Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE
Juan García-Gallardo, la anécdota que fue
Lo que sí hizo el exvicepresidente de Castilla y León es reclamar un sueldo de 80.000 euros anuales y crear problemas con salidas de tono, impertinencias o groserías ora autoritarias, ora fascistoides

Juan García-Gallardo. / EPE
El exponente más grave (y no tanto) de la crisis interna de Vox ha sido la dimisión como diputado y el abandono del partido de Juan García-Gallardo, una de las esperanzas blancas del ultraderechismo patrio, que llegó a ostentar la vicepresidencia de Castilla León y una proyección mediática que muy pocos voxistas habían obtenido antes.
Pero al mismo tiempo lo único asombroso de su tocata y fuga es que asombre a alguien. García-Gallardo no podía durar mucho en Vox. Con más precisión: no podía durar mucho en ningún partido político. Principalmente, porque el exvicepresidente castellano no sabe muy bien lo que es un partido político. La crisis de Vox no ha impactado apenas en la imagen de la formación. Al contrario: los ultras siguen mejorando en las encuestas electorales. Santiago Abascal, sin mover un bíceps, es celebrado en Madrid mismo por todas las derechas cavernarias en el mismo Madrid.
Hasta abril de 2022, cuando ascendió a los cielos de la Junta de Castilla y León, la vida de García-Gallardo es la de un chico de buena familia y muy pero muy de derechas que combinaba la santa misa dominical con la equitación. Ese tipo de gente que si no eres católico ni has tenido trato con caballos te miran como algo extravagante, cuando no sospechoso. A los 22 años se licenció en Derecho y después obtuvo los másteres sin los cuales no eres nadie en la vida y probablemente los caballos no te quieren. En 2016 entró en el bufete que había montado su abuelo y dirigía su padre. Cuando al año de entrar en Vox la santa hermandad de Abascal lo designó candidato a la presidencia de Castilla y León se republicaron bastantes tuits que había escrito, como este: "Me parece una gran idea recuperar a Raúl para la Eurocopa (…) Hay que heterosexualizar ese deporte repleto de maricones". O sobre la Guerra Civil: "La situación de España en 1936 exigió una reacción de la gente decente ante un país que se hundía". Declaró que eran florecillas de su tierna posadolescencia, pero las borró.
A continuación llegó la gloria, es decir, el pacto con el PP, única fórmula que permitía al conservador Alfonso Fernández Mañueco seguir gobernando la comunidad, una vez roto el acuerdo con Ciudadanos. Vox asumió tres consejerías y García-Gallardo se reservó la Vicepresidencia. Solo la Vicepresidencia. Por supuesto, ni en Castilla y León ni en ningún otro lugar una Vicepresidencia de Gobierno es un departamento. La Vicepresidencia, en síntesis, es una simple condición de suplencia en condiciones muy específicas. Vete a saber a qué se debió semejante capricho. Lo que sí hizo García-Gallardo es reclamar un sueldo de 80.000 euros anuales y crear problemas con salidas de tono, impertinencias o groserías ora autoritarias, ora fascistoides.
El principio del fin llegó cuando Abascal decidió la salida de Vox de los gobiernos autonómicos que compartía con el PP, un golpe de efecto que dejó a cientos de cuadros y militantes en el paro, pero que salvo excepciones fue acatado disciplinariamente. Pocos meses después, García-Gallardo comenzó a sentirse acosado. Particularmente por Montserrat Lluis, coordinadora de Acción Política de Vox y antigua subordinada del ultraderechista como dircom del partido en Castilla y León. A esta presión se ha sumado esa expulsión fulminante de dos procuradores (por Burgos y Salamanca) que el exvicepresidente se negó a avalar con su firma. De hecho, García-Gallardo jura una y otra vez que su propósito ha sido abandonar dignamente sus responsabilidades políticas en Vox y convertirse en un ‘militante raso’. Pero según su relato, la dirección no le deja tranquilo: pretende exterminarlo. Muchos creen que simplemente intenta victimizarse para justificar así una marcha definitiva.
Mientras tanto –según los más chismosos– se estaría cociendo una escisión de Vox que podría utilizar como piedra de toque ese espacio ‘auténticamente liberal’ que teje Iván Espinosa de los Monteros entre promoción inmobiliaria y promoción inmobiliaria. El economista y su atildado neoliberalismo fueron marginados por Abascal, que terminó bendiciendo a un opusdeísta, Ignacio Garriga, y a un exfalangista, Jorge Buxadé, como principales referencias de la organización.
Vox no tiene en rigor un programa económico ni una estrategia política para España. Ni quiere ni necesita propuestas teóricas: le basta con el malestar, el miedo y la rabia entre las clases medias y trabajadoras de España. García-Gallardo no tiene nada que hacer –políticamente – fuera de Vox. Y quizás está empezando a asumir su condición de efímera anécdota.
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