Opinión | DÉCIMA AVENIDA
El Risk de Trump
Las amenazas territoriales del 47º presidente de EEUU suenan creíbles porque el desmoronamiento de la gobernanza mundial premia el uso de la fuerza sin complejos
Para los aficionados al Risk, Groenlandia es un territorio clave. Conecta Europa con América y es esencial para defender fronteras y planificar nuevas invasiones. Asegurar su control es crucial para cimentar el dominio en el norte occidental del mapa. Como un jugador de Risk, Donald Trump también ha puesto bajo su mira Groenlandia e incluso Canadá, que en el mapa del juego se divide en territorios bautizados como Quebec, Ontario o Alberta.
Tres dados en el ataque contra dos en la defensa, y con empate a favor de los defensores, son las reglas del Risk. Trump, de quien se desconoce si es aficionado al juego de estrategia, amenaza con usar seis dados para conquistar Groenlandia: tres de una invasión militar y otros tres de sanciones económicas, como los aranceles exorbitados que tanto le gusta amenazar con imponer para amedrentar a otros países. Trump, a menudo percibido desde Europa como una caricatura del villano demente, suena creíble cuando amenaza con anexionarse Groenlandia y el canal de Panamá o incluso llevar a cabo una OPA hostil contra Canadá. Del magnate se sabía que era un demagogo, populista, machista, derechista y racista. Ahora sabemos que en él también habita un pequeño Napoleón Bonaparte, decidido a conquistar medio mundo, incluso si eso implica romper el tablero del Risk tal y como lo conocemos.
Hay un cambio sustancial entre Trump I y Trump II. En 2016, bajo el impacto de su inesperada victoria ante Hillary Clinton, el camino hacia su toma de posesión y buena parte del inicio de su mandato estuvo marcado por el pensamiento ilusorio: en la Casa Blanca, Trump se moderaría a causa de su choque con la realidad, el ‘establishment’, los poderes que son y los mecanismos del Estado. En cambio, en este recién iniciado 2025, de su presidencia se espera cualquier cosa, por extravagante que suene, tal vez porque su victoria ha sido incontestable y ya hemos comprendido que no es un accidente, sino un fenómeno político, social y geoestratégico de primer orden. De ahí que desde Dinamarca y Canadá se hayan apresurado a responder sus bravuconadas y que, desde México, su presidenta Claudia Sheinbaum también haya entrado en el cuerpo a cuerpo con quien será el presidente 47 de Estados Unidos.
Lo cierto, y ese es el tenebroso signo de los tiempos, es que si Trump va en serio, si de verdad quiere anexionarse por la fuerza el canal de Panamá y Groenlandia, lo hará. ¿Quién se lo va a impedir? ¿Acaso Dinamarca o Panamá? ¿La Unión Europea? ¿La OTAN? ¿La ONU? El que hoy quizá sea el principal aliado mundial de Estados Unidos, Israel, ha demostrado en el último año y medio que un país con enorme capacidad militar, dirigido por un Gobierno sin ataduras, puede no solo redibujar el mapa, sino apropiarse de los dados, el tablero y dar por terminada la partida. Antes, Rusia hizo algo similar con su área de influencia, aunque envuelta en repulsa internacional y sanciones económicas que no han disuadido a Vladimir Putin. Solo la querencia de EEUU por el ‘soft power’, la cuenta de resultados de sus multinacionales, la globalización económica y la fortaleza de sus alianzas posteriores a la Segunda Guerra Mundial impedían a Washington lanzarse como un lobo contra las tropas azules, verdes y amarillas del tablero. Pero dirigido por alguien libre de estas ataduras, ¿qué impide a Washington aprovecharse por la fuerza del vacío? Es lo que tiene haber destruido durante años la gobernanza mundial.
Los dos grandes acontecimientos de principios de este siglo, los atentados del 11-S y la gran depresión, engendraron un mundo nuevo que ahora empezamos a vislumbrar. En este mundo, Europa, la UE, es objeto de caza mayor para rivales y enemigos internos y externos. Las diferentes formas de autoritarismo no necesitan, e incluso desprecian, el sistema de derechos, libertades y valores que la vieja Europa representa. La UE paga ahora años de apacible sueño en términos de seguridad, economía y política, a nivel interno y externo. A Europa le crecen los enemigos, dentro y fuera, y en los dados no le salen más que unos y doses. En estos tiempos trascendentales solo quedan dos opciones: sobreponerse y reafirmar los propios principios, o caer.
Ah, en el Risk, Groenlandia pertenece a América.
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