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Alboroto en Moncloa

Que el SMI tenía que tributar estaba decidido y Díaz lo sabía, lo que no estaba negociado aún era el momento en el que hacerlo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en el Congreso de los Diputados.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en el Congreso de los Diputados. / Europa Press/ Eduardo Parra

Que el Gobierno había decidido que el salario mínimo interprofesional tenía que tributar en el IRPF, es una realidad. Y que la vicepresidenta Yolanda Díaz lo sabía, también. Lo que no estaba resuelto era el momento de hacerlo, si en la subida de este año o más adelante, según fuentes del Ejecutivo. Aquí entraban también cálculos electorales, porque acercarlo a las elecciones generales, previstas para 2027, era un riesgo para Pedro Sánchez. Lo que nadie aclara en el Gobierno es cuándo se decidió que el salario mínimo empezará a tributar ya, tras una subida que lo sitúa en los 16.576 euros anuales, muy cerca del salario más habitual en España.

Los gestos de complicidad del presidente Sánchez y la vicepresidenta Díaz este miércoles en la sesión de control del Congreso denotan que ambos son conscientes de que lo sucedido el martes en la rueda de prensa del Consejo de Ministros se les fue de las manos y es un regalo a la oposición porque traslada a los ciudadanos un ruido interno que opaca su gestión. Este miércoles, por ejemplo, se aprobó finalmente la subida de las pensiones, las ayudas a la DANA y la gratuidad del transporte público, pero todo el mundo hablaba de la tensión del día anterior entre Díaz y la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría.

Como explica hoy Iván Gil en este diario, en el propio Ejecutivo, entre ministros y altos cargos destacados, hay estupefacción por lo sucedido en las últimas horas, por la falta de debate interno sobre un tema que tiene tanto impacto en los ciudadanos como es el de la tributación, y señalan tanto a la vicepresidenta María Jesús Montero, a la que reclaman más cintura para negociar con sus propios socios de coalición, como a Díaz, a la que las encuestas no sonríen y que fía su remontada al salario mínimo y a la reducción de la jornada laboral.

Montero y Díaz han subido tanto la apuesta con la opinión pública de testigo que la salida a este callejón en el que se ha metido el Gobierno se antoja complicada, puesto que el Congreso tendrá que debatir hasta tres iniciativas, de Sumar, Podemos y el PP, para que el salario mínimo no tribute. "No hay nada que no se haya solucionado", apunta un ministro del núcleo duro de Sánchez. Es posible, pero la imagen de un Gobierno instalado en el alboroto interno permanente no le beneficia.