Opinión | SALIDA DE EMERGENCIA

Otra fe es posible

Puede que el papa Francisco sea un papa atípico, pero la duda resiste en el corazón de quienes tienen por dios un sueño que está cada vez más ajado

Francisco pide que la tregua en Líbano llegue a Gaza y muestra su cercanía con Siria

Francisco pide que la tregua en Líbano llegue a Gaza y muestra su cercanía con Siria / EFE

El papa Francisco es un papa atípico para lo que estamos acostumbrados. Es un papa que en este 2025 pide condonar la deuda de los países más pobres y antes pidió libertad en el amor, también pidió que aquellos que hicieron daño y abusaron de menores vestidos con sotana y alabando a Dios fueran castigados, incluso ha denunciado la violencia contra las mujeres y el horror que están viviendo los palestinos en Gaza, exigiendo que se respete el derecho humanitario en las guerras y lamentando cualquier tipo de conflicto armado.

Todo ello nos hace pensar que entiende la religión de una forma nada extremista y eso lo convierte en un papa peculiar, sin que por ello tengamos que olvidar que es vicario de Jesucristo, sucesor del príncipe de los apóstoles y jefe espiritual de la Iglesia católica, una iglesia que encierra en sí misma todo lo bueno y malo, porque si por un lado encierra bondad y personas altruistas y luchadoras, por el otro es poderosa y quiere seguir siendo poderosa y quiere manejar sentimientos como la culpa y el odio para generar conflictos y, sobre todo, no quiere renunciar a sus derechos y por eso no le importa que el hombre vaya matando poco a poco su espontáneo tesoro que es la vida y prefiere que la fe sea el dogma que todo lo cura cuando la cura no existe.

Las religiones son una furia que el hombre no ha sabido domar, porque es mucho más fácil matar en nombre de Dios o en nombre de Alá que hacerlo en nombre propio y por razones que poco tienen que ver con lo teológico y mucho con el poder y la jerarquización y, sobre todo, con la necesidad de seguir manteniendo los poderes intactos para que las personas sometidas lo sigan siendo y todo responda a un enigma por el cual esa fe va teñida de sangre eternamente y, eternamente, es un lugar solitario del que nos deberíamos alejar para ser más libres y estar menos contaminados.

Puede que el papa Francisco sea un papa atípico y puede que crea en todo lo que dice, pero la duda resiste en el corazón de quienes tienen por dios un sueño que está cada vez más ajado y resquebrajado al ver cómo el mundo camina sobre aguas color de acero entre almas lúgubres y estridentes discursos, en los que para lo único que no hay lugar es para la humana convivencia.