Opinión | DÉCIMA AVENIDA
Retos de física sin estudiar Física
La polémica sobre los enésimos cambios en el sistema educativo muestra el desconcierto sobre cómo mejorar la calidad de la educación

Estudiante / Pexels
Después de leer la entrevista publicada en El Periódico a Juan Jesús Donaire, decano de Ciencias de la UAB, casi no queda otro remedio que, desencajado, gritar a pedagogos y políticos que han legislado e implementado quién sabe cuántas leyes educativas e innovaciones pedagógicas en los últimos años: “¡Quiten sus sucias manos de la escuela!”. "Nos llegan alumnos que no saben sumar fracciones, algo impensable hace 10 años", es uno de los titulares de Donaire, y aunque hay más en una entrevista lacerante (“Hay un poco de falacia sobre el aprendizaje por competencias.
Para aprender por competencias primero tienen que trabajarse unos contenidos, y lo que estamos haciendo ahora es quitar esos contenidos”), el sentido común prevalece y, en lugar del exabrupto de las manos sucias, se impone un: “¿Y ahora qué hacemos?”. Porque, más allá de las historias que cada uno puede contar desde su experiencia personal, parece evidente que Donaire no exagera: a Ciencias se llega sin saber sumar fracciones, a Letras sin haber leído el Quijote, a todas partes cometiendo faltas de ortografía y con unos conocimientos justitos de oratoria y comprensión lectora. Educación ciudadana, conocimiento del mundo o implicación en la cosa pública, esas cosas tan antiguas, mejor las dejamos para otro día. Por lo tanto, algo habrá que hacer.
Ahí radica el problema: parece que no tenemos ni idea de qué hacer. La última ocurrencia, que ha sido convenientemente desmentida (lo cual resulta aún más inquietante), es que la Generalitat planeaba que las asignaturas de Literatura Catalana y Literatura Castellana dejaran de ser materias de modalidad en segundo de bachillerato. Sí se ha confirmado que Física y Química por un lado y Biología, Geología y Ciencias Ambientales por el otro se unificarán en una sola asignatura en primero de bachillerato y que el Treball de Recerca pasará de suponer el 10% de la nota de Bachillerato a ser una asignatura más.
El desaguisado en Ciencias continúa, ya que se argumenta que las horas perdidas de Física se compensarán con la asignatura “retos de física”. Supongo que porque alguien habrá observado que en TikTok los jóvenes se entusiasman por participar en retos virales y habrá concluido que la palabreja “retos” será más eficaz para motivar a los estudiantes que “problemas” o “prácticas”. La pregunta de Donaire, en cualquier caso, es pertinente: ¿Qué retos se pueden afrontar sin conocer la teoría? Debe de ser como un meme que compartió en X Elon Musk, en el que se ve un rectángulo de 30x20 y se pregunta: “Elige la respuesta correcta: a) Michael Jackson, b) Canadá, c) 600, d) Desayuno”.
La motivación del alumnado lo es todo. Los de formación en Letras lo sabemos bien: para motivar a leer a los alumnos, se eliminó la lectura obligatoria
La motivación del alumnado lo es todo. Los de formación en Letras lo sabemos bien: para motivar a leer a los alumnos, se eliminó la lectura obligatoria; para no desanimarlos a escribir, se abolieron las normas ortográficas; para no aburrirlos, se desterraron los clásicos literarios; para que no se agobiaran con ideas complejas, se relegó la Filosofía. ¿Los deberes? Atentan contra la equidad. ¿Las notas? Pésimo mensaje. ¿Responsabilidad? Cada estudiante tiene su propia inteligencia y ritmo de aprendizaje. Las Ciencias aún mantenían cierto prestigio social (aunque en Primaria se puede terminar sexto sin saber multiplicar, cada uno a su ritmo, no forcemos; mejor debatamos sobre la caligrafía de palo o la trenzada), pero eso parece haber terminado también. Menos teoría de Física, más retos de física. ¿El área del rectángulo? Como dice el meme de Musk, mejor coloréalo y si te sales de la raya, no pasa nada.
Por el camino, si algún niño quiere leer (Cien años de soledad, La plaça del Diamant, Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo, Rebelión en la granja, Matar a un ruiseñor, El señor de los anillos, da igual...), se lo tiene que buscar en casa. Si alguno pretende escribir, lo mismo. Si otro, movido por la curiosidad, quisiera avanzar en una materia, mejor que alguien en su familia sepa explicárselo. ¿El inglés? Las academias. ¿Oratoria? Ni de broma. Está bien que la familia se involucre en la educación. El problema es que, en nombre de la igualdad, de no dejar a nadie detrás y de desterrar el concepto de “suspenso” o “fracaso escolar” que estigmatizó a la generación EGB, se ha depositado buena parte del esfuerzo, el sacrificio y la excelencia en manos de los padres con titulaciones, tiempo, ganas y una biblioteca en casa. De esta brecha entre familias se habla menos, pero es decisiva.
Esperando la asignatura "retos literarios" sin haber leído un libro. Con examen final tipo test, por supuesto.
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