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Nigel Farage: el Brexit nunca muere

Fue de los primeros políticos en crear un imaginario popular sobre el fenómeno entendido como invasión

El líder de Reform UK, Nigel Farage.

El líder de Reform UK, Nigel Farage. / / DAVID DEE DELGADO / REUTERS

Cinco años después de consumarse el Brexit al 55% de los británicos les gustaría cantar un tango. Y aunar sus voces a la de Carlos Gardel y clamar por volver con la frente marchita, para no vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloró otra vez.

Cinco años después de entrar en vigor la gran ruptura solo un 30% de los ciudadanos de Reino Unido mantienen que la suya fue una decisión acertada. En cambio, uno de cada seis de quienes votaron alejarse del contienen se arrepiente. Y aunque más de la mitad piensa que deberían reincorporarse a la Unión Europea nada indica que esto vaya a suceder. Ni a corto ni a medio plazo. A largo ya se verá, porque el mismo sondeo refleja que tres de cada cuatro jóvenes que entonces no pudieron ejercer su derecho por edad (75%) están en desacuerdo con un desenlace que limita sus posibilidades de desplazamientos y daña sus expectativas profesionales. Les influyen las poco halagüeñas proyecciones económicas que auguran que los próximos diez años Reino Unido perderá otros tres millones de puestos de trabajo.

Este es el paisaje un lustro después de la batalla, fruto de la aplicación del resultado del referéndum de 2016. Un plebiscito marcado por la mentira, dominado por los bulos y timbrado por la desinformación. Días aquellos en los que se hizo creer al 51,9% de los ciudadanos avaladores de la propuesta que cada semana se mandaban a Bruselas 350 millones de libras que, de quedarse, ayudarían a mejorar el dañado sistema público de salud. La mañana siguiente del escrutinio, el inductor de aquel dato admitió su falsedad. Su nombre Nigel Paul Farage (Farnborough, Orpington, 3 de abril de 1964).

El actual miembro de la Cámara de los Comunes fue invitado por Donald Trump a su toma de posesión en Washington. Admiradores mutuos desde antaño, ya nadie sabe quien ha influido más a quien a la hora de hablar de inmigración. Fue Farage de los primeros en crear un imaginario popular sobre el fenómeno entendido como invasión. Y a la vista de la propagación del temor es innegable que aquel engaño repetido hasta la saciedad desde hace mucho tiempo ha cuajado, aunque siga siendo incierto. Ahí están los gobiernos cautos, los partidos regresivos y las políticas recelosas de unos efectos que limitan incluso a los progresistas, por haber comprado parte del marco mental ultraconservador. Saben que su electorado tampoco es inmune al discurso que divulga que los recién llegados les reducen las opciones a las ayudas sociales, les retrasan la cita con el médico y se aprovechan ostentosamente de derechos sin sus equivalentes deberes.

Con este discurso recuperado de la campaña del Brexit, Nigel Farage regresó el pasado año a la política con un partido a su medida, cuyos exitosos resultados le situaron en la tercera opción de los británicos. Su capacidad populista y su gusto por los focos le vienen de niño, como cuenta en un libro. Su carácter ruidoso y provocador, también. En cambio, siempre ha desmentido que tenga ideas fascistas, aludiendo a que fue por el giro a la ultraderecha del Ukip, su anterior formación, por lo que la abandonó. Era cuando Donald Trump le quería como embajador en Estados Unidos. Farage decía que la Unión Europea estaba muriendo. Solo tenía una mala salud de hierro. ¿Podrá mantenerla?