Congreso Federal

Sánchez recibe el espaldarazo de González y Zapatero y encumbra a Bolaños

El líder recibe el espaldarazo de los dos expresidentes en el cónclave de la unidad. González se muestra "disponible" aunque avisa de que quiere seguir opinando

Pedro Sánchez, flanqueado por los tres ex líderes del partido vivos: Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Almunia.

Pedro Sánchez, flanqueado por los tres ex líderes del partido vivos: Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Almunia. / EFE

Juanma Romero

"Necesitábamos esto". Lo decía un barón, pero esa reflexión era muy compartida en este 40º Congreso Federal del PSOE. Esto, era el chute de energía que proporcionaba la reconciliación interna definitiva. La unidad, sin imposturas, al menos por ahora. O hasta que vengan mal dadas. Todo el partido saboreó y aplaudió esa sensación extraña de la paz interior. El abrazo de Pedro Sánchez con sus predecesores. Con los expresidentes

 Felipe González

 y 

José Luis Rodríguez Zapatero

 y con el exvicepresidente comunitario Joaquín Almunia. La foto de ellos cuatro ante una imagen gigante de único que faltaba, Alfredo Pérez Rubalcaba, fallecido en 2019, largamente ovacionados por un plenario puesto en pie.

Esa imagen para la historia marcará este cónclave en València, pese a los matices, pese a la reivindicación que González hizo de su derecho a opinar y a no estar callado. Como lo timbrará el empoderamiento definitivo del hombre fuerte de Sánchez, 

Félix Bolaños

. Un dirigente leal, fiel, discreto, que no ha dejado de crecer y crecer en los últimos años, que alcanzó el Ministerio de la Presidencia el pasado julio y que ahora, como se esperaba, se integra en la dirección del

PSOE

. Quien es, de facto el vicepresidente político del Gobierno, penetra en el puente de mano de Ferraz. También entra, como portavoz, el jiennense Felipe Sicilia, secretario general adjunto de los socialistas en la Cámara baja.

En la inauguración oficial del 40º Congreso, la mirada se dirigía sobre todo a González. Sánchez había recuperado la relación con Zapatero tras las primarias de 2017 en las que que el expresidente respaldó a 

Susana Díaz

. Pero no el patriarca socialista. Ambos habían roto cinco años atrás. González había declarado su "orfandad representativa", había criticado la alianza con Unidas Podemos —había comparado la coalición con el "camarote de los hermanos Marx"—, había confrontado fuertemente con Zapatero por Venezuela. Pero este último verano Sánchez y González fueron acercándose. Se llamaron. Se vieron. El presidente quiso que estuviera en el cónclave y que participara en él. Y el exlíder aceptó. Y este sábado le dio su bendición.

"El presidente y secretario general sabe que estoy disponible, que digo lo que pienso y pienso lo que digo, y sabe que no interfiero. Ni siquiera pretendo que se tenga en cuenta lo que opino de buena fe. Mi lealtad es con un proyecto político que encabecé durante 23 años, durante 13 y medio como presidente y que ahora encabezas tú, Pedro Sánchez. ¡Adelante!". González se había reservado la arenga para el final, consciente de que era el broche que su partido necesitaba.

El expresidente celebró explícitamente la gestión de la pandemia desplegada por el Ejecutivo. Fue menos pródigo en mimos hacia Sánchez que Zapatero, pero tampoco se desmarcó de manera incómoda. Levantó la mano, eso sí, para pedir a los suyos que le dejen decir lo que quiera. "De mí se dicen muchas tonterías. Las soporto bien, pero las soporto menos si son de los nuestros [...]. No digo todo lo que pienso. Pero cuando no me callo quiero que sepáis que me siento libre porque digo lo que pienso, y me siento responsable porque pienso lo que digo, aunque eso no garantiza que no me equivoque". González entonces pidió a Sánchez que "estimule" dentro del PSOE "la libertad de expresarse críticamente", la libertad para "opinar lo que se piensa y la responsabilidad de pensar lo que se dice cuando se habla".

Dos estilos distintos

Zapatero desplegó una forma de hacer diferente. Más mitinero, más aplaudido. Más elogioso hacia la gestión del actual Ejecutivo sin olvidar el pasado socialista, el partido que cuenta con "la mejor historia de todas las fuerzas políticas contemporáneas". "De este congreso vamos a salir a ganar los próximos ciclos electorales en España. No tengáis ninguna duda. Porque es un congreso de unidad, de futuro, de socialdemocracia avanzada, renovada, fuerte, joven, dinámica —clamó—. ¡Porque tenemos un Gobierno, un presidente y un secretario general que solo piensa en el porvenir de España y en la decencia de este país". Los dos expresidentes representaban dos estilos distintos. "La generosidad inteligente" de Zapatero, decía un ministro, frente a la una mayor contención de González. Pero los dos estaban en València, y ese era el gesto definitivo de cohesión interna, advertían distintos dirigentes.

