Opinión | OPINIÓN
Reunión de presidentes
Un encuentro sin acuerdo

Los presidentes autonómicos de Castilla y León, Baleares, Madrid, La Rioja, Andalucía y Galicia, durante la reunión de la XXVII Conferencia de Presidentes, este viernes en el Palacio de la Magdalena de Santander. / Javier Etxezarreta
La Conferencia de Presidentes se define como el máximo órgano de cooperación política entre el Gobierno de España y los autonómicos, que deben actuar con lealtad institucional. Su función principal consiste en debatir sobre todo aquello que afecte al funcionamiento del Estado de las Autonomías. Un comité, presidido por el ministro del ramo, es el encargado de estudiar previamente los temas incluidos en el orden del día y facilitar la documentación necesaria. Asimismo, tiene la responsabilidad de presentar a la Conferencia una evaluación anual del cumplimiento de los acuerdos y recomendaciones adoptados en reuniones anteriores. El reglamento aprobado por la Conferencia indica que al término de cada encuentro se hará pública una relación de dichos acuerdos.
La Conferencia celebrada en Santander, frente al mar Cantábrico, abordó cuatro asuntos urgentes, complejos y de la máxima importancia: vivienda, financiación autonómica, inmigración y recursos sanitarios. El presidente valenciano se centró en los efectos de la DANA y el asturiano llamó la atención sobre los accidentes laborales y la política industrial. La sesión concluyó sin que se adoptara ninguna decisión. El ministro de Política Territorial alegó que nadie había propuesto una votación sobre nada. Varios presidentes mostraron después su disconformidad con el desarrollo de la reunión. Hubo quejas por la falta de preparativos, la limitación del tiempo para las intervenciones a diez minutos cronometrados, disponer únicamente de una carpeta con folios en blanco y la sucesión de monólogos con ausencia total de debate. La mayoría de los presidentes del PP coincidieron en pronunciar la palabra “decepción” para hacer balance. Nos vamos como llegamos, sin propuestas y sin respuestas, dijo alguno. El Gobierno, por su parte, ha manifestado su satisfacción por el hecho de que la reunión haya tenido lugar, con la participación de todos los presidentes.
Pedro Sánchez solo se expuso ante la prensa antes de la reunión para hacer una breve declaración. Destacó la imagen poderosa de unidad territorial del país que representaba la Conferencia, con la presencia del Rey y los presidentes del Congreso y el Senado. Afirmó que los congregados estaban allí para dar respuesta a las demandas de los ciudadanos y ofrecer certidumbres y seguridades. Lo cierto es que del cónclave no ha resultado lo uno ni lo otro. La reunión no ha sido un éxito, puede que fuera una oportunidad perdida, pero tampoco cabe calificarla de fracaso absoluto. El encuentro ha propiciado un intercambio, aunque informal, entre presidentes de diferentes partidos, que luego respondieron a las preguntas de los periodistas en un carrusel de comparecencias de gran interés, que ayudan al conocimiento mutuo entre las Comunidades Autónomas, cada vez más encerradas en sí mismas.
Los discursos bien elaborados y sustanciosos de los presidentes de Islas Baleares y Castilla-La Mancha merecen una mención aparte. Prohens explicó los problemas de su Comunidad y la quiebra de confianza con VOX como un ciudadano espera de un buen político. García Page hizo otro tanto al implicar el panorama político en el problema de la financiación autonómica y argumentar su posición al respecto. Debe subrayarse igualmente el apunte hecho por el presidente asturiano, Adrián Barbón, señalando la existencia de dos pepés. Esta dualidad es una observación certera, pero que a propósito de la cuestión autonómica se percibe con más nitidez en el PSOE, donde conviven una tendencia "jacobina" y otra federalista. En España, la izquierda es tanto o más plural que la derecha, dentro y fuera de los partidos, y ese pluralismo tiene su réplica en los nacionalismos, que lo multiplican. Los partidos que alcanzan mayorías electorales, todos, son organizaciones flexibles, que no toleran fácilmente la uniformidad de antaño, y albergan en su interior conglomerados de distintas corrientes ideológicas y políticas.
Siendo la cita tan relevante para la cohesión y la gobernanza del país, Pedro Sánchez optó por el silencio tras la Conferencia de Presidentes. Es posible que su mente estuviera en otro lugar. En Suiza, el secretario de organización de su partido estaba reunido con Puigdemont. Y en Barcelona, faltaban horas para que los afiliados de ERC eligieran a su líder y el tipo de relación que quieren mantener con el Gobierno español. Se comprende que la prioridad de Pedro Sánchez sea la aprobación de los presupuestos y la estabilidad de su Gobierno, sobre todo ahora que está definitivamente en minoría, como él mismo ha admitido. Por lo general, en las ediciones celebradas la mayoría de los componentes de la Conferencia de Presidentes pertenecían al mismo partido. En esta ocasión, en el palacio de la Magdalena se ha encontrado un presidente del gobierno central del PSOE con una amplia mayoría de presidentes autonómicos del PP, en un país sometido a una fuerte polarización política. No era el momento más propicio para llegar a grandes acuerdos. La propuesta de García Page de un pacto entre el PSOE y el PP para evitar el chantaje de los independentistas es, hoy por hoy, una fantasía, como la moción de censura del PP con Junts.
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