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Opinión

Eduardo Rojas Briales

El fino hielo de la diplomacia

Aprendamos de la inteligencia de británicos y estadounidenses y no satanicemos a Israel como país y pueblo sino a los culpables de la desproporcionada reacción a los atentados del 7 de octubre de 2023

Archivo - Población desplazada en la Franja de Gaza

Archivo - Población desplazada en la Franja de Gaza / Europa Press/Contacto/Omar Ashtawy - Archivo

En los pasados 2 años hemos sido testigos de un asalto terrorista excepcional por su virulencia como también la respuesta por parte de Israel desde entonces. Paradójicamente, la reacción ciudadana ante la desproporcionada respuesta israelí ha sido mínima en los países árabes -sobre todo si la comparamos con la que acompañó a la Intifada a finales de los 80- y tardía en los occidentales, aunque desde el verano ha crecido súbitamente.

Estamos ante un problema generado hace prácticamente 2.000 años y de una extremada complejidad, donde se han cometido considerables errores por todas las partes y ante el que si algo no contribuye son respuestas simplistas y de parte. A partir del Siglo III a.d.C. para el emergente Imperio Romano la primera prioridad militar era asegurarse el control del Mediterráneo y, con ello, poder navegar y comerciar sin sobresaltos como padecimos desde su hundimiento hasta fechas no muy lejanas. Por ello, las iglesias próximas a la costa en Baleares no solo parecen fortalezas sino que lo fueron.

El liderazgo hebreo del momento, coetáneo con el arranque del cristianismo, no supo encontrar una vía pragmática de entendimiento con Roma y optó por la rebelión permanente hasta su práctica dispersión en el éxodo hacia el año 140. Obviamente una tierra de calidad y bien posicionada no iba a quedarse sin ocupar desaparecidos sus habitantes y los pueblos vecinos la ocuparon y con la expansión del islam a principios del Siglo VII se convirtieron a esta emergente religión.

De los que se dispersaron una parte fue a parar con el tiempo a la Península Ibérica -sefardíes- mientras que otra al Centro y Este de Europa. La convivencia pacífica se fue truncando a partir de las cruzadas mientras que llegó más tarde a España (fines del siglo XIV). Unos se convirtieron mientras otros aprovecharon la conquista de América para salir de Europa. Finalmente, la locura nazi encontró en el sustrato de rechazo a los judíos un elemento aglutinador de las clases menos formadas y perpetró un genocidio de dimensiones incomparables.

Paralelamente y en la ola del fuerte impacto de los campos de concentración y la influente minoría judía en los EEUU surgió un clamor para ofrecer a los judíos del mundo la posibilidad de volver a su ansiada tierra tras 19 siglos de nomadismo no escogido. Dada la buena posición de una parte de ellos en Europa, algunos ya se habían adelantado desde finales del Siglo XIX comprando tierras en el actual Israel ocupado entonces por un debilitado Imperio Otomano.

El citado proyecto coincidía con el final de la II Guerra Mundial sobre un territorio administrado por el Reino Unido y que en las elecciones de 1945 había priorizado mitigar las consecuencias del conflicto a las clases trabajadoras y prestar una menor atención a la política exterior. Las 2 independencias llevadas a cabo entre 1947 y 48 (India/Pakistán y Cercano Oriente) fueron desastrosas a lo que se sumó el arranque de la Guerra Fría con el bloqueo de Berlín por la URSS de Stalin.

Todos los estados árabes con la posterior excepción de Marruecos, adoptaron una actitud belicosa hacia el nuevo estado invadiéndolo sus vecinos en el mismo momento de su constitución en 1948 y hasta en 3 ocasiones más (1956, 1967 y 1973). Israel para poder sobrevivir tuvo de dotarse en un tiempo récord de uno de los ejércitos más potentes del mundo, no tanto en efectivos, sino sobre todo en armamento e inteligencia. Cada vez que sus vecinos árabes la atacaban, Israel iba aumentado su territorio excepto tras la última guerra y el tratado de paz con Egipto que comportó la devolución del Sinaí y el establecimiento de relaciones diplomáticas.

