso de la unidad, de la fraternidad y de la cohesión", elogió.

La mistura de pasado y presente tenía aún un cabo por cerrar. El homenaje a Rubalcaba. Sánchez descubrió un busto dedicado al exlíder y exvicepresidente del Gobierno junto a su viuda, Pilar Goya, quien se dirigió también a delegados e invitados. Ella agradeció al partido que haya mantenido "vivo" el recuerdo de su marido, quien en su despedida, en 2014, decía que el partido no le debía nada. Era lo contrario: él se lo debía. Goya, que ingresó en el PSOE al mismo tiempo que Rubalcaba, hace casi 50 años, sentía, dijo, el mismo sentimiento de gratitud: "El partido es mi casa y vosotros también sois mi gente. Los socialistas somos más necesarios que nunca".

El 40º Congreso no ha producido grandes titulares, no. Pero porque el bien que se quería resguardar y defender y potenciar era solo uno, advertían distintos dirigentes: la "unidad". No había más. La cohesión como motor y trampolín para el siguiente ciclo electoral. Si el PSOE mantiene su cuota de poder, la placidez pervivirá. Pero si no es así, los socialistas ya conocen la página siguiente: la convulsión. La depresión. El preguntarse qué ha pasado y cómo escapar del hundimiento. No es esa la sensación. Quieren saborear esta época de calma, siendo conscientes de que el camino tiene curvas.

La nueva dirección consigue un aplastante apoyo del 95%

Con un congreso obsesionado en grabar en piedra el mensaje de la unidad, de la reconciliación interna, del entierro definitivo de cinco años de división, no podía fallar el último eslabón, la votación de los órganos de dirección: la ejecutiva, el comité federal —el tercio de sus miembros que le corresponde elegir al cónclave— y la comisión de ética y garantías. Recibieron un respaldo abrumador, superior en los tres casos al 94%. En concreto, la renovada cúpula, de 42 miembros, recabó el sí de 975 delegados, el 94,94% de los 1.027 que emitieron su voto.

Para Pedro Sánchez, el de 2021 era su tercero congreso como secretario general. El de mayor sosiego interior, el que ha celebrado ya en la Moncloa, con un poder incontestable, afianzado en el trono de Ferraz y sin ninguna amenaza de golpe de coroneles ni con el recuerdo fresco de una guerra fratricida. Eso explica unos números que hasta ahora no había conseguido jamás. Ni en el cónclave extraordinario de 2014 (86,19%) ni en el ordinario de 2017 (70,50%), el que sucedió a su victoria sobre Susana Díaz.

De los 1.077 delegados con derecho a voto, se emitieron 1.027 votos. La ejecutiva federal encabezada por Sánchez recibió 975 votos a favor, el 94,94%, 52 blancos (5,06%) y ningún nulo. La lista del comité federal, liderada por Carmen Calvo, exvicepresidenta primera del Gobierno y exsecretaria de Igualdad de la ejecutiva, y por Milagros Tolón, alcaldesa de Toledo, que presidirá a partir de ahora el órgano, cosechó 967 apoyos, el 94,16%, por 58 blancos (5,65%) y dos nulos (0,19%). Finalmente, la comisión federal de ética y garantías, que presidirá la exministra de Sanidad y exmiembro de la ejecutiva Luisa Carcedo, obtuvo 985 votos (95,91%), 40 blancos (3,89%) y dos nulos (0,19%).