Opinión | POLÍTICA Y MODA
Melania Underwood
El retrato oficial recuerda mucho al de Claire Underwood, ya como presidenta, en 'House of Cards'. De pie, tras el escritorio y ante el ventanal. Expande sus brazos y toca con las yemas de los dedos la mesa. Acaricia el poder; si ya lo tuviera, apoyaría las palmas enteras

El retrato oficial de Melania Trump como primera dama y Claire Underwood en 'House of Cards'. / EPC
En un retrato político, el blanco y negro concede dureza y dramatismo. También, por supuesto, un halo de misterio. Cualidades que, a priori, no casan con los tradicionales valores que pretendería proyectar una primera dama: delicadeza, paz y transparencia. Pero vamos a hablar de los Trump, así que nada puede ser convencional… Si la mayoría de sus predecesoras posaban en color, con perlas y flores; Melania ha decidido prescindir del carácter doméstico al que obliga presentarse como “mujer de” y aprovecha para marcar perfil propio.
La esposa del presidente de EEUU viste un elegante smoking de D&G. Exacto: Make Italy great again! Es cierto que la mayoría de firmas estadounidenses siguen sin querer vestirla; pero está claro que ella prefiere el diseño francés e italiano (¡dile tonta!). En los años 70, YSL le concedió poder a la mujer enfundándola en un smoking (acabándola de masculinizar) y el traje pasó a convertirse así en otra expresión y conquista estilística del feminismo.
Sin embargo, el tuxedo es un símbolo oligárquico destinado al tiempo de ocio de un varón. Y si se fijan, sobre el escritorio donde se apoya, no hay un folio, bolígrafo, ordenador o teléfono. Voluntad de trabajo no se aprecia. Ahora, afán de dominar, amenazar, negociar o ser la protagonista de un reality, todo. Es decir, la pretensión no es profesionalizar la reivindicación de los derechos sociales o la labor solidaria hacia la ciudadanía que le compite a una primera dama de EEUU. Esta mujer viene a ver qué rasca para beneficio propio. Y de momento, Amazon Prime le ha comprado por 40 millones de dólares un documental sobre su vida que se estrenará a lo largo de este año.
Además, esa sobriedad que la distingue desde el día que presentó sus memorias durante la campaña presidencial (tonos grises, azul marinos, negros, capas, abrigos de corte militar, sombrero que esconde su rostro…) hace precisamente que destaque por encima del (ab)uso de color. De hecho, en la página de la Casa Blanca, aunque el retrato de Melania aparezca el tercero (después del de POTUS y el del vicepresidente), los ojos se van hacia ella. Por algo el negro sigue representando el poder oculto.
De hecho, el retrato recuerda mucho al de Claire Underwood, ya como presidenta, en House of Cards. De pie (la cadera ladeada, pose base femenina, más cuando llevamos tacones), tras el escritorio y ante el ventanal. Expande sus brazos y toca con las yemas de los dedos la mesa (acaricia el poder; si ya lo tuviera, apoyaría las palmas enteras). Las hombreras de su chaqueta, puntiagudas, y el reflejo del cristal del escritorio también ayudan a alagar su figura (agrandar su poder). Los labios están sellados, pero sonríe con los ojos. Lejos de transmitir sinceridad, cuando has abusado de los retoques estéticos y del photoshop, la sonrisa resulta permanentemente enigmática. Y ya saben qué dicen de Melania: “no mira, sospecha”.
Una postura muy diferente a la adoptada en 2017. En el primer mandato de Trump, Melania tardó más de tres meses y medio en posar como primera dama. Y lo hizo cruzada de brazos (protección). Tal vez por la reticencia que sentía al interpretar un papel que no deseaba y que a Ivanka, la primera hija, no le importaba representar. Dicen que en esta ocasión, Melania se presenta más austera. Bueno, aparentemente… Si en el primer retrato posó con su anillo de compromiso de diamantes valorado en 3 millones de dólares; ahora lo sustituye por el obelisco de Washington a sus espaldas (en psicoanálisis, símbolo del poder fálico). Un pequeño detalle, considero, que no habría que pasar por alto.
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