Opinión | VENGA, CIRCULE
Journaling
Me gustaría volver a los años en los que nadie intentaba venderme nada, echo de menos los blogs. Me gustaría borrar mi cuenta de Instagram también y abrirme un blog

Journaling. / La Provincia
Me equivoqué hace unas semanas al cuestionar la manía de establecer a primeros de año una serie de objetivos para la nueva versión de nosotros mismos que queremos construir, la exposición prolongada a cientos y ciento de reels de Instagram me ha hecho ver la luz. Sí, me he impuesto a mí misma un objetivo este año dos mil veinticinco, y para cumplirlo he de dar con la libreta perfecta. Llevo varios días buscando, aún no la encuentro. Ha de ser rectangular, o bien B5 o bien B6, no lo tengo claro todavía, de tapa blanda y no muy gruesa. Visito varias tiendas de papelería, no, no quiero una espiral a la izquierda, preferiría que no estuviese encanutillada. Ni de líneas ni de puntos sino de cuadros, por ahora no me importa el color pero gravito hacia la posibilidad de personalizarla porque sé que terminaré cansándome de ver el mismo bloque de color cada vez que vaya a utilizarla. Borrar mi usuario y mi cuenta de Twitter para siempre fue la prueba inicial que me impuse a mí misma, ¿aguantaría o volvería a reactivarla antes de que pasara el mes de cortesía que se extiende a todos aquellos que intentan una y otra vez dejar la aplicación que les consume? Aguanté, ya no existe el arroba que utilicé durante tantísimos años, y a pesar de preguntarme de vez en cuando cómo les irá a todas las personas con las que mantuve el tipo de amistad ligera que se mantienen en este tipo de redes sociales no he sentido la necesidad -y no creo ya que la vaya a sentir nunca- de volver. Sí echo de menos lo libre que fui allí, lo mucho que escribí para mí.
Mientras sigo buscando la libreta perfecta compro sets de rotuladores y lápices de colores pastel, cintas washi para decorar, marcadores para separar las distintas secciones en las que organizaré el contenido que pienso crear, packs de pegatinas para expresarme mediante imágenes aleatorias de hojas de árboles y sellos vintage. Me gustaría volver a los años en los que nadie intentaba venderme nada, echo de menos los blogs. Me gustaría borrar mi cuenta de Instagram también y abrirme un blog. Me gustaría que no fuera un Substack ni un Medium sino un blog de los de antes, con cero visitas y cero comentarios. Echo de menos escribir lo que quiero escribir sin pensar en los caracteres que ocupo o en el lector. Echo de menos que el lector me dé igual.
Dentro de un lector habita un lector que en su interior alberga a otro lector y así hasta el infinito, y todos creen haber entendido cuando en realidad no comprendieron nada. Echo de menos no tener plazos que cumplir ni apurar las horas del viernes para no tener que disculparme una vez más por mandar tarde la columna. Echo de menos no estar supervisada por el control parental de un editor. Como las papelerías de mi alrededor no me convencen recurro a los catálogos de papelerías en otros países. Debato conmigo misma en el transporte público si me interesa más un diario fechado o sin fechar, con la vista mes a mes o semana a semana, con espacio para garabatear unas notas aquí y allá o sin margen de improvisación. Me compro unos post-its con forma de tostada con un huevo frito a pesar de que sé que no los voy a usar nunca. Son bonitos. Me llama la atención la tendencia de los cuadernos de viaje que se solapan mediante cintas que sirven para sujetarlos a un forro de piel. Me imagino a mí misma enrollando y desenrollando esas cintas, la idea es usar recambios cada vez que termine de usar un cuaderno y se me antoja cansado, muy poco práctico. Instagram intenta convencerme de que necesito una impresora del tamaño de mi mano para llevarla siempre encima e imprimir todas mis fotografías en formato pegatina. La busco en Amazon y el precio me hace gracia. La libertad del anonimato es la libreta, hace tantos años que no soy solo un arroba. Las únicas palabras que me pertenecen aún son las que no pongo por escrito, si no las tecleo son mías pero el teclearlas letra a letra las convierte en realidad. La prisión del cuerpo no se compara a la del pensamiento. En un platillo de la balanza la palabra y en el otro platillo el dinero, todo es vendible aunque siempre tengo la sensación de que el precio nunca es justo para mí. La libreta llega en un sobre acolchado y doblado en el que está sellada varias veces la petición amable NO DOBLAR. En el papel nadie puede dejarte un like.
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