Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE

François Bayrou: el valet de una agonía

Macron es un macaron, Barnier un canalé de Burdeos y el centrista Bayrou, una tarte tatin. Sin embargo, Francia no quiere pasteles

François Bayrou.

François Bayrou. / EPE

Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, está encerrado donde habita el olvido. Después de convocar unas elecciones generales que ganaron la extrema derecha y una izquierda coaligada tuvo que buscar un primer ministro y, como se recordará, para pasmo de las izquierdas, designó a una derechista de toda la vida, pero de contrastada experiencia en debates y negociaciones.

Se ha filtrado últimamente que Macron le pidió que intentara un gobierno de concentración. Su primer ministro le respondió que esa es la mejor fórmula para conseguir una ingobernabilidad perfecta. En cambio, Francois Bayrou, el nuevo premier, está de acuerdo, aunque su problema es otro: nadie quiere subirse a su gabinete. Los tres están entre lo mejor de la repostería francesa, pero nadie los soporta ahora cinco minutos en la boca.

Macron es un macaron, Barnier un canalé de Burdeos y el centrista Bayrou, una tarte tatin. Sin embargo, Francia no quiere pasteles. Francia quiere prosperidad, buenos sueldos, orden en las calles, servicios públicos solventes e instituciones fiables, motivos por los que ser franceses y poder ser reconocidos como tales. Días atrás, Bayrou se proponía presentar públicamente su gobierno, sin haber conseguido incorporar a ningún socialdemócrata, como ha perseguido en los últimos días.

Bayrou nombra un gobierno continuista e incorpora al exprimer ministro Manuel Valls

Bayrou nombra un gobierno continuista e incorpora al exprimer ministro Manuel Valls / Archivo

Bayrou ha sido casi todo en la República francesa. Lleva más de cuarenta años aposentado en cargos públicos y sobreviviendo a sí mismo y a los demás. Nacido en 1951, es hijo de una familia de prósperos agricultores y cuando era niño sufrió las burlas de sus compañeros de clase al ser tartamudo, algo que no superaría hasta sus años universitarios. A los 21 años tuvo que ponerse a trabajar, sin interrumpir los estudios, a causa de la muerte de su padre. Bayrou corresponde a un perfil republicano en tránsito de desaparición: centrista, ligeramente reformista, europeísta, laico, muy rico sin ser multimillonario, socioliberal más que socialdemócrata, listo y singularmente hábil aunque nunca haya sido un líder arrebatador.

Se licenció –extrañamente– en literatura clásica. Siempre le gustó leer y escribir. De hecho, escribió una biografía –no precisamente erudita– del monarca francés Enrique IV bajo el título de El rey libre. Aunque ha escrito otra docena de obras, solo esta se convirtió en un éxito de ventas, con casi 350.000 ejemplares vendidos. Con su única esposa ha tenido seis hijos y 21 nietos.

Diputado durante cinco legislaturas, alcalde de Pau desde 2014, ministro en tres ocasiones con tres presidentes (dos gaullistas y un socialista), Bayrou se presentó tres veces a la Presidencia de la República sin éxito. Siempre se llevó bien con Macron, al que su partido, el Movimiento Demócrata, apoyó en las últimas presidenciales, incorporándose además a la plataforma de partidos centristas –es decir, macronistas– en las pasadas legislativas. Macron lo premió poniéndole al frente de un plan estratégico nacional para definir los principales objetivos estratégicos de Francia durante su primer mandato, que hasta el momento careció de ninguna relevancia.

Pasan los días y la élite política y funcionarial sigue actuando como si dispusieran de todo el tiempo del mundo, cuando en realidad se encuentran frente a una crisis estructural en lo político y lo económico que puede hundir rápidamente el sistema de la República Francesa.

Francamente, la opción Bayrou no parece que ofrezca ninguna garantía frente a una asamblea que solo sueña con la destitución del jefe del Estado. Si al menos Bayrou pudiera culminar un año de la legislatura para convocar nuevas elecciones legislativas y gestionar esta agonía. Pero no ocurrirá así.