Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO
¿A quién beneficia el cordón sanitario?
En muchos países, en particular en las democracias militantes como lo son Alemania o Francia, pero no solo en ellos, se ha optado por una estrategia de oposición

Friedrich Merz recibe aplausos tras su discurso en un acto de campaña electoral / RONALD WITTEK | EFE
Después de que Friedrich Merz, el líder conservador en el Bundestag y candidato de la CDU a la cancillería alemana en las elecciones del próximo 23 de febrero, aceptase los votos de la ADF a favor de una iniciativa parlamentaria que pretendía endurecer la política migratoria, tuvo lugar una masiva manifestación en Berlín reivindicando el mantenimiento de la política de cordón sanitario con la Alternativa por Alemania (AdF). Y no solo eso, sino que también concitó las críticas de diversos sectores religiosos y una reprimenda de la propia Angela Merkel.
Y casi simultáneamente en Cataluña Artur Mas recomendaba a Junts per Catalunya dialogar con Alianza Catalana, la nueva fuerza de derecha radical e independentista que hizo su irrupción en el Parlamento de Cataluña en las elecciones del pasado mayo. En ambos casos el trilema al que se enfrentan las dos formaciones es el mismo: oponerse, cooperar o competir. Un trilema que no debería ser tal a la vista de la evidencia empírica.
En muchos países, en particular en las democracias militantes como lo son Alemania o Francia, pero no solo en ellos, se ha optado por una estrategia de oposición, es decir por una política de cordón sanitario que implica rechazar cualquier tipo de colaboración parlamentaria o gubernamental con este tipo de formaciones con el objetivo de minimizar su influencia política.
Los argumentos que se ha utilizado para justificar esa posición han sido de tipo moral, resultado de la censura que se ha hecho de sus propuestas políticas. Unas propuestas que en la mayoría de los casos cuestionan algunos de los consensos establecidos y determinadas políticas auspiciadas por la izquierda, lo cual en democracia debería considerarse absolutamente legítimo, y que en otros, quizás los menos, desafían abiertamente el régimen liberal.
Pero lo cierto es que en ningún caso la política de cordón sanitario ha tenido los efectos deseados, es decir, no ha servido para contener el ascenso de este tipo de formaciones sino más bien todo lo contrario. En Suecia, donde estuvieron largo tiempo excluidos, desde 2022 los Demócratas de Suecia forman parte de la mayoría parlamentaria; en Francia el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen no ha dejado de crecer, pasó a segunda vuelta en las presidenciales y quedó en primera posición en las últimas elecciones al Parlamento Europeo; y en Alemania, las encuestas sitúan a la AdF en segunda posición con posibilidades de ser una fuerza determinante para la formación de gobierno.
En consecuencia, la política de cordón sanitario a quien más ha beneficiado ha sido justamente a quien quiere perjudicar. Lo cual no es de extrañar en un contexto de crisis de la representación, de descrédito de los partidos tradicionales y de incremento de la desafección, ya que la exclusión de los partidos de derecha radical no ha hecho más que alimentar su victimismo así como validar la hipótesis de la connivencia de los partidos establecidos, argumentos ambos que les han servido para movilizar a su favor a muchos electores descontentos con la política tradicional.
Pero es que además en el crecimiento de la derecha radical no se puede obviar la inestimable contribución hecha por algunos partidos de la izquierda. Empezando por los socialistas franceses en tiempos de Françis Mitterand, que utilizaron al por entonces muy marginal Frente Nacional de Jean Marie Le Pen para rearmarse ideológicamente, sobredimensionándolo, haciéndole crecer y contribuyendo así al fraccionamiento del espacio de derecha para garantizarse la hegemonía.
No puede decirse lo mismo de Alemania, donde la izquierda, al igual que derecha tradicional, han rehuido dinámicas polarizadoras y han optado por estrategias cooperativas que las han llevado en diversas ocasiones a constituir una Gran Coalición. En España, en cambio, el PSOE ha optado por una estrategia a la francesa y en vez de cooperar con el PP, desde su acceso al gobierno en 2018 no ha dejado de promover una agenda polarizadora que ha alimentado a Vox, al tiempo que ha abogado por una política de cordón sanitario y ha criminalizado al PP por no acatarla pero sin nunca ofrecerle su apoyo.
No hay que olvidar que si en 2024 llegó al gobierno tras haber perdido las elecciones fue gracias a una alianza cuyo único común denominador era la oposición a un gobierno del que formase parte Vox pero sin plantearse nunca que otra forma de evitarlo era a la alemana, es decir, apoyando al PP que fue el partido ganador y favoreciendo una gran coalición. Es por ello que se puede decir que la política de cordón sanitario en España, con la excusa de contener a la derecha radical, ha acabado reducida a una trampa de la izquierda para perpetuarse en el poder y para tratar de evitar que la derecha tradicional llegue a él.
No hay que extrañarse pues de que los partidos conservadores se cuestionen y rechacen la política de cordón sanitario si esta no cumple su objetivo, es decir, si no impide el crecimiento de la derecha radical y si no es más que una coartada para beneficiar a la izquierda e impedirle gobernar.
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