En las primeras décadas de Israel como estado predominó el partido laborista e ideas muy sociales como los Kibutz -explotaciones colectivas- pero con el paso del tiempo y el colapso de la URSS atrajeron a judíos de procedencia no occidental (Rusia, Etiopía,…) y que han radicalizado la sociedad israelí considerablemente.

Aunque EEUU haya sido el gran valedor de Israel y cooperen estrechamente en términos de inteligencia y armamento además de recurrir con frecuencia al veto en el Consejo de Seguridad de la ONU nunca se han involucrado en preservar la paz directamente por el riesgo de escalada militar con los países vecinos. A todo ello se suma la pobreza, hacinamiento e instrumentalización que ha abocado a una parte de la juventud palestina a posiciones radicales.

España ha jugado un rol particular en el último siglo respecto a Israel. Por un lado, no reconoció al estado hebraico en 1948. Como africanista Franco sabía que iba a generar conflictos con sus vecinos árabes y el petróleo era imprescindible para la maltrecha economía española. No es hasta el ingreso de España en la UE cuando se establecen relaciones diplomáticas con Israel al ser incomprensible en la Europa de entonces que un miembro importante no las tuviese. Pero no quedó ahí y fue una prioridad de la política exterior de Felipe González que España por su buena relación con el mundo árabe y el peso sentimental de Sefarad jugase un rol destacado en la búsqueda de puentes al eterno conflicto árabe-israelí. A los 5 años se celebró la Cumbre de Madrid que dio paso a los acuerdos de Oslo. El mismo Rey Felipe en su visita a Israel hace tan solo 5 años pronunció un discurso alabado por todas las partes.

Lamentablemente a partir de ese momento ni el liderazgo palestino fallecido Arafat se ha sabido renovar ni el israelí ha estado a altura del momento con una creciente radicalidad evidenciada en el atentado mortal contra Isaac Rabin y las crecientes interferencias del Irán de los ayatolas y de sus aliados en Líbano y Gaza.

Siendo obvio que las atrocidades cometidas deberán ser juzgadas o por el Tribunal Penal Internacional o por la propia justicia israelí el deber de todos los países que pueden tener lazos estrechos con ambas partes debe priorizar la construcción de puentes en este momento en vez de tomar partido por una de las partes sobre todo por lo estéril del ejercicio. Los detalles de la propuesta de acuerdo elaborada por el exPremier británico Tony Blair y asumida por la Casa Blanca supone la primera oportunidad reciente de reconducir el conflicto y ofrecer a las poblaciones israelí y palestina un futuro tranquilo y próspero. Utilizar los conflictos exteriores para intereses de política doméstica constituye un grave error de miopía política que acaba volviéndose como un boomerang. La política exterior está para resolver problemas, no para crearlos. Y España por su historia, cultura, posición geográfica y prestigio puede jugar el rol de negociador honesto para ambas partes que tanto necesitan en esta encrucijada.

No olvidemos que las atrocidades del nacismo en la 2ª Guerra Mundial no fueron respondidas con un rechazo generalizado contra el pueblo alemán o austríaco. Solo se ejecutó a 10 altos cargos porque se quería diferenciar claramente entre un puñado de líderes y la población y el país aprendiendo de los errores de la historia, especialmente de la I Guerra Mundial. Aprendamos de la inteligencia de británicos y estadounidenses y no satanicemos a Israel como país y pueblo sino a los culpables de la desproporcionada reacción a los atentados del 7 de octubre de 2023. Sin olvidarnos que la mayor amenaza a la democracia en Europa sigue igualmente viva que hace unos meses y le interesa especialmente que la sociedad europea baje la guardia.

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Eduardo Rojas Briales es profesor de la Universidad Politécnica de Valencia y exSubdirector general de FAO