Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE

Karla Sofía Gascón: quiere rodar 'Rambo IV'

Pese a los galardones sigue siendo una desconocida en España, tanto en su actual denominación como cuando firmaba Carlos Gascón con un notable arraigo en la cinematografía mexicana

Karla Sofía Gascón.

Karla Sofía Gascón. / EPE

En un episodio anterior, titulé Emilia Pérez como Eugenia Pérez. No cabe hablar de error, porque la etimología "bien nacida" le cuadra mejor a la película que ya le ha ganado a la madrileña Karla Sofía Gascón (KSG) los premios de Cannes y de mejor actriz europea, sin que nadie pueda descartar un Oscar. A cambio de esta fértil cosecha, la inmensa mayoría de actores españoles cambiarían hasta de ideología, estarían dispuestos a encabezar una nueva invasión de Irak.

Pese a los galardones, KSG sigue siendo una desconocida en España, tanto en su actual denominación como cuando firmaba Carlos Gascón con un notable arraigo en la cinematografía mexicana. En un país que sobrevalora la ignorancia, Broncano se atreve a entrevistar a la actriz de Alcobendas presumiendo de que no se ha tomado la molestia de ver Emilia Pérez, que apenas hubiera ocupado dos horas de la apasionante existencia del humorista.

Antes de ser pasto de la insufrible mayoría moral, conviene precisar que KSG frivoliza mejor que nadie con su transición. Un valioso ejercicio compara las preguntas descarnadas que se le planteaban en las tertulias de la televisión mexicana, frente a la espiritualización española de su evolución corporal.

Dado que la mayoría de lectores desembarcan en KSG con la misma osadía indocumentada de Broncano, procede recordar que Emilia Pérez es un narcocorrido mexicanoide de factura francesa, en que un todopoderoso traficante cambia de sexo para salvar su esencia y su existencia. Con objeto de aliviar las suspicacias woke, la propia protagonista española presume de haber interpretado ambos papeles, el antes y el después.

Los actores y actrices españoles no solo se someterían a cualquier tortura por recoger los premios de su colega, sino por compartir los créditos con el reparto femenino de lujo reunido por Jacques Audiard en Emilia Pérez. Queda claro que KSG monopoliza el protagonismo, no solo por motivos artísticos, lo cual obliga a adjuntar el podio correcto de la película. Zoe Saldana eclipsa a Karla Sofía Gascón, que a su vez eclipsa a Selena Gómez.

En España, gracias a Podemos y con la oposición frontal del PSOE, cada persona tiene legalmente el género que desee, desde la más tierna edad y con carácter siempre provisional. La próxima conquista otorgará a todo español la edad y el peso que le plazcan. Esta certeza legislativa permite constatar, sin incurrir en responsabilidad penal, que KSG interpreta con mayor convicción al capo de cártel Juan Manitas del Monte de voz enronquecida que a la Emilia Pérez en que se transforma tras una operación en Israel. Pasa de un persuasivo gángster de Tarantino a una parodia de Julia Roberts en Erin Brockovich, a falta de saber cuál de los dos papeles la atiborra de premios de interpretación.

Desbordante es el adjetivo que enmarca a KSG, juvenil y desafiante a sus 52. Para no arruinar las perspectivas de la producción que la ha glorificado, se ha retrasado su condición de película musical, hurtada a los espectadores incluso en el tráiler promocional. Hablemos sin complejos de la transición de género, pero ocultemos acomplejados que los protagonistas rompen a cantar sin motivación aparente.

La musicalidad de Emilia (o Eugenia) Pérez es relevante porque KSG se ha manifestado en contra del género cantabile. Ante los micrófonos de una redactora de The Hollywood Reporter que había cometido el crimen de conocer la película antes de hablar con su protagonista, la actriz chapurreó en un inglés cervantino que no quería rodar un musical. Solo aceptó "porque me pagaban". Aprovechó la oportunidad para rechazar melodías futuras, y postularse "para rodar Rambo IV". El desparpajo como seña de identidad.

Conviene lanzar una advertencia a quienes equiparan Emilia Pérez con una inmersión en la ideología trans. Como corresponde a los franceses siempre dúplices, la película aporta un desmentido para cada acusación. La fenomenal escena cantada con el cirujano interpretado por Mark Ivanir es una impugnación en toda regla del traumático cambio de sexo, dolor que KSG ha reconocido en público.

KSG está casada con una mujer y tiene una hija a la que ha elogiado ante las cámaras, precisamente por el rechazo que sufrió de una pareja pretérita ante la hipótesis de la maternidad. Los actores trabajan exponiendo su cuerpo, y Emilia Pérez no supone una excepción. Quienes desean refugiarse en la indiferencia corporal, harán bien en refrescar a Pedro Laín Entralgo en "no tengo un cuerpo, soy un cuerpo". Una visión científica trasladada al existencialismo por Gore Vidal, con su reversible "soy todo lo que tengo".