Opinión | DÍA INTERNACIONAL

Eduardo Rojas Briales

Bosques y alimentación: una relación demasiado ignorada

Desde 2014 se focaliza esta celebración a una temática concreta y este año le corresponde a la alimentación

Día Internacional de los Bosques

Día Internacional de los Bosques / EFE

 El 21 de marzo se celebra el Día Internacional de los Bosques con el objetivo de visualizar su importancia tanto desde una perspectiva ambiental clave en términos de sumideros de carbono, regulación del ciclo hídrico, protección del suelo y de la biodiversidad, ...- como también espacial al cubrir el 31% de la tierra emergida a escala global y en nuestro país un 40% del territorio.

Desde 2014 se focaliza esta celebración a una temática concreta y este año le corresponde a la alimentación. La relación entre bosques y agricultura no ha estado exenta de tensiones en el pasado al expandirse la agricultura en casi todos los casos sobre terrenos forestales. Los profundos cambios acaecidos desde el Siglo XIX en la agricultura primero en los países desarrollados y luego en los demás ha permitido una intensificación sin precedentes caracterizada por la concentración de su producción en las mejores tierras y climas. Todo ello gracias a la puesta en regadío que ahora algunos critican, los nuevos cultivos como la patata en el Siglo XVIII, avances en la mecanización, el riego, la genética de plantas y animales de ganadería y la mejora en los procesos de la industria agroalimentaria. España hoy dispone de 3 veces más bosques que los que tenía hace 150 años gracias fundamentalmente a los cambios en el sector agroalimentario antes mencionados.

Desactivado este conflicto se ha abierto un sugestivo debate respecto a la importancia de los bosques y su gestión para la alimentación, todavía hoy uno de los grandes retos de la humanidad visibilizándose en los ODSs con el número 2. Aún un 10% de la población global padece inseguridad alimentaria en términos de calorías, muchos más en términos cualitativos, es decir nutricionales. La primera cuestión que recordar es la estrecha relación entre la alimentación y el combustible que permite cocinarla y que para 1/3 de la humanidad, muy especialmente en el África subsahariana, aún hoy es la leña. Fue precisamente la domesticación del fuego hace aproximadamente 300-500.000 años -los avances de la arqueología lo van adelantando considerablemente en los últimos años- lo que permitió ampliar enormemente el abanico de alimentos comestibles fuesen vegetales o animales y con ello también la capacidad cognitiva de los humanos, su defensa frente a predadores e iluminación nocturna, la modificación del medio mediante el uso inteligente del fuego o la colonización de lugares muchos más fríos y ampliamente extendidos desde las glaciaciones coincidentes con el cuaternario.

Proceden del bosque y otras formaciones silvestres todas las plantas y animales que cultivamos o criamos con la sola excepción del pescado y marisco. Aún en este caso, los ríos y lagos requieren de la regulación de los bosques aguas arriba sin olvidar la altísima productividad ictícola de los manglares en los trópicos, bosques costeros que vegetan en el mismo borde del mar.

En las zonas tropicales y subtropicales, así como en el Mediterráneo disponemos de complejas formas de gestionar el territorio que integran el uso agrícola y forestal en el mismo espacio como son los sistemas agro-forestales, necesarios en el caso del café para sombrear la planta y los silvo-pastorales como nuestra dehesa y montados lusos, los ecosistemas terrestres más biodiversos de Europa, además de los más resilientes a los incendios y a la vez generadores de productos de altísima calidad.

Tampoco debemos olvidar los numerosos productos alimentarios que directamente generan los bosques como la miel, castañas, bellotas comestibles, piñones, espárragos, caracoles, hojas y tallos comestibles, frutos del bosque o el inmenso mundo de la micología y que acercan en los correspondientes momentos estacionales a la población a nuestros bosques. Ni tampoco las hierbas aromáticas necesarias para el condimento -laurel, tomillo, romero, ajedrea, …- de muchos de los platos de nuestra rica gastronomía o del aroma de las bebidas destiladas como las semillas de enebro para la ginebra o los herberos de las o de las montañas próximas a Alcoi. Y finalmente, las hierbas medicinales claves para nuestra salud tanto en tratamientos tradicionales como modernos como los obtenidos del tejo para tratar ciertos tipos de cáncer.

Quedaría por mencionar el suministro de todo tipo de materiales renovables necesarios para la agricultura como postes, cañas, cuerda, etc.

Aunque el total de calorías producidos directamente por los bosques a escala global solo represente el 1% del consumo debemos evitar errar en el diagnóstico. En primer lugar, en términos nutricionales su relevancia es mucho mayor al concentrarse en proteínas, vitaminas y micronutrientes. Precisamente un error de las políticas de seguridad alimentaria del pasado fue centrarse demasiado en el aspecto cuantitativo de las calorías. Por otro lado, para las poblaciones que viven cerca de las grandes extensiones de bosques como Siberia, Canadá, los países nórdicos, las cuencas del Congo y Amazonas o las islas del Pacífico la aportación de los bosques en términos alimenticios son claves. Y finalmente, obviar la función regulatoria de los bosques en el ciclo hídrico y la protección de los suelos ignora una aportación vital de los bosques a la agricultura previniendo grandes inundaciones, asegurando una disponibilidad de agua permanente y evitando el aterramiento de embalses.

También debemos de recordar que los bosques nos suministran alimentos sin impacto ambiental a diferencia de la agricultura convencional. Ni tampoco que muchos de los productos estrella de una gastronomía puntera tractora del turismo de calidad desestacionalizado y desconcentrado que aspiramos provienen de los bosques (setas, carne de caza, frutos del bosque, etc.).

El reto que tenemos por delante requiere optimar la complementariedad en el uso del suelo, expandir los modelos mixtos de uso del territorio, investigar más en domesticar nuevas especies, aprovechar recursos ociosos como actualmente la carne de caza mayor -recordemos que en España 1/3 de todos los accidentes de carretera no urbanos son colisiones con animales cinegéticos- y superar la segregación de las políticas y legislación agropecuaria y forestal que impide reforzar las sinergias y acaba debilitando el mundo rural. Con mucha razón y tras la falta de empatía de Narbona hacia el mundo rural, Espinosa promovió en 2008 un Ministerio conjunto para agricultura y medio ambiente que obviamente incluía el mundo forestal siguiendo el modelo austríaco que definieron como “Ministerio de la vida/Lebensministerium”. Obviamente el ecologismo no cejó en su empeño de reclamar su departamento combatiendo sistemáticamente hasta que lo obtuvo en 2018 con consecuencias de sobra conocidas como la prohibición estricta de la caza del lobo o la crítica al regadío, al consumo de carne por las emisiones de gases de efecto invernadero o al cultivo de chopos en las riberas. Los problemas que ha tenido el Green New Deal en el mundo rural en toda Europa no son ajenos a un enfoque excesivamente maximalista y una falta de inclusión del mundo rural que es clave en la resolución de los retos ambientales y por ello debe ser protagonista.