Opinión | LITERATURA
Dostoievski, el 'influencer' de moda
La tuya es una novela en realidad sobre el choque entre nuestro mundo mental y el mundo real, a menudo irreconciliables
Quién te lo iba a decir, Dostoievski: RoRo está en la cocina preparándote una ternera Strogonoff (“A Fiodor hoy le apetecía…”, ha dicho en sus redes), Taylor Swift ya te ha invitado a un par de chupitos de vodka, Timothée Chalamet no para de mandarte mensajes porque está empeñado en hacer de ti en tu biopic y en breve iréis al Samo-bar, donde dicen que hoy pincha Charlie XCX.
Tú, cuando escribiste El gran inquisidor, decías que el ser humano necesita “milagros, misterio y autoridad”. La autoridad eres tú, sin duda, y lo que te está sucediendo podría parecer un milagro o, como poco, un misterio. Tu Noches blancas, la novelita que publicaste en 1848, unos meses antes de que te mandaran a Siberia durante lo que dura una legislatura, se ha convertido en un 'hit' viral. Las redes, muy especialmente Instagram y TikTok, van llenas de fotos de gente con gesto de amante anhelante y las dos manos en una taza de café, de citas sobre el amor romántico más desesperado, de playlists musicales de Shostakóvich y Tchaikovsky. Leí ayer en The Guardian que tu novelita, que yo leo boquiabierto cada solsticio veraniego (es entonces cuando transcurre), ha sido en 2024 la cuarta más vendida en Gran Bretaña de narrativa traducida al inglés. ¡Hasta hablan de Fiebre Fiodor! The Go Betweens se preguntaban hace ya veinte años en una canción: “¿Por qué la gente que lee a Dostoievski viste con pintas de Dostoeievski?”. Bien: ahora te leen clásicos y modernos, en pijama de estrellitas y en gabán roído, con nieve y con purpurina.
A mí esta moda no me extraña demasiado e intentaré explicar por qué. En realidad, ya había sucedido con novelas como El jilguero, de Donna Tartt, o Tan poca vida, de Hanya Yanagihara, y con las canciones de Kate Bush o de Blondie. Y tu historia, sobre un tipo desesperado que se cruza con una tal Natienka, de 17 años, en el canal de Fontaka durante una de esas noches blancas de San Petersburgo, lo tiene todo para triunfar hoy. Sobre todo no me extraña porque cierta confusa pasión romántica es un imán para la adolescencia y porque todos los adolescentes de todas las épocas se parecen. En su diario de 1875, Marie Bashkirtseff, se preguntaba: “¿Estoy loca? ¿O maldita? Sea como sea, estoy aburrida”. Hay autorretratos de ella en el espejo. Su texto era muy parecido a una confesión sentimental en Instagram y sus fotos son algo así como el primer 'selfie teen'.
Por otro lado, 'Noches blancas' es una novela breve. Los ingleses la leen en la ya mítica edición con cubierta negra: ahí son ochenta páginas. En la mía, de Alianza Editorial, solo llega a las 61. La literatura en las redes a veces funciona como reto atlético (se muestran estanterías con el número de tomos que se han leído), así que resulta fácil no solo sumar uno tan corto, sino decir, después de gozarlo, que ya lees “a los rusos”.
Además, la tuya es una novela en realidad sobre el choque entre nuestro mundo mental y el mundo real, a menudo irreconciliables. El narrador, negado para la vida práctica, vive ensimismado en una torturada fantasía idealista (la escribiste en tu periodo romántico), por lo que se le abren heridas cada vez que entra en contacto con la vida. Eso, querido Dosto, sucede a menudo con el diálogo imposible entre el relato deformadísimo de las redes sociales y la inflexible y dura novela de nuestra vida real.
Es, también, una historia sobre la soledad y el aislamiento, algo de lo que sabemos mucho ahora que todo el mundo dice tener muchos amigos y muchos seguidores (esto a ti, siempre algo paranoico, te perturbaría), pero que luego no sabrían a quién pedirle un poco de sal o a quién confiarle un secreto.
Y aun así, aunque entiendo por qué triunfa ahora una de mis novelas veraniegas favoritas (junto con El bello verano, de Pavese, o El vino del estío de Bradbury, entre otras), no deja de alegrarme. Quizá no muchos de los que hablan de tu libro en TikTok o Instagram se pongan dentro de un mes con las 1.400 páginas de 'Los hermanos Karamazov', y quizá me preocupe a veces esta tendencia a fraccionar y jibarizar la cultura, con cortes de diez segundos y citas fuera de contexto, pero al fin y al cabo el protagonista de 'Noches blancas' dice, a propósito de su instante de brillo con Natienska: “¡Dios mío! ¡Todo un minuto de felicidad! ¿Acaso es poco para toda una vida humana?”.
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