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El año de la divina Barcelona cultural

En los 90 se tiró mucho dinero público en proyectos con poca viabilidad, pero el mayor problema es que no existía industria cultural. Ahora sí

Archivo - Vista panorámica de Barcelona, con la Torre Glòries al fondo, a 5 de agosto de 2024, en Barcelona, Catalunya (España).

Archivo - Vista panorámica de Barcelona, con la Torre Glòries al fondo, a 5 de agosto de 2024, en Barcelona, Catalunya (España). / David Zorrakino - Europa Press

La Barcelona de la cultura pasa por un momento complaciente consigo misma. Se gusta, se siente bien y eso, desde el mundo de vista emocional y de futuro es bueno. Habría que volver a los años 90 para construir una fotografía parecida y puede que tampoco fuera tan fidedigna. En aquellos tiempos todo se estaba construyendo y las empresas culturales llegaban a final de mes con imaginación y cierta pericia. Cierto es que se tiró mucho dinero público en proyectos con poca viabilidad, pero el mayor problema es que no existía industria cultural. Ahora sí.

La cultura ha soportado unos años de nula prioridad. No es difícil concretar en qué momento comenzó este olvido hacia las políticas culturales constructivas, porque a todo se le llama cultura. Los más de diez años de ‘procés’ ayudaron a mirarla solo como una herramienta política. Los años de la alcaldesa Ada Colau tampoco fueron prioritarios en el estímulo de la creatividad, aunque es honesto reconocer el trabajo del que fuera comisariado de Cultura en el Ayuntamiento y después ministro de Universidades, Joan Subirats. Sin embargo, las prioridades estaban en descentralizar los focos culturales y trasladarlos a los barrios. Esa idea está bien, pero a la creación no se la puede obligar a desarrollarse en un lugar concreto. Precisa de libertad de ubicación.

Lo cierto es que en el encuentro organizado por Barcelona Global bajo el lema 'Barcelona, capital de la nueva cultura' la conclusión que se pudo extraer fue que los protagonistas culturales de la ciudad están satisfechos con el presente y con el futuro. Y debo confesarles que nunca observé una alineación tan contundente con la misma opinión, teniendo en cuenta, y eso es importante, que los interlocutores pertenecían a sectores diferentes. La música, representada en la voz de Jordi Herreruela, director del Festival Cruïlla; el cine, con Manel Barrera, director del éxito del año, 'El 47'; el arte, con la directora de la Fundació del Macba, Ainhoa Grandes; el mundo digital y tecnológico, con Jordi Sellas, director del Ideal; el teatro, con Isabel Vidal, presidenta de la Associació d’Empreses de Teatre de Catalunya (Adetca) y el chef Sergio Torres, un tres estrellas Michelin junto a su hermano Javier desde la Cocina Hermanos Torres.

El único más preocupado, y con razón, fue Herreruela que como director de un gran festival de música como el Cruïlla reivindicaba la necesidad de un recinto diseñado para grandes macroeventos musicales.

Como moderador de esa mesa intenté no solo hacerla entretenida, sino que, además, saliera algún enfoque interesante que construyera un titular noticiable. Pero la noticia era positiva y eso no siempre es noticia. Claro que en este caso, y después de tantos años de no creerse, los momentos de autosatisfacción son noticia. Divina Barcelona.

No todo es positivo. Los sueldos de la cultura no están relacionados con el buen momento creativo. Puede que se trate de intentar competir con presupuestos competitivos. Pero tiene poca lógica. Dicho lo de los sueldos, mejor no amargarse en este final/principio de año y visualizar el 2025 como un camino embriagador.