La sesión inaugural estaba pensada para subrayar ese marco de unidad. "Estamos más fuertes que nunca y somos más necesarios que nunca, y estamos mirando al futuro con optimismo", aseguró el secretario de Organización, Santos Cerdán, en su defensa del informe de gestión de los órganos federales. "Reivindico cada instante, cada minuto de estos 142 años de lucha por la libertad. Reivindico cada gota de sangre derramada. Somos los orgullosos hijos de nuestro padres, y los padres y madres de un futuro mejor para nuestro país", abundó la número dos,

Adriana Lastra

, ahondando en ese hilo del ayer al hoy.

Un holograma del fundador, Pablo Iglesias, servía para revivir uno de sus discursos. Las imágenes y palabras de los referentes fallecidos (Carmen Alborch, Manuel Marín, Carme Chacón, Alfredo Pérez Rubalcaba...) buscaban subir un grado más la emoción. Los líderes sindicales, Unai Sordo (CCOO) y Pepe Álvarez (UGT) pedían acierto al partido, incidían en la importancia de una socialdemocracia "fuerte", aunque también demandaban al Gobierno la reforma laboral. No se quería que nada empañara el clima general. Ni siquiera se votó la memoria de gestión de los órganos federales. El presidente del congreso,

Ximo Puig

, la dio por "aprobada por unanimidad" por la vía directa, un inesperado turbo que sorprendió a muchos de los delegados. Era, más que nunca, la visualización de la "familia socialista", con sus diferentes sensibilidades y almas, como resumía un barón. Del cuadro quedaron fuera

José Luis Ábalos

y Susana Díaz

. Ambos out, por distintas razones. Los dos hicieron declaraciones, señalaron que iban a "disfrutar" del cónclave desde la barrera (él), a aportar a esa cohesión como "una más" (ella), pero ninguno se movió de la baldosa. Nada impactante.

Sánchez almorzó ("un picoteo de pie") después del plenario con los tres exlíderes —Almunia participó ya por la tarde en una mesa redonda sobre Europa—, con los ministros y con los dos pilares de su cúpula, Lastra y Cerdán. Luego se entregó a la liturgia de los cónclaves socialistas: la reunión con los barones para acabar de componer la ejecutiva. Los números dos y tres también se vieron con ellos. "Pedro ha cambiado. Está mucho más cariñoso, más afectivo", apuntan, con palabras muy similares, distintos cuadros y ministros que han tratado con el jefe en las últimas semanas. Reseñan ese cambio de actitud en un hombre habitualmente poco empático, frío.

Nada rompedor

Se esperaba un remate de la dirección durante la tarde, pero no fue posible y los últimos ajustes alargaron el diseño hasta casi la medianoche. La incorporación más significativa, y de mayor peso político, era la de Bolaños. "SuperBolaños", como le definió con cariño Zapatero, el hombre a cargo de las misiones difíciles y sabedor de todos los secretos del presidente. Cinco ministras estarán en la nueva cúpula, que baja la media de edad en 10 años (hasta los 47), y con un 60% de mujeres. La nueva nomenclatura socialista la forman 42 miembros (más natos), frente a los 49 con los que nació la de 2017. No se cumplió el deseo del secretario general de montar una ejecutiva más reducida. Con todo, es un empeño común de todos los líderes, y que se prueba tomo tarea casi imposible por la necesidad de encaje de los deseos de las federaciones. Y Sánchez optó por armar un equipo más plural.

Uno de los fichajes estrella de Sánchez es el jugador de waterpolo Víctor Gutiérrez, uno de los primeros deportistas que ha declarado públicamente su homosexualidad. Él conducirá la Secretaría LGTBI, y forma parte de la cuota del PSC, a la que también pertenecen la diputada en el Congreso Montse Mínguez y el sindicalista de la UGT Manuel García Salgado. Eva Granados, portavoz en el Senado, es nata.

Sí había concluido antes el debate de las enmiendas a la ponencia marco. El PSOE da un paso más allá en su demanda de la abolición de la prostitución aunque respalda sin embargo el espíritu de la ley LGTBI pactada con Unidas Podemos, venciendo las tesis del feminismo clásico que lideraba la próxima exsecretaria de Igualdad, Carmen Calvo. Recupera la referencia indirecta a la plurinacionalidad y critica la "falta de ejemplaridad que se hubiera podido producir en cualquier instancia pública" (léase la Corona). Nada rompedor por una lógica: estar en el Ejecutivo recorta el margen de maniobra. Y porque, en el caso de la Monarquía, el PSOE no quiere ofrecer ningún argumento al PP para que "se apropie de la institución".

No llegó ninguna enmienda viva a plenario. Y los dictámenes de las cuatro comisiones políticas más la de estatutos fueron aprobados por unanimidad por los delegados. En suma, un debate ideológico también contenido. Todo estaba programado para no empañar la imagen de unidad de este 40º Congreso. La que, icónicamente, habían simbolizado Sánchez y González con su abrazo ante todos después de años de ruptura.