Opinión | VENGA, CIRCULE
Fases del duelo
El ser humano suele encontrar serias dificultades -la empresa es harto complicada-a la hora de querer conocerse y entenderse a sí mismo, imaginen intentar, además, conocer y entender a otra persona

Fases del duelo / Adae Santana
Se produce muy de vez en cuando un suceso o acontecimiento de índole cuasi milagrosa: dos desconocidos deciden darse una oportunidad sincera. Algunas de estas oportunidades duran pocas semanas o meses; otras duran años, lustros, décadas, media vida, una vida entera. El ser humano suele encontrar serias dificultades -la empresa es harto complicada-a la hora de querer conocerse y entenderse a sí mismo, imaginen intentar, además, conocer y entender a otro ser humano. Qué podemos decir, formamos parte de una especie inasequible al desaliento. Quizá por esto no nos cansamos nunca de las historias y relatos sobre el amor y la amistad a pesar de los dolores de corazón, las penas y las decepciones, si es que existe alguna diferencia entre ambas.
El anhelo de que en algún momento a nosotros también se nos confíe esa oportunidad sincera es demasiado dulce y brillante como para fingir que no nos atrae. Si uno lo persigue y lo observa fijamente se ciega, como cuando intentamos echarle un pulso al astro rey y terminamos apartando la mirada, la imagen tras nuestros párpados cuando cerramos los ojos se torna un bloque negro que pulsa contra nuestra piel fina. En ese proceso de descubrirse y descubrir son muchas las parejas que llegan a la conclusión de que lo mejor tanto para uno como para el otro es, quizá, abandonar el camino que transitaban juntos y seguir cada uno con lo suyo sin volver a encontrarse.
Hay quienes se recuperan rápido de la ruptura y hay quienes transitan un largo periodo de duelo; al final, no obstante, el tiempo que se cuenta con pena se convierte poco a poco en bálsamo. Ojalá existiera algún artilugio que nos permitiera no comprar más horas de vida sino pasar al siguiente capítulo de inmediato arrastrando el ratón del ordenador sobre la barrita de reproducción de nuestros días. La vida dolería muchísimo menos, y aunque es verdad que cada tristeza nos enseña algo, en mi caso, por ejemplo, hubiese preferido prescindir o incluso rechazar algunas de las lecciones que me he visto obligada a interiorizar porque no me ha quedado más remedio que apretar los dientes y hacerlo. La cuestión está en esas oportunidades que, en el momento de ser diseccionadas ante una masa de lectores sin nombres ni rostro, parecen estar yendo bien.
Brillan la suerte y las estrellas y durante un segundo la vida era de una forma, pero al siguiente -lo que tarda un parpadeo, un latido de corazón, una respiración- una cajita de terciopelo surge de la nada y un hombre le plantea a su interlocutora una pregunta de esas clásicas de las historias de amor. Las manos tiemblan, la cajita se cae al suelo, ambos se doblan por la mitad para recogerla, ella es muy consciente de pronto de que sus manos son un poco feas y de que lleva puesto un chándal que compró de segunda mano en una tienda que olía raro. El anillo es sencillo, precioso, responde Sí.
No por el anillo, claro, sino por otras tantas cosas. Después de la alegría y la felicidad que se expanden en el pecho como si nunca se hubiese sido feliz de esta manera, los abrazos, las comidas, las cenas, más abrazos, toca buscar partidas de nacimiento literales (si no tienen un certificado electrónico están jorobados), certificados de empadronamiento de los últimos dos años (no existen), certificados de fe de vida y estado civil (la mera presencia de la persona con su DNI en la mano tendría que ser suficiente para certificar que está viva), y encontrar cita previa en el registro civil correspondiente.
Negación. No hay disponibilidad de cita para el servicio, vuelva a intentarlo en los próximos días. Ira. En algunos foros se recomienda internarlo a primera hora de la mañana o primera hora de la tarde mientras que en otros se aconseja esperar a las doce de la madrugada del viernes, sábado y domingo y probar suerte. Negociación. Una amiga explica que ella lo consiguió un sábado a las tres de la mañana. Depresión. No importa el día que se intente reservar esa cita previa, nunca existe disponibilidad para el servicio. Aceptación. ¿Será que los funcionarios españoles no creen en el amor?
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